Urania

Capítulo 5

Algunos días después del incidente en el bosque con los lobos, Mirage y Taiga hablaron de lo ocurrido, puesto que la chica de cabello negro aún parecía escéptica sobre su destino. Es comprensible, ya que no esperaba recibir tal revelación por parte de ella.
—Mirage, debemos volver a Urania; sin la protección de Raven ni la tuya, están en peligro —comentó Taiga un poco desesperada, cruzándose de brazos.
—Pero yo no estoy segura de ser a quien buscas —respondió con escepticismo Mirage, haciendo un mohín con los labios.
—¿Cuántas personas que hayas conocido hacen lo que tú? —inquirió, seria, intentando hacer reflexionar a la morena—. Estoy muy segura de que eres la reina; por favor, ven conmigo —suplicó Taiga.
—No lo sé, Taiga; ¿y si no es cierto y te equivocas? No quiero decepcionarte —comentó abatida Mirage.
La conversación no avanzó. Mirage tenía miedo de no ser quien Taiga busca y de confirmar su identidad, temía no ser tan buena reina como su Raven. Taiga necesitó recurrir a medidas extremas para convencer a la joven.
—¿Tienes miedo? —preguntó Taiga, mirando con ternura a Mirage.
—Yo creo que solo un poco —respondió Mirage, triste, evitando la mirada de Taiga.
—Yo también lo tuve, y bastante. Cuando vine aquí, a este mundo, sola. Con ingenio y paciencia sobreviví todos estos años —contó la castaña con seriedad, moviendo las manos inquieta.
—Ya sé que no debería sentir miedo —replicó la morena apenada—, pero no creo estar lista para ser reina y menos para ir a un lugar que no sabía que existía.
—¿A qué le temes? —le cuestionó indignada Taiga—. ¡Mirage, Urania peligra y solo tú puedes salvarnos! —aseveró—. Mi tiempo se acaba; siento que pronto mi magia se agota. He usado demasiada para no envejecer y así poder encontrarte.
—No digas eso —dijo Mirage, mirando a la mujer de cabello castaño; las lágrimas picaban en el borde de sus ojos—. Me asustas. No quiero que te pase nada —dijo con pesar.
—Mirage, yo regreso a Urania —explicó la castaña, más decidida—. No sé tú, pero si he de morir, quiero que sea allá —concluyó, resignada por la suerte que le esperaba a ella y a Urania.

Mirage sintió romper su corazón cuando la castaña dijo esas palabras. Sin pensarlo, la abrazó y lloró. Mirage sentía un cariño especial por ella. Taiga sentía lo mismo; solo sabía que quería a Mirage, quizás del mismo modo que a Raven. Es un cariño que las hermana siente.
—No quiero que te mueras y tampoco que te vayas. No me dejes sola —dijo llorando Mirage.
—No será tu culpa y entiendo que no quieras ir —respiró con pesadez Taiga—. Solo pido despedirme de Loreto; la quiero mucho, somos hermanas.
—Entonces, si tú te vas, yo iré contigo, y si dices que yo te puedo salvar, lo haré —comentó Mirage, aceptando su destino, aunque tenía dudas.
—La verdad, quiero llegar viva —dijo la castaña. El abrazo se volvió bastante efusivo y Mirage estrujó fuerte a Taiga, hasta dejarla sin aliento.
—Perdóname —dijo, liberando a la castaña—, pero iré contigo, te voy a cuidar —sonrió Mirage a la castaña.
—Con dificultad para respirar —no solo debes cuidar de mí, es a Urania, pero no estás sola; yo te voy a ayudar —sonrió y sujetó la mano de Mirage para calmarla.

