Durante 600 largos y pesados años, Taiga ha buscado a la hija de Raven. La guardiana del bosque se ha enfrentado a incontables ataques contra la naturaleza. El mayor problema es que no conoce a la bebé y no sabe por dónde empezar a buscarla. En un atardecer, Taiga estaba a punto de rendirse y terminar con la búsqueda. Caminaba por las transitadas calles de la ciudad cuando tropieza con una mujer joven de cabello negro, ojos azul turquesa y sonrisa encantadora.
—¡Ay! Disculpa, ¿estás bien? —preguntó inquieta la joven de cabello negro.
—Estoy bien. Ha sido culpa mía, estoy distraída —respondió la ninfa de cabello castaño.
—¿Te puedo ayudar? —la mujer de cabello negro cuestionó con interés.
—De verdad, estoy bien. Gracias, eres muy amable —dijo cortante la castaña, ya que el contacto con los humanos no le es de mucho agrado.
Eso fue lo último que le dijo a la chica de cabello negro, pues ella abordó un taxi y se fue sin decir nada más. Taiga se quedó pensativa e inquieta. La guardiana del bosque se retiró a su casa, cerca del bosque.
—"Qué agradable chica. Ella sí es amable, no como los demás. Qué interesante sensación, su energía me resulta familiar. ¿Será ella? ¿Por fin la encontré? Pero ¿a dónde fue? Y no sé su nombre; qué torpe, no le pregunté. Además, fui descortés con ella."—pensaba con pesar y remordimiento la castaña.
Taiga se sintió abrumada por sus emociones. Sentía una mezcla de angustia, pena, ansiedad y alegría. Ella necesitaba ver a la mujer de nuevo. Quería saber si era la hija de Raven. Se quedó impactada por la belleza de la joven, su largo cabello negro, su angelical rostro y su dulce voz.
Los días pasaron y Taiga no dejó de pensar en la joven, su amabilidad y su energía. Una voz en su interior le decía que era ella la descendiente de Raven y tenía miedo de no volver a verla. Cada día salía en busca de la muchacha, pero no la encontraba.
Una tarde en un parque, Taiga estaba inmersa en sus pensamientos cuando fue interrumpida por una voz familiar que rompió su calma. La joven de cabello negro se detuvo junto a Taiga.
—Hola, ¿te puedo acompañar? —dijo una mujer de cabello negro con una sonrisa.
—Sí, claro. Adelante. Toma asiento —respondió Taiga sin darse cuenta de quién hablaba con ella.
—Gracias —dijo la mujer de cabello negro, se sentó junto a la castaña—. Por cierto, mi nombre es Mirage, ¿cómo te llamas? —le preguntó y sonrió.
—Me llamo Taiga, mucho gusto, Mirage —dijo Taiga, jugando con sus manos. Vio de reojo a la mujer.
—El gusto es mío, Taiga —respondió con calma—. Creo que te he visto antes.
—Sí, fue desafortunado y ha sido culpa mía —dijo mientras se aferraba al borde de su blusa—. Este lugar es muy, cómo decir, no me agrada. No es como mi bosque, que es un lugar hermoso y en el festival todos reunidos… —se quedó callada porque Mirage la veía un poco extrañada.
—De verdad que es un hermoso lugar —dijo Mirage con una sonrisa.
—Lo es bastante, Mirage —dijo mientras sonreía la ninfa de ojos verdes.
A Mirage le agradaba su nueva y extraña amiga. Por alguna razón, sentía que quería seguir platicando con ella. Mientras la castaña le explicaba más sobre aquel bosque de fantasía, siguieron platicando hasta el anochecer. Taiga invitó a Mirage a su casa, para que la castaña se cerciorara de si era descendiente de Raven. Las chicas estaban en la pequeña casa donde la ninfa vivía.
—Mirage, cuéntame de ti. Yo te he hablado del bosque —le preguntó la castaña con curiosidad.
—He vivido toda mi vida aquí; esta ciudad no es más grande. Debo admitir que la idea de vivir en la naturaleza me resulta muy atractiva.
—¿De verdad? Vivir en la naturaleza es muy bonito —Taiga tenía una sonrisa que le achinó los ojos.
