Utopía

Capítulo 27.- Saliendo del laberinto.

-¡Vamos, Beth!- dijo cuando retrocedí de nuevo -Esta vez no te subestimé e hice esta criatura para que no pudieras escapar.

Unos bultos empezaron a recorrer a ese monstruo de atrás hacia adelante, haciendo que supurara más líquido negro por las uniones de su horrible piel, su boca y ojos. Empezó a crecer, haciéndose aún más grotesco, rompiendo algunas de las costuras y exponiendo más de su apestoso y negro interior. Pero a pesar de sus advertencias, lo intenté. No podía transformarme por completo, pero mejorando la forma de mis piernas debía ser suficiente. Empecé a correr por los pasillos que se retorcían y entrecruzaban a una velocidad vertiginosa. Esta vez no era un entrenamiento, esta vez corría por mi vida… Pero estaba en mi límite, y después de 15 minutos intentando salir, mi Magia falló, acortando mi pierna izquierda antes que la derecha, haciendo que cayera al suelo y rodara por la inercia del avance hasta que choqué de lado contra una de las paredes de rosas, desgarrando mi piel y ropa del lado derecho. Mi cara, brazo y torso sangraban, pero no podía detenerme.

-¿Dónde estás?- cantaba alargando las sílabas.

Sonaba cerca... sólo me puse de pie, respirando muy fuerte mientras me presionaba contra la pared lastimándome. Tenía que salir de ahí y avisar a todos que estábamos en peligro. Mi corazón latía tan fuerte, que apenas escuchaba nada más, excepto mis latidos. Tenía que calmarme, pero cada paso que escuchaba más cerca de mí, me hacía perder el control por completo. Sentí que venía por mi izquierda, así que con dificultad avancé paso a paso, mirando en la dirección de donde venía el sonido.

Necesitaba Magia y fuerza, pero no me quedaba nada en realidad. Seguía dando pasos cortos, evitando hacer ruido, cuando logré pasar dos cruces, sintiendo esa cosa cada vez más cerca, empecé a correr despavorida, intentando no gritar del miedo. Conté cerca de 30 cruces, pero aun así sabía que no podía perderlo. Necesitaba ayuda, sin Magia ni fuerzas y llena de pánico, lo único que podía lograr era desmayarme… El sol ya había caído por completo, no veía nada, y volví a sentir de nuevo ese ser cerca de mí. Sentí la risa del que una vez fue mi hermano disfrutando de mi pánico, sabiendo que me atraparía, no teniendo prisa y alargando mi agonía.

-¡Vamos, Beth! Ambos sabemos que estás agotada. Eres realmente mala como Metamorfo, aunque nunca pude enseñarte debidamente.

Él lo estaba disfrutando y eso me daba más nauseas que el asqueroso olor pútrido del cadáver monstruoso que me perseguía. ¿En serio había vivido con un psicópata casi toda mi vida? No podía creer que ese fuera Nathan. El hermano que me había consolado cuando lloraba por las noches después de una pesadilla, el que llevó a un ejército de zombies a la casa de los abuelitos de Esme, el que me había enseñado a bailar, el que había enviado asesinos a la Academia…

Apenas veía nada, y empecé a avanzar a tientas, poniendo mi mano derecha en la pared, caminando lo más rápido que podía. Al menos, con su infinita vanidad, Nathan me indicaba que seguía lejos con sus comentarios sobrados. Un paso, y otro, y otro más rápido… Mis piernas estaban agotadas, mi cara empezaba a dolerme por la sangre seca que no me dejaba gesticular y mi mano cada vez se arañaba más en ese infinito laberinto que no se acababa.

Un cruce, y otro, y otro más… No se acababa el estúpido laberinto…

-¡Ya me estoy cansando!- gritó bastante cerca, haciéndome saltar revisando inútilmente a mi espalda.

No podía ver nada en la noche, ni siquiera la luz de la luna llegaba entre la maraña de tallos y hojas que de alguna manera seguían florecidas a pesar del crudo invierno. Caminé un poco más rápido, llegando a otro cruce, pero no lo era... Era una separación irregular entre las paredes. Sabía que me iba a raspar, pero no me importo. Era muy probable que no me siguiera en esa dirección, era más una parte irregular que un camino... Pero, en realidad no llevaba a ningún lado. Era como un cuadrado cerrado. No era buena idea, pero me senté y descansé un par de minutos mirando al cielo, intentando ver alguna luz o algo que me guiara. No es que fuera muy buena en astronomía, pero si lograba ver las estrellas que se veían desde mi habitación, tal vez podría orientarme hacia la Academia… Pero era inútil, las nubes lo cubrían todo por completo y me empecé a dar por vencida.

Me pareció que pasé sentada una eternidad y dejé de escuchar las pisadas de la bestia. No pensaba que Nathan se iba a dar por vencido tan fácilmente, pero ahí, abrazada a mis rodillas, llorando de impotencia, cansada y adolorida, sentía que era un regalo que no merecía. Sentí que fue suficiente tiempo y estiré mi mano a tientas para localizar cualquier pared, pero nada de eso fue lo que toqué… Un objeto frío y metálico cayó en el suelo, dejándome helada por el ruido.

-¡Ya sé dónde estás!- gritó un poco lejos -No te vas a escapar de nuevo. Ya he perdido una hora contigo- cada vez lo oía más cerca, como si corriese y no le quedara mucho tiempo para atraparme.

Intenté ponerme de pie otra vez. Mi mano llena de cortes, me dolió cuando se clavó raíces y pedritas del suelo, pero eso no importaba. Ahora mismo, dudaba que los 14 años que vivimos juntos influyeran en su decisión de dejarme con vida…

Pero un fantasma apareció de color rojizo poniéndose delante de mí y me detuvo.

<<Jerk girl. Coge la copa>>

-¿Daisy?- pregunté incrédula reconociendo su voz de urraca.




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