Claudio llegó al salón y lo vió. Se lo quedó mirando a través de la puerta abierta del aula, del lado del pasillo. El profesor Bondar, que dicho sea de paso, estaba tomando examen recuperatorio de todo el, se encontraba recostado en su silla durmiendo plácidamente con la boca abierta. Claudio no supo que hacer, si tocar la puerta y despertarlo o entrar tranquilamente confiado de que el preceptor Aurelio, un hombre viejo y a punto de jubilarse, lo retara si lo viera. Debía decidir rápido o si no estaría en problemas.
El profesor Bondar era un sujeto…bastante…peculiar. Tenía 25 años, a los 22 se había recibido de profesor y licenciado de Geografía en la universidad de la ciudad, y ese mismo año había conseguido trabajo en la escuela pública en la que ahora estaba Claudio, en los cursos de 3º y 5º años respectivamente. Era considerablemente alto, no era delgado pero sin llegar a ser muy flaco, y por sobre todo, tenía una personalidad directa y… extremadamente juvenil. A la hora de enseñar usa palabras de la jerga urbana adolescente, cuando corrige lo hace mediante poco menos que insultos de cancha y al enseñar, especialmente con aquellos que no entienden a la primera o los que no atienden, hace demostración de la paciencia propia de un bebé abuelo que quiere que le traigan la cena cuanto antes.
Aún así, y misteriosamente, nunca ha sido expulsado ni puesto en problemas grandes, excepto más que una charla con los padres enojados de algún alumno o llamados de atención por el director. Es más, en los dos años que está en la escuela, fue elegido como profesor del año y en los actos académicos de los alumnos de 5º que se reciben, el fue elegido por más de 30 alumnos para que fuese el que le otorgará el diploma de egresado. En tan solo dos años.
Esto pensaba Claudio, que seguía mirando a Bondar dormir. Pensó en esperar un poco más pero al mirar al costado vio que Aurelio giró entre el cruce de pasillos, en dirección hacia él. Afortunadamente, la vista del viejo estaba tan condicionada por su edad que a esa distancia no veía a Claudius. Excepto cuando estuviera lo suficientemente cerca.
No lo pensó más.
En un arrebato de valentía que no supo bien de donde saco, Claudio entró al salón dirigiéndose al profesor dormido. Al llegar, lo empezó a tocar tan frenéticamente que Bondar se despertó aullando aterrorizado debido a que soñó que un grupo de zombis lo querían agarrar.
-¡¿Qué pasa?¡¿¡Que pasa?!- preguntó mirando a Claudio, el cuál, sabiendo que su tartamudez le haría tardar para explicarle que Aurelio se acercaba, señaló con ambos dedos la puerta del salón. Bondar, viendo la señal, se movió rápidamente a ella, vió al preceptor ir a donde él estaba y se volvió a sentar velozmente en la silla de su escritorio.
-¡Sacá de mi mochila el cuaderno rosado y simulá que estas escribiendo algo!- ordenó a Claudio, que se movió rápidamente a su costado izquierdo haciendo lo que le dijo. Varios alumnos que estaban rindiendo, dejaron de prestar atención a sus exámenes y mirando la escena delante de ellos, empezaron a murmurar sonrientemente al escuchar la existencia de una agenda rosada del profesor. Este los vio y no tardo en corregirlos.
-¡Que están mirando giles!¡Aprueben el examen de una buena vez forros o los hago venir a rendir hasta en enero!¡Con calor y cortes de luz!
Los estudiantes a los que habló rápidamente siguieron haciendo su prueba. Apenas el profesor dijo esto, Aurelio entró en el aula, sin saludar ni mirar a los alumnos. Cuando hubo llegado a donde estaba Bondar, el preceptor le entregó la hoja de firmas de los profesores de ese turno.
-Bondar, acá tenés el libro de firmas. Cuando lo firmes mandáme a uno de tus alumnos para que me lo entregue. Preferentemente antes de las 12:30.- dicho esto, el preceptor dio media vuelta para volver por donde vino, pero antes de girar totalmente volvió a la anterior posición para mirar a Claudio. Al cuál reconoció no ser alumno del profesor.
-¿Qué hace él acá?- exclamó neutralmente pero con un tono que denotaba mucha seriedad. Claudio, que seguía disimulando escribir en la agenda rosada, sabía que el preceptor lo estaba observando, por ello se hizo el que no escuchó nada. Prefería que Bondar diera la explicación. Ya que por él estaba ahí.
-Está ayudándome a anotar los probables recursantes del próximo año- se apresuró a inventar el profesor de geografía.
-Ya veo…pero ¿Por qué está acá con vos y no en su salón con su respectivo profesor?- profundizo el preceptor, ya conocía lo suficiente al joven profesor como para intuir cuando estaba intentando sacar provecho de una situación. Puede que Aurelio sea viejo, pero tiene muy buen olfato para ser preceptor.
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Editado: 12.01.2021