Utopía

Capítulo 41.- Sangre real

-¿Esperabas algo más?- gritó cerca de mi oído para hacerse oír detrás del ruido de los fuegos artificiales.

Me alejé abochornada y enfada, agradeciendo que el ensordecedor sonido de las explosiones impidiera una respuesta.

Escuché la voz del maestro de ceremonias a través de los parlantes, diciendo que lamentablemente el evento se tenía que terminar debido a una fuga de gas en el sistema de calefacción cerca del salón de baile. Una completa mentira, pero era mejor que decirle a todo el mundo que un hada desquiciada quería matarnos a todos.

Unos segundos después del anuncio en los parlantes, todos empezaron a movilizarse. Algunas personas se pusieron de los nervios y empezaron a correr, y me reí por lo absurdo de su comportamiento, aunque entendía que si yo estaba relajada, era porque sabía la verdad, y si todo estaba ¨bajo control¨, Eithne había sido atrapada.

La seriedad del momento me hizo tensarme generando una presión incómoda en mi estómago. Sentía la bola de nervios que hacía que mi interior se sintiese como una banda elástica a punto de colapsar. Pero, eso no evitó que Marko tomase mis manos y me hiciese bailar al ritmo de una música que sólo estaba en su mente. Aunque sólo fueron unos segundos, intenté oponerme a su juego, pero era imposible y terminé pisando sus pies sin querer, y entre sonidos de dolor y risas, logré juntar toda mi dignidad irguiéndome con mis pies descalzos.

-Felicidades- dijo el príncipe haciendo una reverencia -. Lograste salvarlos, y no sólo a tus amigos.

A pesar de que todo era un caos rodeado de olor a pólvora de los fuegos artificiales, la gente que dividía su atención entre el salón de baile y la salida más cercana. Y suponía que lo más incautos se atrevían a prestar su atención a nuestro baile en la fuente.

-¿Están todos a salvo?- intenté buscar a mis amigos, pero todo era un caos.

-No lo sé- me respondió Marko como disculpándose.

-Gracias por todo esta noche- le dije antes de hacer una reverencia con mi cabeza y de salir corriendo a buscar a Friedrich.

Marko me llamó, pero lo ignoré. Tenía que saber cómo estaban todos. No quería poner a nadie más en peligro esta noche, y agradecí cuando dejó de perseguirme.

Al menos el príncipe estaba a salvo con sus guardaespaldas llegando a su lado. Así que seguí corriendo hasta alcanzar las puertas que daban al salón de baile. Ahí, un hombre enorme que me recordó a un gorila me detuvo en seco, antes de que pudiese cruzar.

-Es ist gefährlich. Sie kommen nicht vorbei.

-No entiendo, pero necesito hablar con Friedrich- respondí asomando mi cabeza detrás de sus anchas espaldas.

Y lo que vi, me heló. Todos los cadáveres cubriendo el suelo. Si lo veías desde lejos eran como papeles de colores arrugados en el suelo. No eran humanos, eran pequeñas hadas en el suelo, como si flores lanzadas al aire hubiesen caído al azar en la brillante baldosa pulida.

Mi estómago dio un vuelco y tuve que reprimir las ganas de vomitar.

-Yo me ocupo- la profesora Morgana apareció detrás del gorila y tomó mi mano para hacerme pasar -. ¿Está bien señorita Smith?

-Esas hadas- comencé a decir todavía con náuseas...

-No se preocupe. Ya todas las criaturas mágicas han sido neutralizadas- respondió mientras sujetaba mis hombros en lo que intentaba ser un abrazo conciliador mientras seguíamos caminando.

Me detuve en seco, y me arrodillé para recoger un pequeño cadáver turquesa con mi brazo bueno. Observé la expresión de miedo en su rostro inerte; sus pequeñas manos alrededor de su cuello con tal fuerza que la muerte no había podía suavizarlas; la piel expuesta mostraba ampollas, algunas de las cuales ya habían reventado; y la suerte de lo que antes habían sido unas hermosas alas brillantes, ahora no eran más que filamentos enrollados sobre sí, como cabello quemado.

-¿Qué les ha pasado?- pregunté con la voz quebrada a punto de llorar.

-Es una antigua táctica de guerra- respondió Morgana un poco nerviosa por mi reacción-... Se usa polvo de hierro para neutralizar a las hadas...

Y dejé de escuchar en ese preciso momento... El hierro quemaba la piel de las hadas al contacto. Polvo de hierro significaba que habían quemado la piel, alas y las vías respiratorias de esos pequeños seres, hasta que se asfixiaron y murieron abrasados por dentro y por fuera.

Una imagen vino a mi mente, una nube gris y el dolor como si fuego me envolviese volvieron a mí. Era una de las infinitas muertes que vi en la visión con Eithne. Esa masacre no era mejor que lo que la reina de las hadas intentó hacer con los humanos. Y ahora no podía ningún talismán para poder evitarlo.

-¿Señorita Smith?- la pregunta y el toque frío de la profesora Morgana me despertó, aunque no estaba segura de cuantas veces me había llamado.

-¿Dónde está Eithne?- pregunté cuando volví a mí.

-¿Quién es...?- Morgana estaba completamente perdida intentando seguir mis pensamientos.

-¡La Reina de las Hadas! ¿¡Dónde la tienen!?- había perdido la paciencia por completo.

-No creo que el señor Director la autorice- su mirada se giró por un segundo involuntariamente hacia las puertas que daban hacia el interior... seguramente alguna habitación en el palacio -a ver a la reina de las hadas...

No esperé ni un sólo segundo. Y me dirigí a uno de los enormes pasillos, excesivamente decorados. Mi brazo aún estaba entumecido, no podría pelear, pero no lo necesitaba para correr. Pasé dos guardias en negro tumbados en el suelo retorciéndose de dolor que tenían marcas de arañazos que volvían su sangre y piel de un tono verdoso. Un energético intentaba ayudar a uno, pero no parecía tener éxito. No me paré a averiguar lo que pasaba, porque otro par de guardias intentaron atraparme mientras corría sin detenerme en lo absoluto mientras apretaba más el paso.

No me alegraba que estuvieran sufriendo, pero de alguna manera, lo sentía como un poco de equidad en la injusta batalla. ¿Cuántos humanos habían caído?




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