El talento es la belleza que no puede ser percibida a simple vista, es aquello que nos distingue de otros, nos hace especiales. Se dice que con talento se nace, pero el solo hecho de tener tal virtud desde tu nacimiento no es suficiente.
Algunos ocultan su talento, otros le sacan el máximo beneficio mientras un gran grupo de personas desconoce que lo posee.
Si eres verdaderamente bueno en algo la gente comienza a acercarse a ti, de pronto los halagos, la admiración y la envidia se hacen presentes. Las personas reaccionan de formas diferentes ante las virtudes de otros, unos incentivan y admiran, mientras los demás hacen todo lo contrario.
Pero ¿Quién decide qué es digno de admirar? La gente es selectiva hasta en eso, se admira a quienes hacen cosas comunes de una manera extraordinaria, cantan, bailan, dibujan, hacen deportes y demás. Pero, a algunas personas de verdad extraordinarias se las tacha de raras y anormales. Uno de los mayores dones es el de comprender a los demás sin juzgar.
¿Se imaginan si hace doscientos años alguien hubiese decidido crear los aparatos que hoy utilizamos? De seguro lo hubiesen tachado de loco y quien sabe lo que le hubieran hecho.
La aceptación de un don, talento, virtud o como deseen llamarlo puede incluso depender de la época.
Pero que tu virtud o virtudes no sean aceptadas por quienes te rodean no las hace menos reales y mucho menos desacredita lo maravillosas y extraordinarias que éstas puedan ser.
Todos poseemos un don, algunos no saltan a la vista y encontrarlos es nuestro desafío.
La única premisa es: No darse nunca por vencido.