–¡Miren que tenemos aquí, Anabeth “La desquiciada” Jones! – mire a Brandon. Él era el líder de su sequito conformado por James y André, los famosos jugadores de futbol de la segundaria – ¿No dirás nada?
–¿Y qué quieres que te diga? – me levante de donde me encontraba, no quería dejarme intimidar desde mi posición.
–No sé, tal vez defenderte, ¿No negaras que estás loca?
–No puedo negar algo que se encuentra fuera de tu capacidad de razonamiento – su entrecejo se frunció, sabía que no había comprendido mis palabras y como no, si de los tres Brando era el más idiota, pura masa de músculos sin ningún conocimiento intelectual – Y si no te importa, tengo cosas que hacer
Los brazos de los otros dos chicos me detuvieron antes de empezar a caminar. No tenía que temer, pero sabía que aquello no era nada bueno.
–Piensas que te dejare escapar así sin más – una traviesa sonrisa se pintó en sus labios, eso no significaba nada bueno – Dejare que tus ideas se organicen en otro lugar.
Al decir aquello mis sentidos se pusieron en alerta, empecé a moverme con brusquedad tratando de salir del agarre que mantenían James y André en mí. Sabia le lugar al que se dirigían cuando me arrastraban con ellos, ya me habían metido ahí una vez. Al llegar al almacén de limpieza que se encontraba cerca del gimnasio, abrieron la puerta y me lanzaron dentro de él, para luego cerrar la puerta con llave.
–Tal vez ahí dentro se te pase la locura.
–¡¿Sácame de aquí Brandon?! – escuche los pasos alejarse, se habían marchado.
–A veces pienso que hablamos por conexión satelital – y ahí estaban los comentarios de Elian. Se había tardado, pero aun en la situación que me encontraba, me permití soltar una ligera sonrisa.
–¿Por qué lo dices?
–Porque en las situaciones difíciles pierdo la señal – y volví a sonreír, porque a pesar de todo, él siempre lograba eso en mí.
–Sabes lo que ocurrió, ¿verdad?
–Si, pude ver un poco a través de las imágenes y déjame decirte que nunca me había sentido tan inútil al no poder ayudarte.
Él siempre ayudaba y no lo sabía, aunque no fuera de manera física, Elian era la persona que me ayudaba a mantener mi cordura, bien podría estar gritando por auxilio o estaría con una crisis de ansiedad al estar en un lugar tan cerrado, pero no, yo me encontraba dialogando con su voz y con solo tener eso, me era suficiente para estar en tranquilidad.
–No te preocupes, voy a llamar a mi padre.