"No existen las coincidencias nosotros caminamos cada día hacia lugares y personas que nos esperaban desde siempre".
Cuando conocí a Irwin Wrigth nunca me imagine que iba a impactar en mi vida, de tal manera, que ahora no pueda sacarlo de mi mente ni mucho menos que después de conocernos iba a cruzarlo desde siempre.
Nunca creí en las coincidencias ni, mucho menos, en las casualidades y sabía que algo en él me iba a llevar a, descubrir que la realidad era más compleja de lo que creía.
Ese presentimiento estaba intacto en mí y no se había ido.Tal como había sucedido, el primer día que lo había conocido, seguía persistiendo en mí.
— Cenicienta, sé té salió la ... ¿Pantufla? — había intentado ocultar su sonrisa cuando agarro el calzado de conejo, a la vez, que se ponía juguetear con las orejas de este.
Ese día, aquel joven castaño había despertado mi interés; era demasiado diferente a lo que había visto alguna vez y su esfuerzo al hablar me había dado cierto pista que en realidad no era del país.
— Si, ¿Acaso serás vos el príncipe que me la va a medir? — solté una pequeña risa.
No voy a negar que me había sentido bastante avergonzada por lo sucedido, había estado tan centrada en mis pensamientos que no había podido evitar que la pantufla salga disparada hacia adelante y mucho menos evitar que él la agarrara.
— Por este día, seré tu príncipe — se inclinó colocando su peso en una de sus rodillas — Siempre he preferido a los caballeros — dije y él se limitó a sonreír enseñando sus dientes blanquecinos que hacían contraste con su piel levemente bronceada.
Por mi parte, no pude evitar haber sentido aquel ardor en mis mejillas.
Después de todo no te ocurría todos los días tal escena. Es más nunca o eso creía.
Siempre había pensado que era más propensa a que me roben a cruzarme a un chabon superguapo que me coloque una pantufla. ¡Qué loco!.
— ¿Estadounidense? — cuestione cuando me quede mirándolo con más atención.
Tenía unas facciones delicadas, una nariz levemente respingada y unos hermosos ojos azules, de un tono demasiado profundo, que acaparaban toda la atención.
— No — negó levemente con su cabeza — Británico, ¿Latina? — cuestiono de la misma forma pero con cierta diversión.
No africana ja, ja
— Pues, obvio — reforcé el agarre de las bolsas y sin previo aviso me las quito de las manos para llevarlas.
Me quede bastante sorprendida por aquel gesto pero me habia gustado bastante.
— Te acompaño —asentí y retomé el paso junto a él.
En ese momento, entre nosotros, se había formado un silencio.
Sin embargo, no eran de esos incómodos en donde no sabes donde salir corriendo, era de aquellos que te transmitían cierta paz. Me agradaba.
— ¿Cómo te llamas? — pregunte, a la vez, que observaba de reojo a mi acompañante.
— Irwin, ¿y tú? —
— Jazmín, debo admitir que tu nombre me resulta bastante raro —
— ¿Raro? — frunció el ceño
Logre darme cuenta de que no entendía esa palabra y yo era pésima explicando.
¡UPS!
Fue entonces, que así había pasado el tiempo tratando de hacer entender a lo que me refería al chico inglés; Sin percatarme que nos habíamos sobrepasado los edificios donde vivía y al ser consiente de aquello retrocedí junto a él.
— Lo siento, no me había dado cuenta —
— No te preocupes, suele suceder — dijo y espero a que abriera la puerta.
— Gracias — sonreí y tomé mis cosas.
Él me devolvió la sonrisa y encogiéndose de hombro le quito importancia.
— Fue un placer —
Fue ese día en donde, cerrando la puerta tras mio, algo en mi habia cambiado. Rotundamente mi vida había dejado de ser mía.
Recuerdo que me había sentido demasiado boluda por no haberle pedido el número de teléfono o algún medio para poder contactarlo. No pueden culparme, los nervios en ese momento me habian ganado.
Supongo que no soy buena coqueteando. Y si él no lo había hecho, es porque no había estado interesado. O eso es lo que pasaba en mi mente en ese momento.
Por otro lado, algo en mí me decía que no iba a ser la primera y última vez que iba a encontrarme con Irwin, pero ese pensamiento se esfumaba de mi mente como llegaba.
Después de todo las probabilidades eran escasas, una en un millón y yo jamás resultaba ser la excepción.
Hasta que el tiempo dio acto de presencia dándole razón a mi intuición.
Y al día siguiente en el supermercado estaba él, lucia una camisa que se ceñía en su esbelta figura y su cabello medio desordenado le daba cierto aire de rebeldía.
—¿Haciendo las compras de la semana? — indago mientras se colocaba detrás de mí en la hilera.
Si, me había quedado con la boca abierta, al notar su respiración tan cerca.
Y yo, que ya me había dado la idea de que no lo volvería a ver.
En ese preciso instante, mis nervios estaban a flor de piel.
— Emmm, si —asentí y me gire para poder quedar frente a él — Y creo que vos las compras del fin de semana, ¿no? —Dije al notar que en su canasto estaba repleto de bebidas alcohólicas.
Por su parte había soltado una pequeña risa, a la vez, que llevaba una mano atrás de su nuca.
—Voy a hacer una fiesta — se había quedado unos segundos observándome, tal atención, me había producido un poco de nervios más de los que ya tenía — ¿Te gustaría venir? —
En otro momento hubiera dicho que si, a quien engaño la respuesta siempre iba a ser un no.
— Te agradezco, pero no, tengo parcial, examen, prueba ... em que estudiar para la otra semana — dije tratando de hacer entender, después de todo aún le costaba un poco el español.
— Examen — asintió — Vale —
Avance en la fila y empecé a colocar los bote de helado y crema batida en el mostrador.
#2069 en Ciencia ficción
#21320 en Novela romántica
romance, ciencia ficcion, acción humor fantasía épica y aventura
Editado: 25.10.2021