Mientras tanto, en Urania, la barrera mágica que oculta y protege a todos se debilita, exponiendo a Loreto y a todos los habitantes a peligros considerables. Taiga es consciente del peligro al que están expuestos. Cualquier cosa puede pasar: desde que el Monte Vatra haga erupción, sepultando a todos bajo metros de lava, hasta que en el mar suceda un maremoto y que sus enormes olas lleguen hasta el Palacio, o que el invierno se vuelva eterno, congelando todo a su paso. Loreto no tiene el poder para restaurar dicha barrera o evitar cualquier desastre, así que con apremio deben volver.
La búsqueda de las piedras mágicas inicia; estas son: una esmeralda que representa la nobleza oculta en el bosque, el rubí que simboliza la compasión, colocado en la montaña Moléstron, y el zafiro que encarna la inocencia, escondido en una caverna anegada por una laguna profunda. Posteriormente a la mencionada búsqueda, se debe esperar un eclipse lunar.
Varios días después, Taiga y Mirage salieron rumbo al bosque para pedir ayuda a los lobos en su búsqueda de las piedras que las llevarán de regreso a Urania.
Después de una caminata, llegaron al lugar donde mora la manada, y después de que Taiga logró convencer al alfa, él y otros lobos las guiaron hasta una cueva en lo profundo del bosque, donde se encuentra la esmeralda custodiada por un fiero oso que la lleva en el pecho.
—Taiga, tengo miedo —dijo Mirage, tomando la mano de la castaña. Taiga se sintió nerviosa por lo que tenían que enfrentar.
—Tranquila, Mirage; todo estará bien —Taiga le sonrió a Mirage.
—Sé que contigo todo estará bien —dijo Mirage, abrazando a la castaña.
Se alejaron una de la otra para empezar a caminar hacia el interior de la cueva. Se internaron en la oscuridad de la cueva a tientas hasta toparse con un enorme bulto peludo del cual provenían estruendosos gruñidos que, por el eco, se escuchaban todavía más fuertes.
—¿Qué es eso, Taiga? —dijo, nerviosa, y sujetó fuerte la mano de la castaña.
—No hagas ruido, Mirage —le respondió Taiga, un poco temerosa, acercándose a la mujer de cabello negro.
—Lo siento mucho —susurró Mirage al oído.
Taiga se sintió más nerviosa por la situación. Ante ellas, un gran oso gruñón al que tienen que quitarle la esmeralda. El oso sintió la presencia de las jóvenes y despertó agresivo. Así que persiguió a las mujeres, que corrían asustadas hasta salir de la cueva.
Al salir, la luz de la cueva y la luna llena iluminaban todo el bosque, aunque esta parte llegaba con poca luz. Mirage y Taiga se ocultaron tras un árbol, temerosas.
—Ya no quiero hacerlo, Taiga —las lágrimas picaban en sus ojos azules de Mirage—. Quiero irme a casa.
—Mirage, ya estamos aquí y no me iré hasta conseguir la esmeralda —dijo Taiga, firme y decidida hacia su compañera.
—Pero da miedo ese oso —replicó muy asustada Mirage.
Cuando el oso salió de la cueva, Taiga vio la piedra que tenía en el pecho, la cual brillaba intensamente envuelta en un aura verde, y la magia de la piedra mantenía al oso así. Mirage solo podía ver a un oso violento. Taiga respiró profundo y se paró frente al oso. Este le gruñó furioso, pero ella no se intimidó, ya que necesitaban la piedra. Así que, utilizando otro de sus dones, que era manipular la luz, Mirage creó una enorme esfera de color amarillo mientras que Taiga trataba de hablar con él y calmarlo.
Mirage lanzó una esfera de luz hacia el oso, que por el impacto se golpeó contra un árbol; eso lo aprovechó Taiga. Con su don de la naturaleza, ató al oso con enredaderas para que no escapara, y así Mirage pudo retirar la piedra del pecho. En ese instante, el oso desapareció.
—¡Tenemos una! —gritó Taiga, dando pequeños saltos de emoción.
—No pensé que sería tan difícil —dijo Mirage, sentándose en un tronco.
—Son pruebas para poder ir a Urania —explicó Taiga con calma. Observó la esmeralda y se sentó junto a ella.
—No te ves bien —dijo Mirage, intranquila.
—Estoy bien —respondió Taiga, sonriendo y poniéndose de pie para caminar hacia su casa.
Tan pronto como llegaron a la cabaña, Taiga se dejó caer en el sofá para quedarse profundamente dormida. Mirage no resistió verla así, así que la cubrió con una frazada y se acomodó junto a la castaña para abrazarla. Las jóvenes esperan poder encontrar pronto las otras piedras, para así ir a Urania y protegerla de cualquier peligro.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.