Utopía

CAPÍTULO XII

"El desasosiego a veces nos lleva a un campo dónde la esperanza es consumida por él."

 

-No entiendo por qué estás tan distraída, ¿pasa algo? - Pregunta Simón en voz alta, mientras conduce la moto.

-No pasa nada. - Digo aún perdida en mis pensamientos, después de unos cortos segundo y de haber escuchado bien su pregunta continúo. - Solo pienso en algunos asuntos.

-Te podría ayudar. - Gira un poco su rostro para verme, yo le contesto con una sonrisa y niego levemente con la cabeza.

-Muchas gracias, es mejor dejarlo así. - Él fruce un poco sus cejas y se endereza para continuar con su recorrido.

-No entiendo por qué no te dejas ayudar, - dice un poco pensativo Simón y continúa con sus palabras. - normalmente las mujeres son las primeras en buscar ayuda.

-Tal vez no soy mujer.

-¡¿Qué?! - Suelto una carcajada al escuchar su reacción.

-Solo bromeaba, ¡deja el drama!

-Pues no me da gracia. - Trato de detener mi risa y en un segundo escucho a Simón soltar una leve risita, por lo cual suelto de nuevo una carcajada, ésta vez Simón uniéndose a mi gracia.

 

En el pasar de nuestros días y en el desarrollo de nuestra personalidad, vamos descubriendo qué es eso que tanto necesitamos para sentirnos bien.

Hay personas que persiven rápidamente su verdadero propósito y trabajan en elllo,  hay otras personas que pueden tardar un poco más en descubrirlo. Pero el tardarnos un poco más, no significa que nuestro coeficiente está fallando en su desarrollo; cada coeficiente tiene su ritmo para germinar.

Desde otro punto de vista se entiende que cuando una persona tiene claro qué es lo que necesita o quiere; lo busca para sentirse satisfecho consigo mismo, por lo cual se argumenta que, esa persona se encuentra en su viva madurez. Pero esto realmente sucede cuando hay seguridad en las decisiones y satisfacción, ahí es cuando se refleja la madurez de la persona. Pero, ¿cómo llegar a ella?

 

-Hola enana, ¿cómo estás? - La voz de Andrew al otro lado del teléfono me saca una sonrisa por su apodo y su ánimo. Cada vez que hablo con él es genial, siempre se le escucha muy alegre.

-Hola Ande. Estoy bien gracias, ¿y tú? 

-Todo bien, - Queda en silencio un par de segundos. - Un poco cansado, pero bien. - Lo escucho soltar una risita y un leve suspiro.

-¿Realmente todo está bien? - Pasan algunos segundos llenos de silencio y mientras tomo asiento en mi cama, veo la pantalla del celular, veo que aún está en línea. - ¿Qué pasa Andrew?

-Solo quería hablar contigo y... despejar un poco mi mente. - Siento su tristeza en su susurro.

-Si deseas, puedes hablarlo conmigo. - Demora otros segundos para hablar.

-Quiero hablarlo contigo, peor no ahora.

-Está bien, cuando te sientas realmente bien lo hablaremos.

-Gracias Sol. - Lo escucho suspirar de nuevo y una triste sonrisa aparece en mi rostro.

-De nada And. - Duramos hablando un par de horas más sobre múltiples temas. 

Son las 12:40AM y por tal motivo esta mañana se me dificultó demasiado levantarme de mi gloriosa cama. Sólo dormí cuatro horas, bueno al parecer, sí me son necesarias las otras cuatro.

 

Con un poco más de esfuerzo trato de concentrarme en la clase que presenta el señor Lynch, maestro de Historias Modernas. Su clase es muy entretenida para mí, sin embargo, el día de hoy no me es muy entretenida. No sé si es por mi falta de descanso o por el señor Isaac Newton; personaje de aquella época, que hoy estamos estudiando. Realmente se me complica la mente cuándo se trata de Matemáticas y todo lo que tenga que ver con números; "Gracias señor Newton, gracias por su aporte y ganas de verme sufrir con las Matemáticas."

El maestro Lynch habla enérgicamente sobre uno de sus personajes favoritos en la Edad Moderna, todos mis compañeros están concentrados en las palabras del hombre que se encuentra frente a nosotros y, yo me pregunto si el tiempo hace correctamente su recorrido, o están en plan "Matemos Lentamente a Salomé". Con un soplido de fastidio y soltando un suspiro de cansancio levanto de nuevo mi rostro y trato de concentrarme en la clase, miestras el maestro habla con algunos compañeros; en estos momentos deseo estar en esa borbuja medieval. "Pero, ¿qué dices? ... Aquí estamos bien; sin números, sin movimientos rectili... no sé qué, ¡estás loca!".  Suelto un fuerte suspiro y ruedo mis ojos con fastidio de mí misma, definitivamente nunca podré estar de acuerdo con mi mejor amiga, Yo.

Son las tres y veinte de la tarde y yo me encuentro en la caja del restaurante atendiendo a los clientes que se acercan para cancelar su pedido; el día de hoy las personas han estado muy animadas, ya que prefieren salir a comer directamente aquí en el restaurante, en lugar de estar en su hogar. Todo lo contrario a cómo me siento en éste día y sólo son las 3:33PM.

-Salomé, necesito que me ayudes en la mesa once; por favor. - Solicita un alegre David, con un leve asentimiento me alejo de la caja, tomo un delantal con un cuadernillo de pedidos, tomo algunas cartas del menu y me dirijo hacia la mesa once.




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