Cuando las ratas sobre musculadas se dieron cuenta de mi alegría y mi risa dejaron lo que estaban haciendo.
–De verdad que estas desquiciada – la cara que me regalaba Cristian era una obra de arte.
–Porque no me enoje la inmadurez que están cometiendo, no significa que este desquiciada – todavía había mucha duda en su rostro – Lo único que has hecho es empaparme con soda y arruinar mi delicioso almuerzo, pero después de eso no has hecho absolutamente nada fuera de un comportamiento maduro – le regale una de mis mejores sonrisa, sabía que estaba horrible, el cabello húmedo y oliendo de una manera particularmente dulce, pero no había terminado con el – En realidad les agradezco, a todos, las sodas están muy frías y deliciosas.
–Estás loca…
–Tal vez, pero no soy yo la que mantengo el cerebro entre las piernas.
Después de eso me aleje, bote mi almuerzo arruinado en el basurero y me encamine a las duchas del gimnasio, en el casillero tenía algo de ropa guardada así que tomaría una ducha, volvería a la cafetería por otro almuerzo y regresaría a las clases.
No podía jugar con el lujo de que mi padre se enterara de lo que paso, llegar empapada de soda a la casa no era una opción favorable para permanecer en la segundaria, más después de lo que paso con lo del almacén. Tres meses. Solo tres meses en la segundaria y me graduaría para ir a la universidad, poco tiempo para muchos, pero con lo que me tenía que enfrentar era demasiado, los abusos no pararían. La verdad no le sumaba o restaba el comportamiento de la sociedad estudiantil sobre mi persona, pero si me importaba el factor de mi padre. No quiero que se dé cuenta de este tipo de cosas, ya estuvo a punto de sacarme de la segundaria una vez y todos los días pone en duda mi seguridad, no tenía intenciones de que supiera los factores a los que me enfrentaba cada día.
–Lo repito por segunda vez en el día, me siento orgulloso de ti.
Estaba caminando por medio pasillo solitario de la segundaria, llena de soda hasta en el interior de mis oídos, con un olor dulzón por todo mi cuerpo y una estúpida sonrisa en mi rostro. No sabría el “Por qué” ni tenía el interés de averiguarlo todavía, pero Elian creaba eso en mí, él era el causante de mi felicidad en mis momentos de oscuridad, él era el causante de mi valentía en los momentos difíciles, con sus malos chistes y sus intervenciones inesperadas. Eso era “la voz” en mi vida, la voz de Elian eran mis ganas de vivir todos y cada uno de mis días.
–Yo también me siento orgullosa de tí, por segunda vez en el día.
–¿Por qué? No he hecho nada.
–Lo has hecho todo, más de lo que puedes imaginar.