La vida siempre actúa de manera inesperada. Manera que nunca abríamos imaginado pasarían, como, por ejemplo; conocer a alguien nuevo o experimentar situaciones que pensaste nunca ocurrirían, creo que esto es parte del futuro impredecible que siempre se encuentra un paso más adelante de lo que pensamos. Las sorpresas por las que atravesamos a lo largo del tiempo se vuelven experiencias irrevocables, decisiones correctas o consecuencias dadas por la vida, cada una de estas cosas pasan porque la vida así las quiere presentar y creo que lo que quiere lograr con esto es que no cometamos errores o por lo menos, saber cuáles cometer.
Elian nunca seria un error o una mala consecuencia que me haya presentado la vida, al contrario, ha sido como la base de mi cordura y le debo demasiado por eso. Por mantenerme en flote en el océano torrencial de mi vida. Ahora que lo conozco en persona no me cabe duda de que él es la persona que siempre espere, la persona que siempre ansiaba ver cuando me sentía mal o la persona que deseaba abrazar cuando despertaba de mis pesadillas. Él ha sido todo para mí y creo que él no es consciente de eso.
Después de mis clases y con un ansia insaciable por salir de la universidad, ya que mis preguntas no paraban a pesar de querer concentrarme. Lo bueno de salir temprano de las clases era poder encontrarme con Elian en una pequeña cafetería a unas cuadras de la universidad. Tenía que hallar una manera de saciar la sed de ansiedad que poseí mi pequeño cuerpo y poder salir del enorme enigma que siempre se hacía presente en mi vida.
Me encontraba sentada en una mesa esquinera de la cafetería, gracias al ventanal que se encontraba a mi izquierda podía ver a las personas caminar con un poco de prisa ya que al parecer la oscuridad del cielo dejaba a la vista una pronta lluvia. Aleje mi mirada del ventanal al escuchar el tintinar de las campañillas de la puerta para encontrarme a un abrigado Elian.
–¿No has pedido nada?
–No, esperaba a que vinieras – ahora que lo tenía de frente a mí y no en mi mente, trataba de grabar cada movimiento, la sutileza que guardaban sus manos, sus pies, en general, su cuerpo, eran imágenes que quería grabar siempre en mí.
–Pues no deberías, hace un frio que cala hasta los huesos – y esa mirada, esa maldita mirada que me mantenía comiendo de sus manos. Cuando subió un poco más su cabeza para encontrarse con mis ojos podría sentir como el aire helado que entraba en mi nariz salía completamente caliente – Pero no importa, pidamos algo ya porque siento que me congelare en segundos.
–¡Claro!