Utopía

Capítulo 33.- Brillando como el oro

-¿Es verdad que casi mueren en la prueba de ingreso al Torneo?- un micrófono casi me golpea la cara de la velocidad.

Retrocedí asustada y regresé a ver a Thom, que intentaba protegerme detrás de su espalda, mientras apartaba a los reporteros.

-¿Es cierto que casi mueren?- preguntó otra mujer con micrófono en mano.

-¿Su padre no fue quien revisó todo para las pruebas de ingreso al Torneo?- esta vez, Thom se cansó y apartó el micrófono con un golpe brusco, haciendo que cientos de flashes saltasen.

Las preguntas seguían acosándonos en esa masa de gente que nos seguía con grabadoras y micrófonos en busca de detalles sobre la prueba que no estábamos seguros de haber pasado aún.

Habíamos tardado un par de horas en descender la montaña y encontrar los dichosos aparatos con el botón de auxilio. Había hecho bromas y comentarios hirientes a Thom, que apenas se defendía por la culpa, hasta que se cansó y después de responder enfadado, volvió a ser el mismo Thom que conocía dispuesto a cualquier cosa para seguir conversando y defender su orgullo.

Cuando encontramos por fin, el dichoso botón y lo apreté… nada pasó. Al parecer ninguno de los botones funcionaba, ni siquiera en el GPS.

Thomas se enojó y gritó, con tanta fuerza que una avalancha se produjo. Me quedé paralizada escuchando el estruendo de la nube blanca que descendía sin pausa hacia nosotros…

Necesitaba generar unas alas, capaces de salvarme y salvar a Thom. Pero antes de que pudiese hacer mi Círculo Mágico, antes de que pudiese respirar siquiera, Thom ya había reaccionado y detuvo a medio camino la nieve, haciendo que formara un gigantesco bulto nevado que comprimió y lo lanzó hacia la cima, donde explotó como un fuego artificial inofensivo a la enorme distancia la que estábamos.

-Lo siento- se disculpó cansado respirando con cierta velocidad -. No debí gritar.

-Gracias- dije sorprendida por el crecimiento de su poder.

Después de eso, regresamos a la cabaña, y pasamos 24 horas más esperando a que nos sacasen de ahí, mientras entrenábamos, presumiendo nuestros avances, incluso me alabó por mis habilidades de pelea, aunque su cara cambió cuando le dije que había sido gracias a Maritte y Niel.

Cuando nos “rescataron”, Marcus vino desesperado buscando a su hijo. Aunque, si me lo preguntabas, yo juraba que era por las cámaras. Me hicieron a un lado, y grabaron el emotivo encuentro, pero la cara de Thom, esa frialdad y coraje en su expresión, hacía que el teatro de Marcus se desmoronase.

Nos llevaron a la sede del Concejo, y empezó el martirio de las preguntas. Al principio, respondía, pero luego de un rato, el mismo Thom me dijo que no respondiese a nada. El Director vino por mí, y nos fuimos a la Academia, donde pude descansar y cambiarme la ropa que había llevado por 2 días y medio. El Director me dio mi colgante, y desapareció, ordenándome que no me moviese de ahí.

Moon se tumbó en la alfombra, llamándome para que me acostase sobre ella. Lo disfruté bastante, también cuando Adri y Francis me regalaron bombones… ¿de dónde los habían sacado? Y mi última sorpresa fue la mejor: Aidan, lloroso y asustado, vino corriendo a abrazarme, llenándome de besos que me quitaron todo el dolor y el cansancio. Lo levanté y lo senté en mis piernas.

-¿Estás bien, mami?- preguntó secándose las lágrimas de la cara.

-Sí, aunque no sé si pasé la prueba- dije revolviendo su cabello -. ¿Tú qué hiciste en mi ausencia?

-Yo esperaba a que regresases mami. Yo sabía qué te podía pasar y estaba asustado- lo abracé con ternura y lo besé en su cabecita color miel -. Niel llegó primero, Maritte, Esme y Aless lo hicieron después, luego un montón de gente que no conozco… pero tú no llegabas mami y me asusté- añadió con un puchero que me dio ganas de abrazarlo y no volver a hacerlo más, para que no volviese a sufrir.

-Se estropearon los sensores que nos dieron a Thom y a mí- dije pensando en que era demasiado extraño y en los comentarios sarcásticos del Director con Marcus -, pero estoy bien, sana y salva- respondí fingiendo una sonrisa mientras estrujaba a mi pequeño mocoso.

-La profe Evgenia nos dijo que hiciéramos algo por San Valentín en clases para la persona que quisiéramos… y como yo te quiero a ti, te lo quiero dar, mami- dijo poniéndose de pie y sacando una cartulina un poco arrugada doblada por la mitad -. Lo hice con mucho esfuerzo, pero no me quedó tan bonito- estaba avergonzado.

Tomé la cartulina roja un poco emocionada y lo abrí, para ver un dibujo que a lo mejor no era digno de estar en un museo, pero era lo suficiente hermoso para estar en mi corazón por siempre. Me había dibujado a mí, con las alas sobre Moon, con una espada en la mano. Él estaba sentado delante de mí y los dos sonreíamos. Luego me fijé en lo que había escrito: <Beth es la mejor, me cuida y me quiere mucho, por eso la amo. Beth es la más fuerte y nadie la va a derrotar>.

Dejé el dibujo a un lado y extendí mis brazos con una sonrisa enorme. Aidan me respondió abrazándome con fuerza. Era el niño más lindo del mundo y me prometí que nunca lo iba a soltar. Lo protegería incluso con mi propia vida…

Encendí el ordenador y vimos una película hasta que se durmió. Ahí, salí al balcón para tomar aire relajadamente, disfrutando de la calidez del sol. A pesar de que estaba nevado aún, no hacía ni la mitad de frío que en la montaña en la que había estado con Thom. Me di la vuelta, mientras disfrutaba la luz del sol en mi rostro lastimado por el frío. Con los ojos cerrados y apoyando mi espalda en la barandilla. Lo amaba, ese clima era el mejor… y entonces bajé un poco mi rostro hacia el tejado y casi grito del susto.




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