-No puedes dejarlo en sus garras -dijo Cloe.
Luego de que Gabe le contara lo ocurrido en la cafetería salió en busca de la menor de los Robinson hasta que la encontró en el jardín trasero de la escuela, oculta tras un rosal.
-Es en donde él siempre quiso estar -contestó la pelirroja mientras observaba detenidamente un pequeño botón de color blanco.
-¿De qué hablas? No puedes ser tan ciega, Andrew está loco por ti. Lo he visto sonreír más veces en una tarde contigo que en los últimos cinco años juntos -Cloe estaba exasperada, había evitado ir a la cafetería a la hora del almuerzo porque nunca soportó a Madison y todo resultó ser un desastre. Ahora Madison estaba pegada como chicle a Andrew. Así que, como hizo su madre cuando Cloe era pequeña y un chicle se le pegó al cabello, ella tomaría las tijeras y quitaría a Madi del cabello de Andrew. En sentido metafórico, claro está... o no.
-Yo no puedo competir contra ella -respondió Carly sin molestarse en negar sus sentimientos por el muchacho e ignorando lo que Cloe dijo anteriormente, pues estaba decidida a no albergar ilusiones con respecto a Andrew-. No soy lista, ni elocuente, tampoco sé hablar doce idiomas, incluyendo tres lenguas muertas, no iré a Harvard, no soy ella -enumeró con sus dedos-. Soy un desastre y no voy a arrastrarlo a él conmigo.
-Pensé que ya habíamos superado los problemas de autoestima -Cloe se sentó junto a ella.
-No es eso -pronunció cansada, pues sus motivos para alejarse eran otros.
-Ve y lucha por él -le aconsejó del modo más calmado que pudo hacerlo, de otro modo la tomaría de los hombros y la sacudiría hasta que entrara en razón.
-¿Te contó alguna vez cómo nos hicimos amigos?
-Tú le pediste ayuda para encontrar tu talento ¿cierto? -respondió, pues era todo lo que sabía del inusual modo en que la amistad surgió entre ellos.
-Esa solo es una parte, en realidad hicimos un trato -Carly tomó aire antes de seguir con su relato-. Si él me ayudaba a encontrar mi talento, yo lo ayudaría a él a conquistar a Madison. Él no tenía ninguna intención de colaborar con mi causa, pero llevaba mucho tiempo enamorado de ella y fue solo por esa razón que aceptó. Tú lo dijiste, Andrew no suele hacerse amigo de nadie, ¿puedes imaginar cuánto le costó? Pero lo hizo, y no fue por mí.
-Yo... -Cloe estaba perpleja, en ese momento todo cobró sentido, pues meses atrás notó al joven muy disperso y con algunas actitudes extrañas. Tardó unos segundos en salir de su estupor y luego dijo: -Pero eso fue hace mucho tiempo. No es seguro que él siga sintiéndose de ese modo, aún puedes hacer algo. ¡Ve y muéstrale lo que tienes! -intentó animarla.
-Da igual -la pelirroja tomó el botón blanco entre sus manos y se lo mostró a Cloe sin arrancarlo del rosal-. Jamás seré como ella. Nunca seré lo que Andrew quiere. Soy como este pequeño, no importa si alguien desea que se convierta en una rosa roja, sin importar lo que haga, se convertirá en una rosa blanca -pronunció con pesar.
-¿Acaso no has leído Alicia en el país de las maravillas? -Carly prefirió quedarse en silencio-. Bien. Pero yo no me quedaré aquí a ver cómo te hundes en tu miseria. -se puso de pie-. Haré algo -dijo decidida.
Carly agradeció que la dejasen sola, hasta que unos relucientes zapatos deportivos aparecieron frente a ella y sabía perfectamente a quién pertenecían.
-Blake, no estoy teniendo un buen día. -Esperaba que el muchacho entendiera que no quería compañía. Aunque pedir que Blake captara una indirecta era como pedirle a un político que fuese honesto.
-Eso es porque estás en el lugar equivocado del jardín. Si vas del otro lado hay más sol y te bronceas mejor -comentó como si fuese algo obvio.
-Lo tomaré en cuenta -sonrió sin gracia, no tenía ánimos ni de inventar una excusa para deshacerse de Blake.
-Si tomas sol a las diez de la mañana es mejor, así ambos nos veremos grandiosos el día del baile. ¿De qué color será tu vestido? Quiero que combinemos, pero sin combinar demasiado.
-Todavía no lo sé, luego te aviso -pronunció en un tono casi robótico. Estaba pasando por una crisis y no la dejaban en paz.
¿Cómo hacían las protagonistas de las novelas para que nadie las interrumpiera en sus momentos dramáticos?
-Yo nunca he sido bueno con las palabras, el chico que hace mi tarea de literatura sabe más sobre estas cosas, pero está enfermo esta semana. Lo que quiero decir es que agradezco que hayas aceptado mi invitación, aunque sigo sin recordar cuándo pasó -habló confundido, pues llevaba rato intentando recordar aquel hecho que jamás ocurrió-. Por un momento llegué a pensar que no me querías cerca de ti. Lo sé, qué ridículo, se trata de mí. ¿Cómo es que pude pensar eso...?
Carly dejó de prestarle atención al rubio, su mente estaba demasiado ocupada pensando en formas de evitar a Madison y Andrew. No quería ver a ninguno de los dos. Pensó que quizá podría teñirse el cabello y usar un bigote falso hasta que el año terminase o cambiarse de escuela. Descartó de inmediato eso último, pues un tiempo atrás comenzó a amar su vida en la escuela, aunque sonase raro. Se sentía muy cómoda con sus nuevos amigos. Le gustaba compartir la clase de música con Cloe y fingir que sabía tocar la flauta. Se sentía muy cómoda con sus nuevos amigos. Le pareció irónico que a Madison le gustase alguien del grupo de los «inadaptados» como ella los llamaba.
La pelirroja estaba segura de que los meses que le faltaban para terminar la preparatoria serían muy difíciles. Decidió que debía alegrarse por la futura pareja que haría Andrew junto a su amiga. Pensó en que él era una gran persona, algo tosco al principio, pero cuanto te tomabas el tiempo de conocerlo, era verdaderamente noble, gracioso, además de listo y, para qué negarlo, sumamente apuesto. Y Madi era Madi, siempre fue su amiga.
Carly recordó cómo de niñas solían jugar con muñecas, se divertían tanto imaginando historias para ella y haciéndoles peinados. ¿Cuándo dejaron de hacer eso? La respuesta a era: Cuando Madison les afeitó la cabeza a todas las muñecas de Carly.