El tío Karl había visto a Cloe saltando y chillando algo sobre una cita a la que Carly fue y eso fue todo lo que necesitó para exigir una explicación. Cloe se había salido por la tangente dejando a la pequeña Robinson con el hombre que iba de un lado para el otro muy indignado por no haber sido el primero en enterarse de la invitación de Andrew. Estuvo así un buen rato antes calmarse un poco y permitir que su sobrina hablara.
—Siento una mezcla de orgullo, asco y ternura en este momento —dijo Karl cuando el relato de la pelirroja acabó—. Creo que dije esas mismas palabras justo después de que naciste —comentó recordando aquel día en que tuvo que dejar a medias una reunión unos clientes importantes para tomar un avión desde Dubái hasta California y le suplicó (en realidad se lo exigió porque quería ver a su pequeña sobrina en cuanto naciese) por teléfono a Amanda que resistiera hasta que él llegase.
— ¡Tío Karl! —pronunció la pelirroja indignada.
—No pongas esa cara. Eras muy pequeña, morada y estabas completamente arrugada. No sabía si eras un bebé o una diminuta versión de Yoda. —Carly seguía observándolo con el ceño fruncido—. Solo empeoré las cosas. ¿Cierto?
—Lo hiciste.
— ¿Es mejor que deje el tema así? —Carly asintió con la cabeza—. Bien. Nota mental: Las personas se molestan si los comparas con míticos personajes de Star Wars —susurró para sí mismo—. ¿Cómo vas con el asunto...? —Se cercioró de que nadie estuviese escuchándolos— ¿... que no debe ser nombrado? —dijo por lo bajo.
—Tío, no se trata de Lord Voldemort, puedes pronunciar la palabra «talento» —respondió Carly soltando una pequeña carcajada, su tío era realmente todo un personaje.
—Le quitas la diversión. Y no cambies el tema, debes responderme.
—En realidad aún no tengo nada en concreto, pero sí tomé una decisión. Hablaré con mis padres sobre el asunto. —Esas palabras sorprendieron mucho a su tío, tomando en cuenta lo mucho que le había costado a la pelirroja decirle a él lo que ocurría. Confesárselo a sus padres debía ser mil veces más difícil para ella.
— ¿Estás segura? —cuestionó. Imaginaba la reacción de Stephen y Amanda y no estaba seguro de que estuviesen listos.
—Sí. Lo estuve pensando mucho y luego de ver al padre de Andrew tratarlo de aquel modo... —suspiró con tristeza al recordar esa escena—. Él está tan desesperado por convertir a su hijo en alguien más, y mis padres... ellos solo quieren que sea yo misma, que confíe en mí y en ellos. Los estoy defraudando en las dos cosas y no quiero seguir haciéndolo. Durante mucho tiempo me he sentido de este modo sin decírselo a nadie y eso no me ha ayudado en nada. Ahora que se lo he contado a un par de personas, quizá aún sigo sin tener un talento, pero ya no me siento tan sola.
— ¿Te he dicho alguna vez lo orgulloso que estoy de ti? —La abrazó y despeinó su cabello.
—Solo si cuenta lo de hace un raro y no creo que cuente —se rió.
—Ya aprendí, nada de mencionar a Yoda —le aseguró—. ¿Quieres que esté aquí cuando se los digas?
—No quiero que te sientas mal, pero...quizá sería mejor si solo estamos los tres.
—Supongo que es lo mejor. ¿Quién quiere a un viejo entrometido como yo en este tipo de asuntos familiares? —Carly rodó los ojos.
—Tío Karl...
—Ya está bien, inventaré un plan con los chicos de la academia —dijo refiriéndose a sus ex compañeros de la secundaria, a pesar de los años seguían siendo un grupo muy unido e igual de peculiar que siempre.
—No creo que «chicos» sea la palabra correcta —se burló Carly.
—No admito ese tipo de insultos, señorita —pronunció indignado—. Y son jóvenes en el interior —esta vez ambos soltaron una carcajada.
Cuando los señores Amanda y Stephen llegaron a casa, Karl inventó que tendría una cita y debía irse pronto, dejando solos a los Robinson.
Carly les dijo a sus padres que necesitaba hablar con ellos, lo cual los preocupó mucho, puesto que ella no solía ser así de seria. Los sentó en el sofá grande de la sala y se puso frente a ellos. Tomó una gran bocanada de aire y comenzó a hablar. Cuando llegó a la parte de que se sentía la oveja destalentada su padre quiso intervenir, pero ella le pidió que no dijese nada hasta que terminara. Siguió relatando todo lo que no les había dicho durante ese tiempo, la razón de que Blake insistiese tanto en estar cerca de ella y también el verdadero motivo por el cual le habló a Andrew en primer lugar.
Los señores Robinson escuchaban atentamente, no podían creer que su hija estuviese pasando por todo eso y ellos no se hubiesen percatado antes, y si lo pensaban un poco, las señales estaban ahí. Cuando Carly terminó de hablar un silenció abrumador se hizo presente.
— ¿Están molestos? —cuestionó la pelirroja después de un rato.
—No, no, no, de ningún modo —su madre fue la primera en reaccionar—. Es solo que todo esto nos...
—Tomó por sorpresa —completó su padre.
Luego de eso vinieron varias preguntas, acerca del motivo para no decirles nada o si ella consideraba que de algún modo la culpa era de ellos. Carly respondió a cada una de ellas y luego de que el shock hubiese pasado, sus padres le ofrecieron su total apoyo. No había sido tan malo como Carly siempre imaginó y no hubo ni una sola lágrima.
Lo último que su padre le dijo esa nuche fue «No todos son encontrados fortuitamente, algunos deben esforzarse por encontrarlo y esos son los que valen más. Y para encontrarlo es necesario encontrar algo que quieras hacer y trabajar muy duro hasta convertirlo en una habilidad».
Esas palabras dieron muchísimas vueltas en la cabeza de Carly, ese era el problema. Ella estuvo probando muchas cosas, esperando ser naturalmente buena en algo. Convencida de que lo que necesitaba era trabajar duro, pensó durante toda la noche en eso que ella quisiese hacer.
A la mañana siguiente se levantó muy temprano para encaminarse a un lugar cuya dirección buscó por Internet. Se encontró frente a un enorme edificio, con grandes ventanales, paredes blancas y un rótulo con letras doradas que decía: Escuela de Arte Raymond Senge.