—Sal de ahí —pidió Andrew por enésima vez.
—No. —Soltó un suspiro cansado y se frotó la cara con ambas manos. Carly era una experta en sacarlo de quicio.
—Tienes que salir en algún momento —intentó persuadirla nuevamente.
—Te equivocas. Podría vivir aquí si alguien me trae agua, comida y una manta —argumentó la pelirroja.
—¿Sí sabes que estás en un basurero?
—Está más limpio de lo que crees.
¿Cómo había hecho Carly para terminar ahí? Pues muy fácil. Todo comenzó cuando un rubio muy conocido se acercó a ella a primera hora. Carly estaba hablando con Andrew frente a su casillero cuando vio a Blake con más gel para cabello de lo normal y un sobre blanco entre sus manos. Ella sabía perfectamente lo que significaba y por eso se echó a correr por el pasillo sin importarle a cuanta gente empujó en el camino.
—¡Andrew! —dijo Gabe y se acercó a él. Temblaba tanto que parecía un chihuahua con hipotermia.
—Dime que no volviste a meter tus pantalones al refrigerador —contestó.
—¡Era un experimento! Y sabes que solo pasó una vez.
—Dos —corrigió Andrew.
—Está bien, fueron dos. Pero este no es el caso.
—¿Entonces por qué tiemblas?
—Hoy es mi primera competencia como presidente del club de matemáticas. La escuela ha ganado el primer puesto durante los últimos seis años y si perdemos todo será mi culpa —comenzó a respirar entrecortadamente.
—Tranquilo. Has estado estudiando desde que inicio el verano, estoy seguro de que todo saldrá bien —dijo Andrew.
—¡Ojalá Madison estuviera aquí! —Hacía tanto que Carly no hablaba con ella, que se sorprendió al escuchar su nombre otra vez. Lo último que le había dicho es que estaría muy ocupada reorganizando los clubes de debate, ciencias y matemáticas en su nuevo colegio y que por eso no podía perder tiempo.
—Ella siempre dijo que eras muy bueno —comentó Carly desde el bote de la basura.
—¿En serio ella...? —dejó de hablar en cuanto de percató de dónde provenía la voz—. ¿Andrew, por qué el basurero está hablando? —pronunció atemorizado. Su hermano mayor solía contarle historias de terror aprovechando que él era muy asustadizo.
—Es Carly, aparentemente se quiere mudar al basurero —respondió Andrew.
—Oh, hola Carly.
—Hola Gabe.
—¿En verdad Madison dijo que era bueno? —La ilusión podía escucharse en su voz.
—Por supuesto. No te habría dejado suplirla si supiera no supiera que eres capaz —lo animó. En realidad, las palabras de Madi fueron algo como «es el único en el equipo que no apesta tanto», pero esas palabras no eran precisamente alentadoras, así que, Carly las modificó un poco.
—Tienes razón. Muchas gracias Carly —agradeció mientras buscaba en sus bolsillos y sacaba una bolsa de ositos de goma para entregársela a la pelirroja.
—¡Mis favoritos! —exclamó feliz.
—Debo irme, el equipo me espera —se despidió de Andrew con un choque de puños—. Es un bonito lugar, tiene más clase que los basureros del gimnasio —dijo refiriéndose su escondite.
—No la alientes —terció Andrew con cara de pocos amigos. Gabe se encogió de hombros y salió del lugar—. ¿Ahora sí vas a salir?
—No. ¡Tengo ositos de goma, no necesito nada más!
—Vamos, Robinson. Voy a comenzar a creer que eres una cobarde —intentó picarla para que saliera.
—¿Blake ya se fue? —susurró ella.
—¿Crees que te vendría a buscar si siguiera aquí? —contestó el muchacho.
—Bien. —Comenzó a salir del bote de la basura con mucha cautela, era consciente de su falta de equilibrio y no quería acabar con la cara en el piso.
—¡Ahí viene! —gritó Andrew, provocando que ella se tambaleara y cayera en el piso sobre su trasero. Él le tendió una mano mientras se reía, pues le acababa de jugar una broma.
—No es gracioso. —dijo molesta.
—Tenía que cobrármela. Me dejaste solo cuando él apareció y no es que hablar con un cabeza-hueca que intenta intimidarme. Como si lo pudiese lograr.
—Tienes razón, no debí dejarte ahí solo. Lo lamento. —se disculpó al tiempo que volvía a colocar su escondite en su lugar.
—¿Me dirás por qué saliste corriendo así? —cuestionó Andrew luego de un rato. Estaban en el jardín de la escuela aguardando a que tocaran el timbre para la siguiente clase, ya que, por obvias razones, no pudieron entrar a la primera.
—Nada en especial, sabes que siempre huyo de Blake —contestó intentando quitarle importancia al asunto.
—¿Alguna vez te dijeron que no sabes mentir?
Ocultar cosas nunca fue algo natural en ella y vaya que lo sabía. Prueba de ello fue cuando se enteró que Santa Claus no era quien ponía los regalos debajo del árbol, a pesar de que sus padres le advirtieron que no debía ir por ahí contándoles eso a sus compañeros, al final del día el resultado fue: un montón de niños de seis años llorando y cuestionando por qué los engañaron.
—Es por el baile de navidad —dijo Carly.
Andrew la observó con el ceño fruncido, mostrando que no entendía a qué se refería.
—Cada año Industrias Robinson organiza un baile de navidad, es la época favorita de mi padre e invita a todo el mundo. Y ya sabes cómo es el asunto con Blake, intenta invitarme a toda costa. Entonces me escondo de él antes de que me invite y el día del baile me la paso evitándolo toda la noche. Parece que este año enviaron las invitaciones antes —explicó.
—Suena complicado.
—En realidad no lo es tanto. No sé si lo has notado, pero Blake no es la persona más astuta del planeta.
—Me di cuenta de eso cuando creyó que tenías esa extraña enfermedad —se rio.
—Cuando estábamos en octavo grado logré evitarlo por un semestre entero inventándole que me fui a París. —Ambos soltaron una carcajada.
Andrew se descubrió a sí mismo observando el rostro de Carly detenidamente. Sus facciones le parecían sumamente lindas y por alguna razón las pequeñas pecas repartidas a lo largo de su rostro le invitaban a armar formas con ellas. Como cuando te detienes a ver el cielo nocturno en busca de alguna señal. Esos pequeños puntos en la piel de la pelirroja parecían mostrarle un camino, algo que llevaba algún tiempo pensando, pero aún no admitía en voz alta. Y entonces lo supo, quería perderse en aquel camino sin importar a donde lo llevara.