Carly y Andrew se quedaron inmóviles, como si dentro de ellos existiese la esperanza de que permanecer de ese modo haría que Madison se fuera. De algún modo ella los había unido. De no ser por el enamoramiento de Andrew es probable que ellos nunca hubiesen intercambiado más de un par de palabras. No había pasado más de unos pocos meses desde aquellos días en que el pasatiempo favorito de Andrew era seguir a Madi y escucharla hablar, porque aparentemente ella siempre tenía algo que decir.
Cuando él se enteró de que aquella chica que le robaba el sueño iba a mudarse, sintió como si le hubiesen pateado en el estómago. Le estaban arrebatando algo antes de siquiera conseguirlo.
Esa mañana Andrew se levantó con la firme intención de invitar a salir a Madison, o en su defecto solo hablar con ella. Aunque, basados en su experiencia anterior con la morena, si hubiese podido verla a los ojos y no salir corriendo hubiese sido un gran paso. Se puso su chaqueta favorita y se subió a su motocicleta para llegar lo antes posible a la escuela, pues sabía que ella siempre estaba ahí incluso antes de que abrieran.
—Hoy tiene que ser el día —susurró para sí mismo cuando se estacionó frente al centro educativo.
Se detuvo a observar hacia todos lados, buscando algo diferente. Esperaba que el pasto estuviese más verde, que las aves cantaran una tonada especial, que el sol brillase con más intensidad, lo que sea que indicara que ese día sería distinto a los otros. Pero no, todo estaba exactamente igual que el día anterior, y el día anterior a ese. Los mismos alumnos, saludando a las mismas personas, los mismos chicos terminando tareas a última hora, el mismo grupo de tontos alrededor del auto de Blake, el mismo Andrew y el mismo vacío que se formaba en su estómago cada vez que veía a Madison.
Se encaminó a la biblioteca sabiendo que aquella chica se reunía ahí cada mañana con el concejo estudiantil. Al llegar se sentó en la misma mesa que siempre ocupaba, una en la que le era posible observarla y no parecer un acosador. Intentaba recordar cuándo comenzó a ser parte de su rutina, en qué momento se convirtió en una especie de sombra para ella. ¿Por qué ella? De todas las chicas en la escuela ¿Por qué tenía que ser precisamente ella?, tal vez porque no le parecía superficial como la mayoría, o porque le agradaba el modo en que hablaba, siempre segura de lo decía.
—Tengo algo que comunicarles —dijo Madison poniéndose de pie y luciendo más seria que de costumbre—. No podré seguir siendo la presidenta del concejo. —los demás soltaron suspiros de sorpresa, excepto la pelirroja que estaba a un lado de Madison, ella parecía ya estar enterada del hecho—. Van a transferir a mi padre y me mudaré en dos semanas.
Esas palabras casi le produjeron un dolor físico a Andrew ¿Qué debía hacer? Quizá ese era el momento en que debía pararse e invitarla a salir, pero no lo hizo. Y tampoco lo hizo durante las semanas siguientes, se dedicó a lamentarse y escribirle una carta de despedida, con la esperanza de volver a verla un día.
Pensó durante mucho tiempo en cómo sería volverla a ver. Sin embargo, ahí estaba, deseando con todas sus fuerzas que se esfumara. No tenía nada en contra de ella, solo fue que notó por primera vez que no la conocía realmente, nunca lo hizo. Jamás habló con ella, ni la encontró dormida en su pórtico vistiendo un colorido y adorable pijama, tampoco la vio tropezarse una y mil veces mientras intentaba hallar algo en lo que fuese buena. Y por supuesto, ella nunca le brindó el valor para enfrentar a su padre y atenerse a las consecuencias.
—¿Este es uno de esos retos raros que hace la gente por internet? —cuestionó la recién llegada muy confundida por los largos minutos en que su amiga y Andrew permanecieron callados—. Porque te he dicho muchas veces que solo son una gran pérdida de tiempo y la principal razón de que la gente crea que los millenials somos idiotas —se dirigió a Carly.
Su voz volvió a caer como un balde de agua fría sobre la cabeza de la pelirroja, no esperaba verla ahí y, para ser sinceros, no la quería ahí. No cuando su vida parecía por fin estar encontrando un rumbo y ella podía por fin visualizar un futuro agradable para ella. Madison representaba su pasado.
A regañadientes Carly se alejó de Andrew y le dedicó una sonrisa forzada a Madi, a pesar de todo se obligó a recordar que ella había sido su única amiga durante mucho tiempo y que habían pasado por muchas cosas juntas.
—¡Madi! Creí que volverías en dos semanas —dijo intentando mantener la sonrisa.
—Lo sé, pero quería darte una sorpresa, así que, hablé con la directora para que me adelantara los exámenes, obviamente los pasé y mi promedio perfecto sigue intacto. Así podremos pasar más tiempo juntas y también conseguiré encargarme de que los tarados que me suplieron en los clubes de la escuela no hayan arruinado todo mi esfuerzo de años.
—Eso es... genial —respondió la pelirroja.
¿Madison siempre había sido así de arrogante? Carly sabía que la respuesta era sí.
—Es más que genial, será como si nunca me hubiese ido. No podré competir, por obvias razones, pero seré como la entrenadora. Yo guiaré a ese montón de... individuos a la victoria —Madison sonreía ante la sola idea de retomar el mando, amaba ser el centro de atención y demostrar que era mejor que el resto. Para ella nada era suficiente, si de éxitos hablamos, lo quería todo y más.
Andrew sintió como si de pronto se hubiese vuelto invisible, así que, se aclaró la garganta.
—Madi, él es...
—Andrew Collins ¿Cierto? —La interrumpió.
—¿Conoces mi nombre? —preguntó sorprendido porque ella supiese quien era él y aún más porque pudo dirigirle la palabra sin tartamudear ni salir corriendo. También notó que los nervios incontrolables ya no estaban ahí.
—Fui presidenta estudiantil durante años, ayudaba a organizar las clases de modo en que fuesen tan eficientes como se pudiera, para lo cual desarrollé un sistema basándome en las características de cada alumno de la preparatoria Burbank —dijo orgullosa—. Y también tengo memoria eidética, así que, sí conozco tu nombre y también tu promedio. El cual sorprendentemente no está nada mal.