—Me alegro mucho Madi —dijo Carly otra vez. Madison le había llamado y pasó una hora escuchando como le iba genial en el nuevo colegio y lo tontos que eran sus compañeros. También le contó a detalle como reestructuró los horarios de los profesores para hacerlos más eficientes.
En todo el tiempo en que estuvieron hablando o, mejor dicho, el tiempo en que Madison hablaba y Carly hacía todo lo posible por prestar atención, la pelirroja estuvo intentando contarle acerca de las cosas que le estaban sucediendo a ella. Tenía amigos nuevos e incluso un empleo. Quería hablarle de lo buena persona que era el señor Adrich y también que quiso renunciar en cuando Blake comenzó a frecuentar la cafetería, pero que luego de ver lo feliz que estaba el señor Adrich por tener un cliente, no pudo hacerlo.
Después de varios minutos de Madi hablando de Madi y de las cosas que solo ocurren si eres Madi, se despidió no sin antes decir: —Intenta no extrañarme mucho.
—Oh, yo estoy muy bien. Gracias por preguntar —suspiró Carly resignada, luego de haber cortado la llamada.
No era como si ella debiese estar sorprendida, con el tiempo se había acostumbrado a la actitud de Madi, puesto que siempre supo que su mejor amiga tenía lo que ella llamaba el síndrome de yo-yo.
***
De nuevo era lunes. Carly se levantó como cada mañana: Con mucha hambre y pocas ganas de dejar la cama. Su primera clase del día era historia y vaya que amaba esa materia. Podía pasarse la hora entera sin prestar atención y cuando la profesora le preguntaba algo podía cambiarle el tema haciendo cualquier comentario sobre cómo ha cambiado la sociedad hasta el día de hoy y la mujer no paraba de hablar hasta que la clase terminara. Por eso era su curso favorito, si de clases hablamos, porque los exámenes eran algo completamente distinto.
— ¡Eh, Carly! —Alguien la tomó del brazo mientras se dirigía a clase de música.
—Hola —Saludó a Cloe, quien al parecer iba a la misma clase que ella.
—Es la primera vez que te veo en esta clase —comentó la chica del cabello multicolor.
—El año pasado era miembro de un par de clubes que te dan créditos validos como los de las clases optativas.
A Madison le encantaba estar al frente de todos los clubes en los que le fuese posible hacer gala de sus conocimientos y, por supuesto, Carly siempre la acompañaba. De algún modo le agradaba hacerlo, así no tenía que tomar los talleres de artes optativos, en los que está por demás decir que no era nada buena. No es que le fuese mucho mejor en los clubes de debate, matemáticas, líderes estudiantiles y demás. Pero por lo menos tenía a Madi, quien, al ser la presidenta, nunca dijo nada acerca de su poca participación en esas actividades.
Las dos chicas ingresaron al salón justo antes de que el profesor se hiciera presente. Todos los estudiantes se ubicaron en sus respectivos lugares y esperaron a que el profesor diese alguna indicación.
El señor Montero, el profesor de música, era un hombre de mediana edad, de ascendencia latina, cosa que recalcaba cada que podía usando expresiones de su natal Colombia. Solía usar camisas de colores llamativos y tanto su peinado como su bigote eran un tributo a Antonio Banderas. No es que fuese un catedrático intransigente, pero se apasionaba mucho cuando de dar sus clases se trataba, tanto que, en una ocasión echó de su clase a un par de estudiantes que no estaban «entendiendo el significado del tango como género musical».
Por ser el primer día que recibirían la clase, el profesor montero les dijo que tomaran cualquier instrumento de los que se entraban en el salón y lo tocarán. En cuanto Carly escuchó eso se puso muy nerviosa. Sabía bien que su habilidad musical era nula y dudaba que el profesor aceptara una botella vacía como un instrumento. No quería ser la chica a quien echaron de clase de música el primer día.
La mayoría de estudiantes había tomado esa clase durante todos los años de secundaria, por lo que fueron a tomar un instrumento sin ningún problema.
Cloe notó el abrupto cambio en la actitud de la pelirroja luego de que el profesor diera las indicaciones.
—No sabes tocar ningún instrumento ¿cierto? —Carly asintió sin pronunciar palabra.
—Tranquila —se acercó a ella y le susurró: —Ven conmigo.
Cloe había tomado esa clase desde el primer año en la escuela. Aunque su principal pasión era escribir artículos para el diario de la escuela, este no le daba los créditos suficientes para exentarse de los optativos de arte. Por esa razón descubrió un modo de pasar la materia sin aguantar los regaños del profesor cada que se equivocara en una nota o no le pusiese el suficiente «sentimiento».
Carly siguió a Cloe y se dirigieron al lugar en donde estaban los instrumentos de viento, varios chicos se encontraban ya ahí.
—Toma una flauta y comienza a mover los dedos, pero no soples —dijo Cloe.
—Pero si no soplo no hará ningún sonido —Carly se encontraba muy confundida.
—Exacto, si no hay sonido no puedes fallar ninguna nota —sonrío la chica del cabello multicolor.
—¿No se irá a dar cuenta el señor Montero? —cuestionó.
—Es ahí en dónde ellos... —señaló a un grupo de jóvenes que no estaban muy lejos de ellas, todos sostenían una flauta entre sus manos—...nos ayudarán. Ellos sí que saben tocar esta cosa —agitó la flauta—. Cuando el profesor Montero se acerque nosotras fingimos estar muy concentradas en la melodía, con todo el ruido que hay aquí, es imposible que se dé cuenta de que dos flautas no están sonando —explicó.
Carly tomó la flauta de un modo algo torpe, mientras observaba a los otros intentaba imitar el movimiento de sus manos para que no se notase la diferencia, vio al profesor Montero pasar entre cada fila para supervisar a sus alumnos. El corazón de la pelirroja bombeaba fuertemente, sentía que en cualquier momento se darían cuenta de su pequeño engaño a medida que el señor Montero se acercaba a donde ella estaba.