Utopía[completa]

Capítulo 5

La furgoneta se detiene de malas maneras, provocando que casi golpee con la pared de la misma.

La puerta corredera se abre, ya estamos en mi casa, salgo y me pongo de pie, cogo aire. Lo necesito para coger fuerzas para todo esto. Para todo lo que se viene. Todavía no se como explicarselo a mi mujer y mis hijas. Joder esto va a ser bastante complicado.

Miro el reloj, es la una de la tarde, no sé en que momento ha pasado tan rápido el tiempo. Miro el móvil, tengo cuatro llamadas de mi mujer. Me va a matar lo se.

Entro por la puerta con miedo, cerrando uno de los ojos, tapandome el rostro para no recibir ningún golpe en la cara.

—¿Qué tal la entrevista? —me pregunta mi mujer que sale por la parte de atrás como un asesino a la desesperada.

—¡Ostras! —digo con la mano pegada en el pecho del susto.

—Hijo que no soy tan fea —me dice ella y no puedo evitar reírme.

—Es que no te esperaba aquí, pues me ha ido muy bien. Me han cogido pero no se si aceptarlo o no —me explico.

—Jacob necesitamos el dinero, estamos tirando ya de los ahorros y cada vez quedan menos, ¿de que es el puesto? —aquí llega la pregunta bomba.

—Ehhh —no sé muy bien que responder. Ni yo mismo sé de lo que es—. Pues de reflotar un pueblo, me tendré que ir a ese pueblo —Olivia pone los ojos como platos.

—¿Como que irte?

—Pues eso, que me tendré que marchar unos días, semanas, como mucho un par de meses —le confieso, sé que será duro.

—Pero podrás venir aquí a dormir o al menos el fin de semana.

—Realmente no lo sé, pero creo que no.

Es la realidad, si me han dicho que me tengo que despedir y que no puedo llamarlos es que no voy a poder verles.

Bajo la mirada, sé que esto va a ser duro para todos. No me imagino una vida sin ellas y durante unos días lo voy a tener que hacer.

—Pero podremos hacer videollamadas o llamadas normales ¿no?

—El pueblo al que voy no tiene nada de cobertura, pero te prometo que va a ser muy poco tiempo además de que voy hacer todo lo posible para llamarte —le prometo pero no se si voy a poder cumplirlo.

—Está bien, pero habla con tus hijas y diles algo para que no lo pasen mal —todavía no se que decirlas, todo es tan difícil.

Se hace la hora de ir a recogerlas, llego hasta la puerta, como todos los días la pequeña viene rápidamente para cogerlas del cuello, la mayor algo más cauta llega de la otra parte del cole.

—¿Sabéis lo que vamos hacer hoy? —les digo a las dos que las tengo delante atentas a cada palabra que sale de mi boca.

Ellas niegan al unísono.

—Vamos a ir a tomar un helado —a las dos les encanta el helado y aunque no es temporada creo que es un buen lugar para contarles lo que va a pasar.

Llegamos hasta la heladería, como es normal no hay mucha gente pero alguna familia y amigos se dejan caer por las mesas de al lado.

—¿Que quieren tomar? —nos pregunta una muchacha joven que no lleva mucho tiempo en el negocio.

—Yo un helado con dos bolas de chocolate —dice la mayor

—Yo uno de fresa —añade la pequeña que le cuesta pronunciar un poco la palabra “chocolate”.

—Yo un granizado de limón —añado por último.

—Bueno hijas, tengo que contaros algo —es la hora de elegir la verdad o mentirles y que se enteren más adelante.

Las dos escuchan atentas.

—Me han cogido de un trabajo y voy a tener que estar unos días fuera —decido contarles la verdad aunque se quedan un poco sorprendidas. Ponen la mismita cara de mi mujer.

—Pero te vas lejos —Cloe es la primera en reaccionar.

—No, voy a estar muy cerca y cuando menos lo esperareis volvere —les prometo y pienso cumplirlo. Emily todavía no ha respondido ni reaccionado, se ha quedado en estado de shock, parece que le va a salir una lagrima.

Viene corriendo a mi a darme un abrazo, se me pone carne de gallina y me imagino todos los días que pasaré queriendola abrazar y no poder hacerlo.

—Te quiero papá —me dice la pequeña con un hilito muy pequeño de voz.

—Y yo a ti —agrego a la vez que le doy un beso en la cabeza.

—Venga, que aquí llegan los helados —suelto mientras la muchacha trae los tres.

Estoy a tiempo de no hacerlo, pero... ¿realmente tengo otra opción?

Es un  millón de euros, es la cantidad suficiente para jubilarme y no volver a trabajar en mi vida y así estar a su lado. Me perdere muchos días de ellas pero no lo haré nunca más.

Me miran, saben que estoy pensando algo.

—¿Cómo está el helado? —les pregunto.

—Muy rico —dice Cloe mientras le da un par de lametones.

—Muy “beno” —dice la pequeña que le cuesta pronunciar algunas palabras.

—Me alegro —las vuelvo a mirar y me doy cuenta de la suerte que tengo.



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En el texto hay: utopia, pruebas, ciudad abandonada

Editado: 10.12.2022

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