Utopía

Capítulo 20.- La triste historia de mi vida

Me froté la espalda donde me golpeé por la caída y revisé el resto de las cosas que había dentro del colgante/baúl. Saqué la tiara, y vi como brillaba por la luz que entraba a través de la ventana del balcón. Era pesada, pero todos los colores del arcoíris en su reflejo me encantaban. Era pequeña y delgada, pero llena de cristales en un trabajo exquisito. No era como la típica diadema de reina de belleza con cristales en metal barato, más bien parecía real con esos cristales pulidos de diferentes tamaños. Me la coloqué, pero mi cabello no me gustaba, así que dejé la pesada obra de orfebrería en la mesa y me solté la trenza para empezar a cepillarme. Me hice un moño alto y luego me coloqué la tiara de nuevo.

-Grrrr- mis Gremlins se veían felices.

Moon ronroneaba en mi pierna con su cabeza asomándose en el espejo. Supongo que a todos les gustaba, incluso a mí… y no quería parar, así que fui a por el maquillaje que nunca usaba de la cómoda. Me delineé los ojos en negro y me puse rímel. Me pinté los labios y me puse un ligero colorete en las mejillas.

Busqué en el colgante y encontré el pantalón. Era grande, así que lo dejé a un lado. Tenía un olor agradable, a rosas y de alguna manera se me hacía familiar. Miré mi ropa de nuevo en el espejo y no me gustaba como quedaba, así que busqué en el armario algo que quedara bonito. Elegí un jean negro parecido al que había sacado del baúl; también me puse una blusa blanca estilo pirata de hombros descubiertos, mangas abombadas y me coloqué un corsé rojo oscuro apretándolo como podía a mi espalda. Necesité muchos saltos y algunas contorsiones.

Fui a por las botas del baúl, pero era un poco estrecha la bota derecha por lo que ni lo intenté con la izquierda; así que entré al armario y cogí unas botas de tacón de color marrón hasta medio muslo. Amaba ese armario.

Por último, cogí la espada, y casi me caigo en el intento de sostenerla. No sabía cuanto pesaba una espada de verdad, pero se veía genial, como la de un mosquetero. Empecé a jugar un rato después de atar el cinturón que sostenía la vaina, hasta que abrieron la puerta y salté, escondiendo como pude el arma a mi espalda inútilmente.

-Beth, es hora de… ¡guao!- Aless se quedó muda al verme.

-¿Qué pasó?- pregunté nerviosa quitándome la tiara.

-¡No te la quites!- me detuve antes de dejarla en la cómoda y la vi por un par de segundos antes de ponérmela -Ven conmigo.

Me tomó de la mano, no respondió ninguna de mis preguntas y no dejó de tirar de mí, hasta que estuvimos en la puerta de la Oficina del Director.

-Él tiene que verte- dijo más para ella que para mí -. Y tú tienes que verla.

-¿A quién?- pregunté confundida.

Pero se movía impaciente delante de mí, mordiéndose las uñas y golpeando de nuevo la puerta de la Oficina, una y otra vez.

-¿Qué es lo que ocurre para que llamen tantas veces…?

El Director que en un inicio estaba enojado, abrió los ojos como platos y se quedó mudo.

-¿Qué… qué ocurre?- pregunté sintiéndome como si hubiese roto algo valioso.

-Pasa- dijo Aless empujándome por la espalda causando que empujara al Director sin querer, que parecía en trance.

Me dejó en la entrada. Regresé a ver el Director que parecía debatirse consigo mismo, hasta que recobró su postura seria y me miró directamente, intimidándome, por lo que regresé a ver a Alessandria que corría por todas partes de esa oficina sin dejar de ver el muro central.

-Señorita Smith- me llamó el Director.

-¡Beth! ¡Ven!- me llamó Aless alterada y fui hacia ella quitando la vista del Director.

Llegué corriendo al segundo piso y vi lo que me señalaba. En medio de la gruesa columna de donde el Director sacaba sus cosas, habían cientos de cuadros. Pero al fin encontré el cuadro que Aless quería que yo viera…

Era yo, sonriendo ampliamente, con una ropa muy similar a la que llevaba puesta incluso la hermosa tiara, sólo me faltaba el abrigo morado, y el chico de piel bronceada y cabello blanquecino, estaba arrodillado a mi lado junto a otro chico de cabello castaño, piel blanca y ojos celestes como… los de Nathan.

-¿Quiénes son?- le pregunté confundida a Aless.

-Son Perfecta Utopía, Sueño Real y Luna de Plata- respondió el Director en vez de ella.

-Son Angelique, Nathaniel y Argento- corrigió Aless.

Mi cabeza me empezó a doler. Me senté en el suelo y la sujeté mientras veía imágenes de mí y esos chicos: brindando, a caballo, riendo, jugando, en una batalla…

-¿Quiénes son?- repetí casi llorando por el dolor.

-¡No tiene que saberlo!- respondió colérico el Director.

-¡Entrégueme el Diario!- exigió Aless -Lo necesita.

-¡Acaso no es capaz de ver lo mal que está!

No sabía realmente por qué peleaban, pero el dolor de cabeza bajaba poco a poco.

-¿Qué me sucede?- pregunté apoyándome en la espada y la barandilla del pasillo medio para incorporarme.

-Tiene un Bloqueo en sus memorias- dijo enojado y nervioso, algo desesperado -. Es algo que resulta peligroso. He intentado investigar como retirarlo, pero no hay manera de quitarlo. Sólo se destruirá cuando usted misma lo desbloqueé.




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