No era tan malo como pensaba, era casi una fiesta como cualquier otra, con personas bailando, conversando y riendo. Omitiendo algunas decoraciones de murciélagos y calabazas por doquier, no era más aterrador aquel vídeo de los Backstreet Boys. Además, no todos los disfraces eran horribles, había gente vestida como celebridades, personajes animados, uno que otro superhéroe y estaba seguro de que se iba acercando al puesto de algodones de azúcar.
Blake pensó que de haber sabido que había tantas opciones, hubiera tenido el mejor disfraz de toda la fiesta, en lugar de estar metido en esa máscara con pelaje sintético.
Todos parecían estarla pasando muy bien. Al rubio no le gustaba estar observando la fiesta desde fuera, como si no perteneciera allí. Tenía la sensación de ser un niño con la nariz pegada a la ventana de su casa mientras los demás niños juegan fuera. Por naturaleza se sentía más cómodo en el centro de la acción.
Pero no había nada que no se pudiera arreglar con una gran entrada.
Vio a un gran grupo de personas en un círculo observando algo con mucha atención. era perfecto, ya tenía espectadores, solo tenía que encontrar un buen lugar para quitarse la máscara y sorprenderlos a todos. Después de todo, la idea de Amber no era tan mala.
Se acercó al círculo y nadie pareció notar su presencia, nadie podía despegar los ojos de lo que sea que estuviera sucediendo en el centro de este. Blake comenzaba a preguntarse qué estaban viendo todos.
Comenzó a abrirse paso entre toda la gente que seguía soltando expresiones de asombro. Quería ver qué estaba causando tal emoción, pero la máscara no se lo permitía.
—Es el mejor disfraz.
—¿En dónde lo conseguiste?
—¡Es una locura!
Los comentarios se seguían repitiendo a su paso.
—De seguro va a ganar.
Estaba seguro de que el último comentario fue hecho por una chica pero cada vez podía ver menos entre tanta gente.
Se detuvo un momento para evitar tropezar, decidió acomodarse la máscara para que los ojos en ella volvieran a coincidir con los suyos y vaya que se arrepintió. A pocos metros de él tenía lugar una de las escenas más aterradoras que alguna vez hubiese presenciado, la prueba fehaciente de que la temporada de halloween era la peor época del año, pues ahora no le cabía duda de que todas las criaturas espeluznantes aprovechaban estos días para salir sin ser detectadas y ahí, justo frente a él se hallaba una de ellas.
Vestida completamente de negro, una melena enorme apenas cubierta con un sombrero con telarañas, una nariz puntieaguda como suelen tenerla las de su clase, guantes negros y desgastados hasta los codos. La criatura hacía unos ademanes mientras de las puntas de sus dedos salían chispas que se hacían cada vez más grandes formando llamas, seguramente estaba a punto de lanzarle una maldición a alguien.
—B-b-b- bruja —balbuceó lo suficientemente alto para que la futura protagonista de sus pesadillas lo escuchara.
Un par de ojos café hicieron contacto con los suyos y al instante el rubio sintió cómo se le helaba la sangre y la garganta se le cerraba.
La criatura lo seguía observando y en un instante comenzó a dirigirse con rapidez hacia él.
Segundos después de salir de su conmoción inicial tomó la decisión de que no valía la pena intentar ser un héroe y morir en el intento, pues su entrenamiento como atleta le sería más útil para correr por su vida, así que, siguiendo sus instintos, se dió la media vuelta dispuesto a encontrar a Amber, llevarla a casa a salvo y luego hacerla pagar el resto de su vida por casi hacer que los maten a ambos.
Estaba decidido a huir de aquel espeluznante lugar. La música sonaba como un eco en su cabeza, y el aroma a palomitas de maíz lo comenzaba a marear. Milagrosamente logró salir del círculo de admiradores de la hechicera.
Pero, una vez fuera no tuvo tanta suerte, dió unos pasos, chocó con un muro humano y al perder el equilibrio cayó sentado al piso.
—¡Mira por dónde vas idiota! —gritó alguien.
—Acabas de arruinar mi disfraz —dijo, o más bien gruñó el muro en cuestión.
Alzó la vista aún en el suelo y pudo ver que se trataba de un grupo de cinco o seis chicos vestidos como jugadores de Basquetball-zombies-hombres/lobo llenos de llagas y trozos de carne suelta que se veía demasiado realista a los ojos del rubio.
—¿No vas a disculparte? —volvió a hablar quien parecía ser el más alto del grupo, mientras se acercaba a él para levantarlo por el cuello del sacó de su disfraz.
Blake sabía reconocer al líder de un grupo, pues ese puesto suyo, y también sabía identificar que se encontraba en peligro, no era ajeno a este tipo de intimidación, pero vaya que estar del otro lado no era tan divertido.
Intentó articular su disculpa pero las palabras simplemente se le quedaron atoradas en la garganta. Más tarde diría que la camisa de su disfraz estaba tan ajustada que no lo dejaba respirar, pero muy en el fondo sabía que el verdadero culpable era el pánico que le tenía a los seres no del todo muertos.
Al no obtener respuesta el muchacho con el número veinticuatro en su camiseta volvió a hablar sin soltar al rubio: —¿Y de qué se supone que estás disfrazado, un perro con traje? —se burló.