-¿Qué ocurre?- preguntó Angel asustada del comportamiento errático de Aless saliendo un poco de detrás de la espalda de Niel.
-¿E-estás bien?- preguntó Esme.
-Parece que quieren entrevistarnos- dijo Thomas tenso viendo como un par de reporteros estaban a unos pocos pasos de nosotros.
-¡Quítense los tacones!- gritó Aless ignorando todo, agachándose para soltar las correas que rodeaban sus tobillos.
Esme la imitó, pero se resbaló y empujó a Maritte detrás de ella. Angel estaba paralizada y sólo movía su cabeza mirando a las cámaras que ya llegaban y las 3 chicas en el suelo. Yo subí mi talón derecho, mientras me apoyaba en Niel y retiré el zapato morado sin mucho esfuerzo, el otro fue más fácil cuando mi talón estuvo a nivel del suelo, aunque Niel me ayudó a conservar el equilibrio en el proceso.
-Es demasiado tarde- dijo Aless mirándome como si quisiese disculparse, logrando quitar su segundo zapato antes de ponerse de pie.
Y entonces lo sentí. Un escalofrío me recorrió la espalda al tiempo que un olor dulzón llegaba a mi nariz. Era como un perfume de flores pesado y recargado, como cuando las señoras ancianas se ponen demasiado perfume. Empecé a marearme, al punto en que apenas sentí cuando Aless me lanzó al suelo y me tapó la boca y la nariz.
Fueron apenas segundos sin respirar, pero el mareo se disipó un poco, mientras vi como Niel se agachaba junto a nosotras aguantando la respiración con una mano cubriendo su nariz y boca.
Con una seña, Aless señaló el balcón, pero todas las puertas se cerraron de golpe, haciendo que el olor se volviese visible, mostrando entre la gente paralizada y en silencio, un humo en un tono entre rosado y naranja.
Intenté encontrar una salida, pero unas pequeñas criaturas voladoras empezaron a hacerse visibles entre la niebla rosácea... Eran hadas que habían estado camufladas entre las flores doradas que decoraban como guirnaldas el borde entre el techo y las paredes del lujoso salón de baile.
De repente, música empezó a escucharse por todas partes, aunque nadie tocaba ningún instrumento. Al menos, ningún humano lo hacía. Pero en segundos, todos los humanos empezaron a bailar con miradas perdidas, dejando caer todo lo que se encontraba en sus manos: copas, móviles, cámaras, micrófonos... en pocos segundos, todos seguían en trance una melodía extraña de sonidos antiguos y naturales que sonaban muy bien. Todos se movían en círculos, estaba asustada y ya no podía aguantar más la respiración.
Intenté respirar despacio y lo menos posible, pero mi corazón a mil por hora por el miedo me lo impedía.
>>Respira.
Esa voz me era familiar y me llenó de un terror que no pude controlar. Odiaba sentirme impotente, no sabía qué hacer, pero respirar no era una opción.
Y me sorprendió más cuando Niel empezó a bailar también en uno de los círculos que giraban y bailaban alrededor del centro de la pista de baile. Aless, por su parte, estaba pálida, más de lo normal, evitando respirar a toda costa... Y lo hizo hasta que el humo rosado, naranja se hizo más ligero.
>>Elżbieta- esa extraña sensación de que me hablaban en mis pensamientos me dejó helada, tanto, que empecé a respirar.
-¿Qué es eso?- preguntó Aless confundida girando y mirando hacia todos lados, sin ver nada... por primera vez.
-Es Eithne- respondí intentando controlar mi respiración para no inhalar más humo del necesario.
-¿Qué está haciendo aquí la Reina de las hadas?- preguntó molesta por no haber estado preparada.
>>Un placer conocerte, Alessandria.
La voz se estaba riendo de nosotras y eso no parecía gustarle a mi amiga.
-¿¡Qué es lo que quieres!?- exigió saber Aless.
>>¡Qué maleducada! Ese no es tono para hablar con una reina- se rio, haciendo que un escalofrío me recorriese el cuerpo por lo hostil que sonaba esta vez -. Quiero saber qué va a pasar con la Puerta. Como verás, soy soberana, y lo he sido por mucho, mucho tiempo y debo velar por el bien de mis súbditos.
Ella se reía y me ponía de los nervios.
-¡Elizabeth no va a matar a nadie- gritó Aless aún dando vueltas intentando encontrar el origen de la voz -! Ella no pretende acabar con la Magia o los mestizos.
>>¿Y qué tiene que decir sobre eso Elizabeth?
Preguntó la voz chillona no creyendo en absoluto una palabra de las que pronunciaba mi amiga, haciendo que todas las hadas rieran histéricamente, provocando que la música sonara más rápido y la gente que asistía al baile, empezara a moverse frenéticamente... Hasta que las mujeres empezaron a caer de sus tacones después de unos desagradables crujidos húmedos generados por articulaciones que se doblan en ángulos para nada naturales mientras emitían alaridos de dolor y caían al suelo para levantarse de nuevo y volver a bailar, generándome urgencia por hacer que todo parase. Los gritos se multiplicaban conforme los segundos pasaban y me ponía cada vez más nerviosa.
-¡Merda- exclamó Aless -! Tengo que parar esto- me dijo mirándome a los ojos -. Sé que no has decidido nada, pero, por favor, por el bien de estas personas, aunque no lo merezcan, haz que esto termine. Sin dañarte tú. Te lo suplico- me dijo lo más rápido que pudo cogiendo mi mano.
>>E-li-za-beth- dijo vocalizando cada sílaba -. Yo tengo toda la eternidad, pero estas personas van a morir si no descansan. ¿Cuánto crees que puedan soportar?
-¡Ahí está- Aless señalaba a la nada, pero con un poco de esfuerzo vi un vacío que deformaba el escenario que nos rodeaba -! La forma en la que detienes a un hada...
Pero antes de que pudiera terminar su oración, algo la hizo volar por los aires. Gritó asustada como nunca antes la había visto y quedó flotando en el aire intentando retirar las manos invisibles que estrujaban su cuello con fuerza.
>>Parece que te gusta meterte donde no te llaman.
Un polvo dorado rodeó su cabeza y Aless, dejó de moverse dejando caer sus extremidades.