–¡No es gracioso Elian, me encuentro a mitad de un examen! – pues sí, la famosa voz poseía nombre y por lo menos se ha dignado a decirme eso.
–Claro que lo es, además no entiendes nada del examen.
–Si no entiendo nada, pero no me encuentro en un lugar apropiado para tus chistes – y era verdad, la profesora estaba haciendo ronda entre las filas del aula.
–No importa, de igual manera estoy aburrido y tú no entiendes un carajo del examen.
–Está bien, atácame de la risa con lo mejor que tengas – no tenía caso, con Elian en mi mente no podría hacer el examen.
–¿Quién mato a los frutilupis?
–¿Quién?
–Un asesino cereal – tuve que cubrir mi boca con mis manos, a pesar de que el chiste estaba fatal, no podía evitar que algo tan malo me diera risa.
–Te ha dado risa, ¿verdad?
–Si, pero es por lo malo que ha sido Elian – entendía que, si me decía otro chiste más, me descojonaría de la risa y me sacarían del aula.
–Te diré otro.
–¡No, no más chistes! ¡No lo soportaría!
–Me has motivado con lo que has dicho – este era mi fin – ¿Cómo conviertes a un burro en un burra?
–No lo sé, dime tú.
–Pues, lo metes a un cuarto hasta que se aburra – Dios, era ilegal tener que reírme por estos malos chistes. Sin más solté la sonara carcajada y toda la clase se giró hacia mí.
–Señorita Jones, ¿Se encuentra usted bien? – me mantuve en silencio. La verdad no podría dar una excusa creíble a mi repentina risa – Como veo que no tiene intención de responder, será mejor que entregue su examen y se retire.
No puse objeción alguna. Tome mi mochila, tome el examen que se encontraba casi en blanco y se lo entregue a la profesora.
–Espero que le vaya mejor en la siguiente prueba.
–Yo espero lo mismo – sin mirar atrás (porque sabía que la atención de todos mis compañeros estaba en mí) Sali del salón de clases.
Al estar en el solitario pasillo, decidí buscar el mejor lugar para sentarme y sabía que ese lugar se encontraba en el patio trasero de la segundaria. La mejor parte de que nos encontremos en medio verano era que el sol trasmitía un calor muy necesario, además de que mi blanca piel necesitaba un poco de color. Al llegar al lugar adecuado me senté y dejé que el calor llegara a mí.
–¡Cobarde! ¡Te desapareces dejándome sola con el problema!
–¿Cobarde?, si yo no he hecho ningún daño – ahora se comportaba como el inocente.
–Por culpa de tus malos chistes me han sacado del aula y me han quitado el examen.
–Quieras o no Beth, tu y yo sabemos que ese examen quedaría de la misma manera en que lo has entregado – eso no lo podía negar, no tenía ni idea de lo que preguntaban.
–Eso no te lo negare – me encontraba tan inmersa en la conversación que mantenía con Elian, que no había notado las tres sombras que se encontraban a mis pies.