Los días seguían pasando y aún no obtenían grandes avances con respecto a Carly y su talento. Incluso Cloe se había unido a la búsqueda, sugirió buscar talentos poco comunes, pero estos no resultaron. La pelirroja no podía inflar un globo con la nariz y tampoco mantener veinticinco cucharas pegadas a su rostro.
Carly estaba recostada sobre su cama, sosteniendo una bolsa de hielo sobre su tobillo hinchado luego de probar que andar en patineta tampoco era lo suyo.
—¿Qué haces? —Le preguntó a Andrew, quien estaba sentado en el sofá con una laptop sobre su regazo y escribiendo muy concentrado.
—Cosas —dijo sin prestarle atención realmente.
—Esa no es una respuesta.
—Tienes toda la razón —volvió a hablar en tono robótico sin despegar la vista de la pantalla del ordenador.
La actitud de Andrew comenzaba a molestar a Carly, él era quien había insistido en quedarse con ella luego de su pequeño percance y ahora no le prestaba atención.
—Sería increíble ir mañana y lanzarnos de un avión sin paracaídas mientras comemos mantequilla de maní.
—Claro, la mantequilla de maní es grandiosa —nuevamente ese tono frío estaba ahí.
Eso era todo, Carly necesitaba saber qué estaba pasando y la mejor idea que se le ocurrió fue lanzarle la bolsa de hielo que estaba sobre su tobillo. Ésta impactó contra el hombro del muchacho.
—¡¿Qué demonios pasa contigo, por qué hiciste eso?! —Sí, Carly había logrado captar su atención.
—No te quejes y agradece que tengo mala puntería, porque te había apuntado directo al rostro —respondió ella.
—¡Vaya! Eso me hace sentir mucho mejor —pronunció con sarcasmo.
—¿Qué es lo que te tiene tan concentrado? —Carly intentó acercarse a él, pero el dolor en su tobillo se lo impidió.
—No es nada y recuerda que el medico dijo que debes estar en reposo, así que, quédate en donde estás —sentenció mientras tomaba el hielo que ella le había arrojado e iba a ponérselo nuevamente sobre su lesionado tobillo.
—Entonces mejor responde, lo próximo que tengo para lanzar es la lámpara —insistió.
Algunas semanas atrás Andrew Collins hubiese evitado el tema y después se habría ido sin dar ninguna explicación, al fin y al cabo, no estaba acostumbrado a explicar casi nada con respecto a su vida. Sin embargo, durante esas semanas había desarrollado una especie de afecto hacia la pelirroja, quien conseguía sacarle carcajadas y exasperarlo en partes iguales. Incluso se preguntaba en ocasiones si la teoría de Carly sobre hacer un fuerte para volverse amigos era real, quizá atar sabanas y acomodar sillones era un método infalible para crear empatía entre los individuos. Si eso era así quizá las personas deberían usar esa técnica para resolver problemas. Si de algo estaba seguro, era de que, si en el mundo hubiese más personas como ella, este sería un mejor lugar. A pesar de su torpeza, Carly era una persona genuina, de ese tipo de gente que Andrew creía extinta, el tipo de humano noble que no intenta tomar ventaja de cualquier situación, a quien puedes contarle cualquier cosa porque sabes que no se burlará. Y con eso en la mente, él decidió contarle a Carly lo que ocurría.
—Estoy preparando mi solicitud para la escuela de negocios de Berkeley —soltó sin más.
A Carly aún le resultaba extraño el saber que Andrew pensase en estudiar negocios y más porque, cuando lo mencionaba parecía más un criminal condenado a punto de cumplir su condena, que un muchacho que iría a la universidad.
—Eso suena muy importante —fue lo primero que se le ocurrió decir.
—Yo seré alguien importante —afirmó él.
—Lo dices como si no fueses importante ahora —comentó Carly soltando una pequeña risa.
—Me refiero a... —soltó un suspiro— De pequeño creía que al crecer iría a la escuela de leyes, me graduaría y trabajaría en el bufete de mi padre. Quería ayudarlo, quería que él se sintiese orgulloso de mí. Éramos muy unidos —dijo con tono melancólico—, hacíamos todo juntos; ir a ver partidos de béisbol, andar en bicicleta los fines de semana y algunas tardes, cunado mi madre estaba ocupada, me llevaba a su oficina y yo solo pensaba que de grande quería ser como él. Luego de que eso pasara no quise hablar con él y pasé de ser su hijo a ser «un joven problema». —Carly lo escuchaba atentamente y podía notar la amargura en su voz—. Él dijo que con mi actitud jamás llegaría a ningún lugar. Quiero probarle que se equivocó, quiero que vea que no necesito ser como el para...
—Ser alguien importante —completó ella.
—Es patético, lo sé. —Era una de las pocas veces en que se dejaba ver así de vulnerable y no le gustaba sentirse así.
—No, no lo es —Carly volvió a intentar acercarse, pero un dolor punzante en su tobillo se lo impidió—. Y yo sé de cosas patéticas ¿Recuerdas que el otro día me pinté puntos verdes en la cara para que Blake creyera lo de mi enfermedad? Nada puede ser más patético que eso —intentó bromear un poco para aligerar el ambiente.
—Nunca me has dicho qué sucede entre tú y el muñequito de plástico —dijo él.
Andrew se preguntaba eso desde que el padre de Carly lo mencionó como el antiguo novio de Carly. También estaba el hecho de que, desde lo ocurrido en la clase de ciencias, el rubio veía a Andrew como si quisiese clavarle una daga en el cuello.
—Es una larga historia —Carly pensaba en el modo de cambiar de tema.
—No te escaparás tan fácilmente, tengo que cobrarme una pregunta ¿Recuerdas?
Ella recordó ese día en casa de Andrew, había prometido responder a cualquier pregunta y él inteligentemente había guardado esa pregunta para otro momento. La pelirroja era incapaz de romper una promesa, así que, bufó y se dispuso a responder.
—Su padre trabaja en la empresa papá, y al parecer Blake cree que si sale conmigo eso le dará alguna especie de beneficio o ascenso. Lleva años insistiendo en que salga con él, incluso se presentó en aquí en mi casa un día y le dijo a mi padre que era mi novio. Le he dicho de mil y una formas que no estoy interesada, aun así, no se da por vencido. Otra de las cosas maravillosas cosas que vienen con ser una Robinson —suspiró resignada. Amaba a sus padres, pero era difícil vivir con el hecho de que, incluso el primer chico que pareció interesarse en ella solo lo hubiese hecho porque era hija del gran Stephen Robinson