En un mundo dominado por los elefantes patilargos, una pequeña taza busca hacerse notar.
Las tazas siempre se han caracterizado por lo pequeñas y frágiles que son, aun así cada una de ellas ha sido elaborada con los más variados diseños y materiales. Sus etéreas formas hacen de ellas una absoluta exquisitez; casi era una pena verlas caer contra el suelo y ver todos sus pedazos volar por los aires.
...es una pena...
A los elefantes patilargos les encanta molestar a las tazas. Con sus pesados cuerpos provocan terremotos por todas partes, el atronador sonido se puede escuchar incluso desde lejos: <<Pum, pom>><<Pum, pom>>.
— Los elefantes ya vienen — chillan asustadas.
— Ya estamos aquí — replican ellos con voz onírica.
A veces, incluso, las moles de patas delgaduchas disfrutan aplastando a unas cuantas. Todo es risa y diversión para ellos.
Mientras tanto, las tazas lloran.
Había una taza, una diminuta taza de té, su nombre era "Mela". Mela no era una taza cualquiera, estaba hecha de plástico, de uno muy barato. Mela no tenía diseños intrincados, ni relieves ominosos; además, era de un color rosado de arriba abajo.
Mela se burlaba de las miedosas tazas debido a que ella nunca se rompería, y de igual manera, de ser demasiado simple para ser notada por los elefantes. Las otras tazas le tenían envidia, y una no muy sana hay que aclarar. Mela solo reía y reía, observando como una a una las tazas se rompían y quebraban. Una y otra vez.
Pero, en el fondo, Mela deseaba que esos elefantes gordos la aplastaran con sus largas y delgadas patas. Quería sentir terror y miedo, quería terminar en mil pedazos. Quería morir mientras esos seres ominosos se partían de risa. Vaya que quería sentirlo.
¿Qué pensarían las otras tazas de sus chalados deseos? ¿Qué sentirían ellas al verla aplastada, quebrada, rota?
Lo cierto es, que Mela, no verá cumplido su deseo. A la edad de cuatro milenios será escogida por un cadáver exquisito para ser parte de una exposición, esa de 1984. Sería puesta en un estante donde la expondrán el resto de su vida de taza. Nunca cumplirá su sueño de ser quebrada.
¿Y bien, que aprendieron de nuestra querida taza?
FIN