Espero una respuesta pero tarda en darmela.
—Han bloqueado la puerta de la torre, no dejan entrar a nadie, de esta manera no tenemos acceso a la comida, han sido Héctor y comida, ¿tu sabias algo? —me pregunto con rabia como si yo estuviese detrás de todo eso.
—Yo que voy a saber, no tenía ni idea —le reconozco con rostro de incredulidad.
—Mas te vale, porque como me enteré de que has tenido algo que ver lo vas a pagar —una vez más y por vigésima vez desde que llegué aquí me vuelve a amenazar.
—¿Y que vamos hacer? —le vuelvo a centrar porque el oído hacia mi persona le ciega.
—Tenemos que negociar con ellos, pero necesito de vuestra ayuda —George y Brayan llegan por detrás, lo han escuchado todo porque estaban a escasos metros de nosotros.
Por primera vez se abre y está dispuesto a hacer algo hablando y contar con nosotros.
—Venga, nos tenemos que ir ya, si el sol llega a lo más alto el tren no vendrá y entonces sí que estaremos perdidos porque no nos podemos permitir perder la comida de todo el día —dice Brayan mientras salta al coche y se pone en la parte del conductor. No se pone el cinturón pero no parece preocuparse.
Pisa el acelerador hasta el fondo, el coche ya no puede dar más de sí, desde dentro parece que se va a partir en dos en cualquier momento.
Llegamos hasta la zona cero. Desde lejos no parece que ocurra nada aquí.
—Están arriba, no tienen armas y tampoco creo que se les ocurra hacernos algo. La verdad es que es un plan bastante suicida —habla Andrew mientras nosotros escuchamos atentamente.
—Pues vamos —me adelanto a todos y me bajo casi con el coche en marcha.
Mientras subo las escaleras uno de los asaltantes interrumpe mi camino.
—Quieto, ¿a donde crees que vas? —es Paulo, se pone en medio impidiendo que siga subiendo escalones.
—Vengo hablar con Hector, es hora de que acabéis con esta quimera de plan —le ruego y le ordeno.
—Me temo que eso no va a ser posible —dice impartiendo su ley.
—Pues yo creo que sí —sale por la parte de detrás Brayan que empieza a tener algo de protagonismo en todo esto.
—¡Silencio! —sale del lugar más alto Héctor que parece no tener amigos.
—¿Hector se puedes saber que estás haciendo? —le pregunto atónito.
—¿No está claro? —me devuelve la pregunta con una afirmación— Si Andrew dice la verdad y cada vez llega menos comida solo unos pocos tendremos el privilegio de probarla, ¿no sabéis el dicho de divide y vencerás?
—Este tío está loco —dice al vacío George que no se cree lo que está ocurriendo.
—Hector si os ponéis en la misma sala del tren el tren nunca llegará con comida, no tendremos comida nosotros pero vosotros tampoco —por fin palabras coherentes salen de la boca de Andrew.
—No me lo creo, nos has tenido engañados todo este tiempo, sabes más de lo que dices —le devuelve las mismas verdades en lo que se ha convertido en una especie de partido de tenis en el que Brayan, George y yo solo somos meros espectadores.
—Puede que tengas razón, pero solo estás provocando nuestro final, el de todos y cada uno de nosotros.
—¡No!, Estoy provocando el final de todas aquellas personas que no se quieren unir a la resistencia, y si vosotros no lo sois es mejor que os vayáis por dónde habéis venido.
Creo que necesitamos un punto muerto, o al menos pensar en la estrategia de ataque.
—Andrew ven aquí conmigo —le digo cogiéndole de la pechera pero este se revuelve un poco.
—¿Que? —me pregunta de malas maneras.
—¿Cuánta comida queda en Utopía? —le pregunto a expensas de que podamos ganar algo de tiempo.
—No queda casi nada, quizás para dar una comida a todo el mundo —reconoce pero no es suficiente, pensaba que quedaría algo más.
—Mierda, tenemos que negociar con ellos ya —le reconozco mientras esté asiente afirmativamente varias veces.
Me separo de ellos y me acerco a Paulo aunque con el que realmente quiero hablar es con Héctor que es el que parece cabecilla de todo esto.
—Hector, ¿cuántos sois? —le pregunto aunque no sé si voy a obtener respuesta.
—Los suficientes para poder haceros frente.
Sus palabras no me asustan pero si que me pone algo nervioso, no sé de lo que puede llegar a ser capaz.
—No creo que seáis más de cinco, está mañana solo se han quedado cinco asientos sin cubrir, así que seréis todos ellos, le atrevería a decir que sois tú, Fanny, Paulo, Zoe y Débora. Corrígeme si miento —Andrew toma el mando de las conversaciones.
—Suficientes para poder hacer frente a cualquiera —su tono parece firme y no está dispuesto a dar su brazo a torcer.
—Hector estás loco, sois cinco contra veinte, estáis perdiendo el tiempo.
—No al contrario, si es cierto lo que estáis diciendo de aquí a una hora llegará el tren y comenzará la prisa porque queréis la comida de todo el día.
—Y no creo que veinte personas estén de vuestro lado, en ese momentos las fuerzas se equilibran y entonces estaremos en igualdad de condiciones y será cuando perdáis —Hector no parece haber planeado esto en un día solo.