Utopía[completa]

Capítulo 32

—Toc toc —el ruido de la puerta retumba por medio pueblo.

—¿Quién? —pregunta Sheila, apenas la he escuchado hablar, es una persona muy tímida.

—Soy Jacob, Héctor me ha dicho que eres enfermera…

—Pasa pasa...

Abro la puerta lentamente, dentro está la casa como si fuera una consulta, llena de medicamentos y cosas para curar. Parece una consulta de enfermera, ¿cómo habrá conseguido todo esto?

—¿Pero menuda tienes aquí montado no? —le pregunto siguiendo sin dar crédito y para ver que me dice.

—Si, cuando llegué les dije a Abraham y Brayan que era enfermera, ellos me dieron todo lo que tenían de primeros auxilios y yo les pedí unas cuantas cosas para estar preparado para cualquier cosa. No son tan malos cómo crees —parece que Sheila está de su parte pero a mí no me va hacer cambiar de idea.

—Si, bueno, yo venía a curarme esto —le cambio de tema sacando los nudillos al aire que es a lo que venía.

—¿Madre mía cómo te has hecho eso?

—Nada, mi mujer que es una fiera en la cama —le respondo con tono sarcástico.

—Ya —me mira fijamente y en su rostro se le escapa una leve sonrisa aunque no se porque me da la sensación de que algo no le ha hecho gracia del todo.

Coge algodón y alcohol.

—Esto te va a doler —avisa aunque no hace falta que lo haga.

Cogo aire tan rápido como puedo y aguanto el angustioso escozor que he provocado yo mismo.

¿A quién se le ocurre pegarle un golpe a la pared? solo a mi…

Observo como me termina de curar las últimas manchas de sangre, ha dejado de sangrar. 

Miro sus labios, son bastantes grandes. No me había dado cuenta pero Sheila es bastante guapa, tienes unos ojazos y ahora que está tan cerca de mi…

¿Pero que estoy pensando? estar encerrado aquí me va a trastornar.

—“Tienes mujer Jacob Jackson” —me recuerda mi subscosciente que parece cobrar vida en un momento de debilidad bastante grande.

—Ya estoy terminando —dice Sheila mientras casi a la vez se le cae la tapa al suelo.

Me dispongo a cogerla, soy un caballero y no quiero hacerla agachar pero cuando llego al suelo ya es demasiado tarde, ella esta con la mano sobre el tapón, mi mano descansa sobre la suya, tiene la piel fina, suave y también hay que decirlo más morena de lo normal.

Huele a flores, aunque no tenga ningún tipo de colonia su olor hace que se este convirtiendo en décimas de segundo en mi fragancia favorita.

Llevamos varios segundos mirándonos, en silencio, haciendo de la habitación un digno observador.

Lentamente su cabeza se arrastra hacia la mía.

¡Lo va hacer! me va a besar, mi yo interno entra en cólera pero sin llegar a reaccionar.

Sus labios descansan sobre los míos, no para de moverlos y los míos le responden sin yo tener nada que ver, soy un mero pasajero en este viaje.

Sheila se da cuenta y para de inmediato.

—Lo siento… —dice apartándose y tapándose la cara de la vergüenza.

Sus labios están blandos, son increíbles, no he tenido suficiente pero mi realidad vuelve en sí cuando una imagen de mi mujer aparece delante de mí en apenas unas décimas de segundo.

Mierda, le acabo de poner los cuernos a mi mujer.

—No te tienes que disculpar —le quito culpa porque si alguien tiene que pedir perdón ese soy yo—. El que se tiene que disculpar soy yo porque estoy casado y no debería de haber pasado nada de esto, lo siento… Si nos hubiéramos conocido en otra situación quizás esta historia seguirá de alguna forma pero esto no puede seguir —le digo mientras me doy la vuelta y desaparezco de sus ojos, esos azules y con pestañas interminables.

—¿Y esta no es otra situación? —me pregunta y me responde a la vez. En parte lleva razón, esta es una situación especial.

Pero si en algún momento nos suelta y le he traicionado a mi mujer sería incapaz de mirarla a la cara. No podría perdonarmelo en la vida.

—Lo siento Sheila —cierro la conversación mientras termino de abandonar la sala y su mirada en el horizonte.



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En el texto hay: utopia, pruebas, ciudad abandonada

Editado: 10.12.2022

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