Utopía

Prefacio

... Avanzaba demasiado despacio. El sol me lastimaba los ojos, pero no tanto como la arena empujada por el viento que frenaba mi caballo y dejaba la piel de mi cara, que no estaba cubierta por el pañuelo, y mis manos en carne viva.

-Ya no queda piel de princesa- pensé en voz alta, triste mientras recordaba lo mucho que a === (una distorsión parecida a cuando se pierde la señal en una radio impedía escuchar nombres o recordar rostros) le gustaba y lo mucho que la había cuidado.

El caballo, demasiado cansado y sediento, tropezó y me lanzó de cara contra la arena. Yo por mi parte, apenas tenía fuerzas para ponerme de pie, llevaba huyendo dos días, ya casi iban a ser tres, y no se hacía más fácil. Al contrario, tenía que tomar decisiones rápidas y eficientes, sin dudar, y me encontré clavando mi puñal de zafiros que se manchaba de sangre del que antaño había sido un hermoso y oscuro semental mimado.

-Yo también voy a acabar así en poco tiempo- dije mientras limpiaba la sangre bajo el sol del medio día, recordando como la siniestra === me había enseñado a apuñalar directo al corazón, desde un lateral de las costillas que dieron un par de golpes antes de dejar de moverse, cediendo al cansancio del camino -. Quizás, tu muerte va a ser más dulce que la mía...

... El camino había resultado extremadamente duro, largo y tortuoso, no sabía si iba a lograrlo yo sola, y no hubiese tenido medios para ayudar a la desdichada compañía que me había llevado hasta ahí. Sabía que si le hubiese pedido ayuda al servicial === no me hubiese costado trabajo ninguno, pero tendría que haber dado explicaciones innecesarias que hubiesen estropeado mis planes. Pero alejarlo de mí, dolía mucho más que cualquier herida...

Ya no importaba lo que sintiera por él o por cualquiera de mis amigos porque, básicamente, en unos minutos estaría muerta. Tal vez beber esa desagradable y espesa sangre de caballo me ayudaría a lograr alcanzar mi nueva meta... Ya no era una perfecta utopía... ya no era nada... sólo arrepentimiento. Y seguí avanzando agotada. Un pie delante del otro. Sólo un paso a la vez...

Aún no me hacía a la idea de dejarlo todo atrás. Sabía que tenía que hacerlo para salvar al mundo y a mis amigos, pero me empezaba a arrepentir...

-¡No! ¡Tengo que hacerlo!- me grité a mí misma -¡Esto es tu culpa y sólo tu culpa Angelique! No te puedes arrepentir ahora... No ahora... Es muy tarde... Sálvalos...

Los últimos metros fueron los más difíciles con esa luz del atardecer, la cima de la montaña parecía más cercana a doscientos metros de la base, pero no necesitaba llegar hasta ahí, ya estaba en la entrada de la cueva que se convertiría en mi tumba. Una simple y tosca grieta en una pared de piedra. Era curioso como el tiempo se desdibujaba. Siempre había sido impaciente e impulsiva, queriendo que el tiempo de acelerase para alcanzar mis metas rápidamente, como si el proceso no importase, como si la vida funcionase a mi antojo... ¿Era mi culpa pensar así o también habían contribuido todas esas personas que me habían hecho creer que era importante y no un ser humano egoísta y codicioso como todos?

Tomé uno de los frascos pequeños y oscuros llenos de ese líquido vital dentro de mi bolso. Era de él; que irónico, === me llevaría a la muerte. Aunque sabía que sin ni siquiera pedírselo, él daría la vida por mí...

Bebí las pocas gotas que quedaban y que no podía desperdiciar. Tres simples gotas... tal vez 10 segundos.

- ¡Atbarralettriet!

Un haz de luz cegadora que apareció delante de la grieta me avisó que la puerta estaba abierta. Inhalé y crucé firme y decidida la pantalla de luz. Era mi deber, yo era la única que podía hacerlo, sencillamente, porque todo era mi culpa.

Pasé a un pacífico palacio de oro y caí de rodillas agotada disfrutando de la frialdad de las baldosas de mármol. La cálida luz del atardecer que en el desierto me había deshidratado, aquí me envolvía como un suave pañuelo de seda que entraba en columnas inclinadas. Me levanté de nuevo, sin ganas, y pasé la entrada ignorando las escaleras que llevaban al cómodo aposento del segundo piso. Si paraba, sabía que no iba a poder hacerlo. En lugar de eso, atravesé el comedor, la sala de reuniones y llegué a la puerta lateral de las cocinas que llevaban al sótano frío y silencioso, lleno de humedad y secretos. Recorrí rápidamente el laberinto y llegué a la cámara central, una habitación tallada en la propia roca: 8 puertas, 8 haces de luz iluminando la sala desde el techo, un pedestal en el centro con 8 espadas, a 8 pasos de mi fin...

Me dirigí al pedestal de 8 lados y disfruté de mis últimos segundos mientras avanzaba, permitiéndome, por primera vez en mucho tiempo, pensar en la gente que había conocido. En aquellos que habían sido los fieles seguidores de mi causa y que poco a poco, pasaron a ser mis amigos, y más tarde, en la familia que había perdido y nunca había conocido. Había ignorado tanto de niña... había ignorado tantísimo de adulta... hubiese renunciado a todo lo que había tenido por ser una persona normal...

-Molig duetsuletog etsul triup froignolatler. Triogmolat molig verigduat croogmolog poratgasog yis nolog verupetlerveratsul at atbarraligraltriet jotatmolatsul.

Abrí los ojos y nada pasó. Las lágrimas empapaban mis mejillas y me di cuenta de por qué la Puerta no se destruía. Yo no quería morir, quería vivir... vivir la vida que nunca me habían permitido, disfrutar de la compañía de la gente que había conocido, ser libre de tomar mis decisiones sin seguir órdenes de nadie más, no tener poder sobre nada ni nadie, decidir a quién amar... recordé claramente su calidez, amor y abrazos...

Por él, por === y por todos, volví a repetir con más fuerza el conjuro.

-Molig duetsuletog etsul triup froignolatler - La habitación empezó a temblar y supe que esta vez sí iba a funcionar - . Triogmolat molig verigduat croogmolog poratgasog yis nolog verupetlerverats...




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