Utopía

Capítulo 36.- Un vistazo al pasado

Thomas me ayudó a incorporarme, sujetando todo mi peso mientras Niel colocaba algunas almohadas en mi espalda. No miraba hacia Esme que intentaba dejar de llorar, ni hacia Aidan que miraba sus pies balanceándose en la silla intentando ignorar mi pregunta que claramente lo había puesto inquieto.

-¿Qué tan malo fue el ataque de Nathan esta vez?- pregunté adolorida.

Esme miró a los chicos entre lágrimas. Thom desvió la mirada y Niel hizo lo mismo en la dirección contraria.

-¿Cuántos- dudé en pronunciar las palabras -… muertos ha habido?

Aidan me miró directamente a los ojos y sentí cierta hostilidad antes de que me respondiera.

-7 profesores han fallecido para protegerte- dijo sin ninguna emoción.

<<Para protegerte>>

Esas palabras resonaron en mi cabeza, haciendo que el pecho me doliese más que cualquier hueso roto por el ataque de la bestia. Me incorporé de golpe y empecé a revisar mi cuerpo en una horrible bata de hospital, tenía un par de cicatrices rojizas por la piel y, a parte del dolor, no tenía nada herido… salvo la conciencia por mi debilidad.

-Es mi culpa- dije apartando las mantas para ponerme de pie.

-¡Tienes que descansar!- me gritó Esme empujándome por los hombros.

-Creo que ya he sido lo suficientemente inútil- retiré sus manos, y ella no se resistió mucho más.

Aunque mi intento de valentía se hizo añicos cuando caí al suelo, golpeándome las rodillas.

-¡Beth!- gritó Thom desde el otro lado de la cama mientras la rodeaba a toda velocidad.

-No es tu culpa- dijo Niel cargándome.

-¡¡Suéltame!!- me quejé mientras pataleaba como una niña pequeña.

-Para- gruñó Niel enfadado muy bajo.

Me sorprendí por verlo así, él nunca se enfadaba.

-Utopía no hizo las cosas sola, pero tú te empeñas en hacernos a un lado- continuó hablando en un tono que ya todos podían escuchar, mientras me estrujaba en su pecho muy enojado, lo cual me hizo enojar también -. Eran 8 los elegidos, no sólo Utopía…

-¡Está bien! Pero suéltame- reclamé sintiendo mi parte trasera demasiado expuesta con esa bata horrenda.

Cuando me dejó en el suelo, hice un Círculo Mágico para cambiar la forma de esa tela informe, en un pantalón y una camiseta simples.

-Quiero ir a mi habitación, pero no quiero ver a nadie- dije mirándolos a los ojos -. No voy a poder soportar sus miradas.

Cuando había acabado con la existencia de las primeras criaturas del ataque de Nathan, todos me habían aborrecido… ahora que 7 profesores habían fallecido… no podía ni siquiera pensarlo.

-Puedo llevarte- se ofreció Thom entendiendo que no deseaba ver a ningún alumno y escuchar sus cuchicheos.

Asentí y tomé su mano estirada en mi dirección… Pero no fue nada gentil. Tiró de mí, y sin ningún cuidado me giró colocando su brazo debajo de mis rodillas y detrás de mis hombros. No dijo nada y tampoco vi a nadie, estaba demasiado avergonzada.

-Eres grosero- dije estrujando su chaqueta de pana roja entre mis dedos con voz muy baja debido al nudo en mi garganta, sintiendo como la temperatura de mi cara se elevaba conforme sentía el agradable olor de su chaqueta y las miradas silenciosas de Esme, Niel y Aidan.

-Y tú una estúpida muy grande- escupió con enojo mientras abría la ventana al oscuro cielo encapotado de la noche.

Era increíble que hace unos meses apenas podía conmigo y ahora era capaz de soltar uno de sus brazos para abrir la ventana y hacer un Círculo Mágico… ¿Tan atrás me estaba quedando del resto? Porque no era el único que había avanzado en el control de sus poderes y su estado físico...

-¿Por qué quieres morir?- me reclamó en cuanto pisé el suelo de mi balcón después de sentir el viento huracanado de su poder.

-Yo no quiero morir- sentía que mis ojos querían salirse de sus cuencas por su extraña pregunta.

-¿Y entonces por qué siempre que hay un peligro vas hacia él de cabeza?

Abrió la puerta de vidrio estirando su brazo, y sin darse cuenta, por el enojo, quedó a pocos centímetros de mi cara.

-Yo… no quiero morir- repetí con apenas un hilo de voz.

Me costaba pensar teniendo su boca tan cerca. A pesar de su piel quemada por el sol reflejado en la nieve o la resequedad que hacía que sus labios se escamasen, a pesar de los rasgos afilados que, en un principio me habían parecido desagradables, pero ahora se llenaban con músculo generado por el esfuerzo de un entrenamiento muy fuerte, a pesar del hielo de sus ojos, que ahora me quemaban la piel… a pesar de todo, nada había cambiado y mi corazón empezó a latir tan fuerte, que temí que lo iba a escuchar…

-Nunca pides ayuda, y te pones en frente de todas las bestias que aparecen como si fueses un escudo de carne para todos- habló a apenas milímetros de mi nariz.

-No quiero que nadie salga lastimado por mi culpa- tragué saliva sintiendo la resequedad de mi garganta mientras me apretaba a mí misma contra el vidrio del ventanal del balcón.




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