Universo League Of Leguends: La Leyenda Del Rey Lobo

Capitulo LVII (57)La Visión de Grena, El tablero.

Primera fila de la Guardia Helada

Maalcrom se afanaba en mantener su posición, todo, absolutamente todo, se había desmoronado. Aquella emboscada le había tomado por sorpresa y amenazaba con destruirlo. Claro, se había percatado de la trampa, pero tarde, demasiado tarde. Aquellos cabrones o quienes quiera que fueran, habían acabado con toda su turma al completo y los pocos supervivientes habían sido arrastrados al pantano por unas manos extrañas que emergieron de las aguas y, que a fuerza de mucho los jalaban a las profundidades insondables. Fue en ese instante cuando supo con gélida precisión que aquellos hombres no eran hijos de la tormenta, ni miembros de la tribu de Sejuani, no eran de la Garra Invernal, estos eran más feroces y luchaban con una fuerza sacada de las más execrables pesadillas, las pocas sagitares que luchaban a su alrededor lo hacían ahora por su vida y cada guerrero se volvió en su propio ejército, cuando el orden de la formación se perdió y solo quedo la locura guerrera.

—¡No cedan terreno, usen los escudos para repeler las saetas!

Pero nadie parecía hacerle caso, la mayoría de sus hombres y mujeres bajo su mando estaban demasiado confundidos o demasiado asustados para suplir sus ordenes, aquellas sombras, aquellos demonios de pesadilla, habían empezado hacerlos pedazos desmoronando el orden por los flancos y debilitando las formaciones por la retaguardia, habían empezado a separarlos y arrastrarlos hacia la neblina cada vez mas densa donde las siluetas de los hijos del hielo se perdían; otros grupos eran arrinconados para luego, ser ensartados o apuñalados con las espadas cortas que los norses llevaban al cinto; fue entonces en ese momento de lucidez, en esa hora de claridad, cuando Maalcrom se percató del desastre al que los había conducido, por algún extraño motivo supo que estaba pagando por su traición a Grena y a las tribus Avarosanas, respiro hondo, se quitó el casco de cuerno con la inscripción del ojo de Lissandra, desmonto de su Falkir ya herido por los miles de tajos y cortes, respiro hondo el aire de aquel extraño atardecer y junto a sus hombres y mujeres, junto a aquel pantano de pesadilla se entregó a la muerte. Ya no le quedaba nada mas, nada por lo que luchar.

“El dolor es una bendición. Acéptalo. Acéptalo”. Pensó al tiempo que amputaba una pierna enemiga.

Otra sombra emergió desde niebla y se abalanzó sobre él. Con los reflejos abiertos como un lince cola escarchada, Maalcrom evadió el amplio tajo de su contrincante. y con rapidez maniobro su hoja curva con una velocidad inusitada y extremadamente voraz; no se atrevía a usar su magia de oscuridad en aquel escenario, hacia mucho que se había prometido no hacerlo, decapito al siguiente norse que se le acerco por la flanco derecho de su posición, todo lo que se acercaba moría, y dejo un camino de sangre ahí donde paso, se revolvió de su sitio sintiendo un escalofrió en el corazón y giro con rapidez para confrontar lo que sea que se le viniera encima, pero en lugar de encontrar a otro guerrero encontró a una criatura ciclópea que, saliendo del charco se abalanzo sobre él como una bestia enloquecida. Maalcrom pudo sentir el hedor putrefacto de aquel ser y le engulleron unas tremendas ganas de vomitar cuando lo decapito; del cuello de la criatura mano una papilla espesa, de pus y sangre coagulada maloliente.

Se llevó el dorso de la mano a la nariz cuando la fetidez de aquel olor penetro en sus sentidos, fue como un golpe en su interior que le sacudió los nervios, y fue justo en ese momento cuando una visión horrenda traspaso su mente: la visión de la Ciudadela de Hielo destruida, sus poderosas murallas superadas y el cielo carmesí. Distraído por aquella extraña visión del futuro no se percató que otra comitiva norse se le venía encima. Uno de los poderosos carnotauros se introdujo en su guardia y le metió un tremendo testarazo con la robustez de su cuerpo, Maalcrom salió disparado por los aires y se estrelló en un árbol en cuya corteza fue a parar, intento levantarse usando todas las reservas de su espíritu, pero el carnotauro, ágil y veloz, lo volvió a levantar del suelo he impacto el cuerpo del sacerdote contra el charco en el que momentos recientes había estado parado. Maalcrom no tuvo tiempo de pensar, ni de reaccionar, solo recordó que se había tragado una buena cantidad de aquel agua de pantano y que empezó a tener espasmos agresivos en un intento por expulsar aquel agua fétida de pantano putrefacto. Fue entonces en ese momento final, cuando la esperanza en las tres se había desvanecido, cuando se percató muy tarde de que todas sus fuerzas habían desaparecido, todos estaban muertos, las pocas sagitares estaban siendo ensartadas con las espadas de aquellos guerreros de armadura carmesí, habían otros guerreros de armadura verde y entre ellos, se encontraban otras abominaciones gordas que mostraban pústulas y purulencias que exponían con orgullo; muchas de aquellas monstruosidades habían sido derribadas y abiertas en canal, pero al cabo de un buen rato se levantaban para devolver el golpe a sus atacantes.

Entonces, ante la tesitura de los acontecimientos, impero el silencio; la penumbra retumbante que solo puede acompañar a un cementerio. Fue en ese instante cuando de repente la vista de Maalcrom se le nublo, después sintió que dos manos lo recogían del charco hediondo y lo levantaban, ante él tenía a una figura de un poderoso guerrero de armadura carmesí que lo observaba con una atencion brutal, aquella visión, fue algo incomodo para el sacerdote. El guerrero llevaba en el peto de la armadura un símbolo de una estrella de nueve puntas y en sus ojos purpura pudo ver la locura de la guerra, el hambre de la vida, y la exaltación de la lujuria frenética que dejaria en sus matanzas. De pronto Maalcrom sintió que alguien lo pateaba por la espalda y lo tendía de rodillas, otros lo tiraron al suelo por segunda ocasión. Fue justo en ese momento, cuando todo estaba por acabar, cuando la esperanza en los dioses se habia desvanecido y cuando la vida se le escapa de las manos, cuando ve la silueta de la matriarca Grena muy lejos de su posicion, esta parece mirarlo en la distancia y en su semblante se auguraba una expresión de tristeza, de pena. No hay júbilo en aquel gesto.




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