Utopía

Capítulo 10.- Espeluznantes fiestas

Nunca pensé que me haría tanta ilusión recibir regalos, pero fue fantástico. Primero, abrí uno verde que ya estaba agujereado, eran chocolates que me había obsequiado Niel, pero Francis y Adri acabaron con ellos antes de que los viera siquiera. Luego tomé una bolsa roja con papel crepé verde; dentro había un suéter con una bufanda roja tejida con algunos agujeros y una nota.

<< Hola Beth,

¡Feliz Navidad! Intente hacerte una bufanda, pero no me quedo demasiado bien ☹. El suéter sí lo compré, espero que te guste :D.

Esme.

PD: Si quieres, mi madre me dijo que vengas a pasar año nuevo con nosotros. ¡Espero que vengas!>>

Esme era un amor, siempre tan atenta. Me puse la bufanda, y a pesar de tantos agujeros, era la mar de calentita. Después de su regalo, cogí una caja de cartón simple. Encontré 2 botellas de mí medicina, Nathan sólo escribió que se iba ausentar por 2 semanas, me entristeció que ni siquiera dijera feliz Navidad… Me limpié una lágrima con la mano y dejé de pensar en lo mucho que nos habíamos distanciado.

Tomé el regalo más grande de todos, era morado, y lo abrí. Dentro había un vestido corto, bastante sencillo: cuello alto, totalmente liso y mangas arrugadas qué se abombaban en los hombros, tenía estampado de guepardo, pero en tonos azules y morados. Dentro de la caja también había un cinturón negro, unos pendientes largos de oro, un collar a juegos con lo que creía zafiros, una peineta con las mismas características y una nota.

Al ver los garabatos, supe que eran del director sin siquiera haberlo leído:

<<Señorita Elizabeth Smith,

Cordialmente, reciban mis atentos saludos. Lamentó haberla dejado sola en el colegio, pero hubo un asunto de extrema urgencia. Espero que el vestido sea de su agrado.

Reciba mis mejores deseos esta Navidad y pase un buen año nuevo.

Atentamente,

Friedrich Sullinger.>>

Debía admitir que el viejo tenía buen gusto...

Por último, tome una pequeña cajita negra con un lazo dorado, debajo tenía una nota.

<<Hola Beth,

Sé que no querías nada por Navidad, pero espero que te guste. Sólo tienes que liberar un poco de magia. No quería que estés sola estas vacaciones, pensé que ibas a estar con tu hermano, pero lo vi por aquí desde hace unos días. Sé que guardas secretos, pero tal vez un día tengas la confianza para contármelo. Eres la primera amiga de verdad que tengo. Gracias por tu amistad, aunque no creo que sea tan difícil ser amigo de alguien tan perfecto como yo.

Sé que no viene al caso, pero practica tu magia. Mi padre estuvo hablando con el director y nombraron el Torneo Mágico. Obvio que ya soy elegido por Utopía, pero si practicas seguro entras.

¡Feliz Navidad!

Thomas Enzenberg.>>

Parecía imposible, pero escribía peor que el director. Aparte de su típica muestra de autoestima muy elevada, no entendía el resto. ¿A qué tenía que aplicar magia? ¿qué torneo? ¿para que debía practicar mi magia?

Levanté los hombros y dejé la nota en el borde de mi cama. Con ambas manos abrí la cajita negra con cuidado. Dentro había un cojín muy suave de terciopelo y en el medio una especie de huevo del tamaño de un pomelo. Era totalmente negro y muy frío. Lo sujeté en la palma de mi mano e hice lo mismo que en los exámenes, liberé parte de mi magia, tal vez fue demasiada, y caí mareada en la cama sin perder de vista el extraño huevo.

Vi como aparecían grietas que mostraban haces de luz desde el interior del cascarón, que empezó a ponerse tibio. Liberé un poco más de magia sin dejar de ver la luz hipnotizante y, al poco tiempo, el cascara se empezó a desprender, dejando en mi mano un gatito negro dormido.

Era realmente diminuto y giré mi mano observándolo. Al despertarse por fin, vi que tenía los ojos rojos con el borde exterior burdeos.

Francis y Adri se acercaron curiosos por la luz. Los subí a la cama con mi otra mano, y dejé al gatito que empezaba a bostezar y desperezarse. Primero, le mostraron sus dientes afilados, pero se calmaron cuando los acaricié a todos y les dije que debían cuidar al gatito.

Siempre había querido un gatito negro, pero Nathan se había negado. Ahora por fin lo tenía, y tenía que agradecérselo a Thom.

Me levanté después de un rato y dejé al gatito jugando con mis Gremlims. Fui hacia el escritorio, y encontré mi magnífico desayuno, que no parecía hecho por los duendes, sino más bien parecía sacado de alguna cafetería realmente sofisticada y cara. Confirmé mi teoría viendo la firma de la franquicia en la servilleta debajo de los cubiertos plásticos.

Les dejé el pan con mermelada a los Gremlims e intenté que el gatito comiera, pero ni el huevo revuelto, ni la leche fueron de su agrado.

Toda la mala vibra y la sensación horrible de estar a punto de ser apuñalada por la espalda en el colegio habían desaparecido, y estaba dispuesta a ir a trotar un poco. Lo cual era muy raro en mí, pero sentí la necesidad de correr en el gimnasio, ya que afuera hacía frío.

-Hola.

Grité asustada en el segundo que abrí la puerta.

-Normalmente, un hola se responde con otro, Beth- me dijo Thomas burlándose por mi reacción.

-Hola -dije intentando frenar mi pulso con una mano en el pecho- ¿Qué haces aquí?

-Sí, yo tamién me alegro de verte- respondió sarcástico y molesto apartando el flequillo de su frente.

Me quedé callada un poco enfadada por el susto.

-... ¡Está bien! Vine aquí porque mi padre entró a una reunión ultra secreta a la que no me deja entrar- dijo cruzándose de brazos mientras se apoyaba en el marco de mi puerta haciendo pucheros -. Para estar aburrido escuchando parlotear a Magdalene de lo mucho que le gusta su vestido sin parar, preferí venir a la escuela y estar contigo. Me caes mejor.

-¿Se supone que tengo que agradecértelo?

Pero antes de que pudiese responder, mi gatito saltó a mi hombro clavándome las uñas cuando llegó.




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