Upd: Último Primer Día

Querida Bianca

Tres días antes

El muchacho estaba mirando por delante de su silla. Estaba sentado al final del aula en el sector derecho, al lado de las ventanas del patio. Si bien todos los bancos estaban agrupados de a dos, en el banco de al lado suyo nunca había nadie, por lo que dejaba su mochila en la silla de al lado. Al fin y al cabo, el no tener un compañero de banco era algo que le era bien indiferente, hasta en no pocos casos le resultaba cómodo.

La clase de Geografía del profesor Bonfantti era la última que tendrían en el año. Puesto que eran alumnos de 4º año que estaban a un día de pasar a 5º. Ese jueves, la última clase del profesor consistía más que nada en un almuerzo planeado para el curso entero que en una  de las típicas despedidas que realizan los profesores para con sus alumnos en las que usan frases clichés y que ni al alumno ni al profesor mismo le importaban. Es por ello que era uno de los pocos profesores cuyos alumnos querían o, al menos, no molestaban de manera extrema en sus clases.

Claudio seguía mirando a los demás comer y reírse entre ellos. Los observaba a todos y cada uno de ellos, bueno, a gran escala obviamente, pero había alguien a quien  miraba de más tiempo por sobre los demás, era Bianca Torbellini. Una chica rubia, delgada, medianamente alta y, como su nombre lo indica, de piel blanca.

Ella había sido hace no mucho su única compañera de banco en todo lo que iba del año. Lo fue desde Junio hasta octubre cuando el profesor de Formación Ética la cambió con su antiguo grupo de compañeros (“para ayudarlos a estudiar”), y luego de manera permanente cuando el preceptor la volvió a dejar con ellos para que los “controlara durante las clases”. En realidad, según Claudio, ella no era ni muy lista ni muy tonta, simplemente era buena escuchando y repitiendo, algo que según el muchacho, fue bastante eficaz puesto que la habían colocado a su lado para que le ayudara en Matemáticas y Geografía, la cuál esta última junto a Historia dominaba muy bien.

Toco el timbre.

Todo el mundo, excepto Claudio, levantó sus brazos y empezaron a gritar y a celebrar. El profesor Bonfantti, que no era ni muy joven ni muy viejo, se asustó al principio cuando escucho el griterío ya que por alguna razón se estaba durmiendo, y comenzó a decir que bajaran la voz, pero como muy pocos le hacían caso optó por callarse y verlos festejar al mismo tiempo que se reía alegremente. Si no podía contra la estupidez juvenil, que más podía hacer aparte de dejarlos seguir.

Sin embargo, ese timbre también indicaba que era el fin de clases por el turno matutino, por lo que poco a poco los adolescentes fueron juntando sus cosas  en las mochilas y en tropel velozmente por la puerta de entrada del salón. Claudio seguía observando a los demás del aula y a ella, por lo que esperaba el momento perfecto.

Los dos “amigos-compañeros” que hablaban con Bianca rieron con ella a carcajadas y luego se despidieron de ella alegando algo que, según lo que Claudio escuchó, era “tener que salir para ir cuanto antes a sus casas para comprar el alcohol para las pendejas”. El idioma de esa generación de jóvenes era algo que Claudio nunca toleró a la hora de escucharlo ni mucho menos le agradaba.

Por fin llegó lo que esperaba. Esos dos se dieron la vuelta y se alejaron lo suficiente como para que él pudiera acercarse lo suficiente a Bianca para hablar con ella. Lo cuál lo hizo de una manera tan rápida y asombrosa para cualquiera que hubiera parecido un ninja de la escuela. Al llegar donde ella, se posicionó detrás esperando a que se girase sobre sí para verlo y saludarlo, pero como tardaba mucho en arreglar la mochila Claudio reflexionó en que verlo esperando detrás de ella podía llegar a ser algo muy “terrorífico y turbio” para ella, además de que podían alienarlo con un “acosador” o “violador en potencia” por como estaban las cosas con el feminismo radical actual o “feminazis” como las llamaban de a poco.

Finalmente se decidió a obtener su atención de una maldita vez, sacó valor de alguna parte de su friki y otaku corazón para llamarla. Extendió su mano derecha sobre su hombro también derecho y con el dedo índice lo tocó un par de veces. La muchacha se sobresaltó sin darse la vuelta mirando a su alrededor pensando que quizás se imaginó eso hasta que Claudius lo hizo otra vez más lento, ahora sí se dio la vuelta medio sobresaltada para ver la exagerada, tierna y casi al mismo tiempo tenebrosa sonrisa de Claudius.

-¡¡Heyyyy….Claudito!!-exclamó la Rubia sonriente y con los brazos extendidos abrazando a quien, según ella, era el compañero más leal e inocente del salón. A Claudio le encantaba que le llamase así.

-¡¡¡¡Como estás!!!!¿Cuanto tiempo che?¿Como está mi mejor compañero de mate y geo?- dijo la muchacha volviendo a ordenar las cosas de su mochila.




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