Utopía

Capítulo 9.- Navidad

Antes de que pudiera darme cuenta, Thomas me había subido al tejado.

Se iba a separar, pero lo abracé muy fuerte por la cintura y lloré contra su pecho. Apenas podía pensar en algo más que no fuera que mi amado Nathan estuviera besando a otra. Ni siquiera me di cuenta cuando Thomas me abrazó por los hombros y me dejó llorar hasta que mis ojos se secaron.

Yo misma me separé avergonzada, limpiándome las lágrimas de mis mejillas después de un rato.

-Gracias- dije sentándome.

-No es nada- miraba aburrido las estrellas mientras se dejaba caer en el tejado-¿Cómo no te deshidrataste?-preguntó viendo su chaqueta del uniforme.

Sonreí limpiandome lo último de las lágrimas y me tumbé a mirar las estrellas junto a él. Suspiré y dije concierto bochorno:

-Gracias.

-Ya te dije que no es nada. Sólo te deje llorar-giró su cabeza hacia mí y luego regresó a ver el pedazo de luna que se iba ocultando detrás de las nubes oscuras que se deslizaban frente a ella.

-No es por eso... Gracias por salvarme la vida. No te había agradecido- hasta ahora no me había dado cuenta del bochornoso que era haber llorado frente a Thomas -. Te debo mi vida.

-No lo creo- dijo sentandose y mirándome a la cara.

-¿Por qué?- pregunté confundida levantándome también.

-En la piscina... el otro día... casi te ahogas por mi culpa.

-Fue un tirón, no fue tu culpa.

-Pero, yo te hice apostar. Lo habías dicho y... Te puse en peligro. Si no hubiese sido por tu hermano -hice una mueca incómoda y al mirar hacia otro lado, Thomas se dio cuenta y paró de hablar un segundo- ... Hubieses muerto.

-Mi mala suerte no es tu culpa-le sonreí tranquila intentando parar el dolor que tenía en mi pecho-... Y me da igual lo que digas te debo una.

-Como quieras dijo sin ánimo...

A pesar del viento frío, seguimos mirando las estrellas que se ocultaban y aparecían entre las nubes un buen rato más cubiertos únicamente por la manta.

-¿De dónde eres, Thom?- pregunté aburrida después de un rato.

-De Berlín-dijo bostezando-, ¿y tú?

-Creo que de Oxford, aunque me siento más de Londres, porque he vivido la mayor parte de mi vida ahí..

-¿Crees que de Oxford?- pregunto mirándome desconcertado.

-Sí, ahí me encontró mi hermano.

-¿Eres adoptada?- asentí sin vergüenza sonriendo.

-Tenía más o menos 5 años cuando me encontró, aunque nadie lo sabe con certeza y, a decir verdad, recuerdo poco antes de ese día.

-¿Y qué pasó ese día?- se sentó y me quedó mirando esperando la respuesta.

-¿Te interesa mi vida?- pregunté divertida.

-Puedes sentirte orgullosa- dijo apartándose el flequillo sonriendo con suficiencia.

-En realidad no lo recuerdo muy bien, pero estaba en un callejón oscuro. Tenía miedo, hacía mucho frío, no tenía ropa y lo único que hacía era llorar y temblar. Nate me encontró llorando en el callejón, aterrada por los truenos. Luego llegó la policía, pero Nathan estuvo preocupado por mí y después me buscó para adoptarme. Nunca nos hemos separado salvo el tiempo que estuve aquí en Utopía...

-¿Lloraste porque piensas que lo vas a perder?- preguntó aburrido.

-Sí- dije con vergüenza mirando mis manos. Thomas no tenía ni idea.

-Nunca lo harás- dijo con las manos en los bolsillos-. El día que lo conocí en la piscina... Fue demasiado extraño... Me miró con odio. Como si sólo fueras para él...

-No digas tonterías. Eso es ridículo.

-Eso es lo que me pareció- se levantó, recogió su manta y saltó su balcón-. Creo que ya es muy tarde y tengo sueño. Buenas noches.

-Buenas noches- dije mientras me bajaba en un tornado de viento suave.

Era ridículo que Nate hubiese hecho eso. Thomas era un exagerado.

o-o-o-o-o

El día siguiente, fue un día extremadamente irritante por las miles de preguntas que me incomodaban preguntando si estaba bien, qué había pasado, si no había perdido algún miembro de mi cuerpo... Murmullos y rumores de suicidios, un romance con Thomas, suicidio por un romance con Thomas, y otras cosas estúpidas me perseguían en los pasillos, y el comedor no era una excepción.

Cuando me acerqué a la mesa del grupo A, los de tercer año siguieron en sus cosas, al parecer, eran los únicos que me consideraban una más del montón. Celeste, Sofía, Caroline y sus amigos me miraban de reojo muy extraños, pero mis compañeros de primer año se callaron cuando llegué y supe que estaban hablando de mí.

Sentía los ojos de los múltiples estudiantes en mi espalda, pero esa época de instituto donde pretenden hundir tu reputación y maginarte con un montón de chismes y rumores ya la había superado. No era más que un puñado de niños...

Sólo por curiosidad, regresé a ver el rostro de mis compañeros, Niel estaba celoso, se notaba a leguas. Maritte se reía con su típica mueca sardónica. Edvard intentaba aparentar que no me veía. Richard se reía con sus pensamientos. Esme debatía internamente si debía hablar o no. Pero todos tomábamos nuestra crema de espinaca, Margueritte sopa, con los pequeños cubos de pan tostado como si fuera lo más interesante del mundo.

-Hola- soltó Thomas alegre como nunca llegando a sentarse a la mesa.

Todo respondimos a su saludo. Pero antes de que se sentara en su sitio habitual, Richard se levantó de mi lado y le preguntó, claramente burlándose, si quería sentarse en su sitio. 

-De acuerdo- su semblante alegre no cambiaba en lo más mínimo, a pesar de que se estaban burlando de él.

-¿Cómo así tan alegre?- preguntó Richard riéndose con los demás, salvo Nathaniel, que se cruzó de brazos enojado dejando de comer su crema.

-Voy a viajar con mi padre a Viena- respondió feliz -, para participar en una reunión del Consejo por fin.

-¡Qué triste!- soltó Margueritte- Vas a estar lejos de Beth.

Su tono fingido de tristeza era desesperante.

-¡Ya basta!- golpeé la mesa con mis manos, poniéndome de pie y empujando la silla en el acto.




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