Las campanas suenan intensas al vuelo, las manos las tengo sudorosas. No sé muy bien ahora mismo como reaccionar, el traje me queda apretado, cada vez más. Da la sensación de que se va encogiendo por momentos. Me cuesta respirar. La gente me mira, soy el centro de atención, seguro que después de esto todo el mundo va a hablar de todo lo que estaba sudando.
Quince minutos, quince minutos que llega tarde, hace ese tiempo del que tenía que estar aquí, a mi lado. Tomando la decisión más importante de su vida, pero sin embargo no se donde esta.
Los aplausos suenan al final de la sala, suenan de fuera, no sé lo que está pasando pero espero que llegue ya. Me doy la vuelta, recuerdo que el cura está detrás de mí, me mira con rostro de complejidad.
—Enseguida viene —me dice mientras me guiña el ojo, él es el que está más tranquilo de todos.
Cuando menos lo espero aparece por el horizonte de la sala un haz de luz blanco, lleva un vestido pomposo, con el pelo recogido y un ramo en la mano.
Esta preciosa, tal como me la podia imaginar, ¿aunque a quien quiero engañar?
Está mucho más guapa de lo que pensaba. Se va acercando poco a poco a mi, cada paso que da observo un nuevo detalle en su vestido de boda. Observo que tiene los hombros al descubierto, que es blanco puro. Que lleva en el ramo varias rosas blancas y rojas. Es tal que ella.
—Estás preciosa —le musito al oído. No quiero que nadie más lo escuche.
—Gracias —dice la persona que dentro de unos minutos será mi mujer.
El cura después de darnos una gran charla sobre la fidelidad y la lealtad nos deja la oportunidad para decir los votos.
—Yo Jacob Johnson te quiero a ti Olivia Adams como legítima esposa y me entrego a ti. Prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida —le confieso mientras trago saliva.
—Yo Olivia Adams te quiero a ti Jacob Johnson como legítimo esposo y me entrego a ti. Prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
—Bien, ahora os podéis dar las alianzas —nos recuerda.
—Recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti —le digo mientras trato de ponerle el anillo, los nervios me están jugando una mala jugada. Pero al fin consigo ponerlo.
Ahora me toca que me lo ponga a mi. —recibe esta alianza en señal de mi amor y fidelidad a ti —expone con una increíble sonrisa, de esa de la que me enamore.
Que pena que todo esto sea un vulgar recuerdo de lo que tan solo me queda eso… Recuerdos que cada vez son más borrosos.
Miro hacia mi techo y resoplo, me quito las lágrimas que comienzan a recorrer los lados de mi cara, si me ve alguien seguro que se piensa que soy un blando de mierda.