—Lo es. A veces pienso que no tengo lugar aquí, es como no encajar —dijo Mirage.
—Si quieres, puedes decirme —comentó preocupada la ninfa de cabello castaño.
—Por dónde empezar —dijo dudosa, colocando su mano sobre el mentón—. Sucedió cuando tenía siete años. Jugaba con una amiga; mientras corríamos, ella se tropezó y cayó. Se lastimó la rodilla. Mis padres y yo tratamos de ayudarla, hice algo… —Mirage bajó la mirada.
—¿Qué ocurrió? —dijo Taiga—. Me puedes contar —la ninfa posó una de sus manos sobre la de Mirage.
—Yo… sané su herida. Lo hice porque sentí su dolor; algo en mi interior me impulsó a hacerlo. Papá me prohibió hacerlo de nuevo, y desde ese día ya no fue el mismo conmigo. Me veía diferente.
—Solo estabas tratando de ayudar y lo hiciste bien —dijo Taiga acariciando la mano de Mirage.
Mientras Taiga le dio un abrazo reconfortante a la morena, para ayudarla a sentir calma, Mirage se sintió tranquila. Después de muchos años de rechazo por parte de su padre, a partir de ese momento, Mirage y Taiga se hicieron buenas amigas.
—Mirage, no te preocupes; todo está bien —dijo Taiga—. Es parte de tus maravillosos dones y eso te hace diferente.
—Gracias por tus palabras —respondió Mirage—, pero a partir de ese momento, decidí no hacerlo, aunque no lo puedo evitar —dijo calmada mientras aún seguía abrazada de Taiga—. ¡Espera! ¿Cómo que mis dones?
—¿No sabes de tus otros dones? —dijo Taiga, elevando una de sus cejas.
—N-no, y no te estoy entendiendo; ¿a qué te refieres? —Mirage se alejó extrañada e incómoda de Taiga.
—¿Te sientes diferente? —dijo mientras miraba a la chica de cabello negro, y ella asintió—. Yo también poseo dones, ven conmigo.
Taiga sujetó suavemente la mano de la morena. Salieron de la casa a través del bosque y la llevó hasta un claro para mostrarle la magia que poseía. Taiga soltó la mano y se alejó de Mirage. Se paró en el centro del claro, levantó las manos y de ellas emanó una luz verde. El claro se llenó de flores diferentes. Esto asombró a Mirage, quien sonrió emocionada.
—¡Guau! ¡Qué hermoso! Yo también lo he hecho, pero solo con una maceta —explicó con un poco de pena.
—Estás reprimiendo tus dones y no es bueno —dijo preocupada Taiga.
—Entiendo; espero un día hacer lo mismo —Mirage caminó hacia donde estaba Taiga.
—Mirage, eres más poderosa de lo que crees; eres descendiente de una reina y debemos volver pronto a Urania —espetó firme la ninfa del bosque.
—Sigo sin comprender de lo que hablas —dijo Mirage mordiendo una de sus uñas—. No conozco ese lugar, pero si te vas, no te voy a detener.
Mirage caminó con tristeza sin rumbo por el bosque. Ella buscaba un camino de regreso hacia la casa de Taiga. Mirage se dio cuenta de que estaba perdida. Al seguir caminando en la oscuridad de la noche, resbaló y cayó por una pequeña ladera, pero no se lastimó. Sin embargo, entre los arbustos había enormes ojos cafés que la observaban con furia, ya que era una intrusa en el territorio de los lobos. Mientras, Taiga la buscó hasta encontrar el lugar donde se encontraba Mirage y, sin pensarlo, bajó hasta allí. En el proceso, se lastimó una mano; la castaña le restó importancia a su herida y fue hasta donde estaba Mirage, completamente aterrada por los lobos.
—¡Mirage! ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —preguntó Taiga, sin embargo, Mirage estaba pasmada.
Mirage no podía articular una palabra, así que Taiga decidió ver por qué estaba tan asustada. Ella también se sorprendió al ver una manada de lobos, bastante furiosos por la intrusión de las mujeres. Taiga, sin perder tiempo, hizo uso del don que poseía, que se trataba de la telepatía, y habló con el lobo alfa, logrando convencerlo de que no eran un peligro para la manada y que se alejaran del lugar.