Dia numero ciento doce, he perdido la noción completa del tiempo aquí dentro, no se exactamente que dia estamos ni tan siquiera si realmente llevo ese número. Hace tres días que Hector me dijo que tenía un plan pero todavía no se sabe nada, creo que está comenzando a perder la esperanza de que su plan siga adelante.
Lo llevo observando un rato y está sentado en el borde del coche, cabizbajo. “La expresión es el reflejo del alma”.
George ha mejorado en estas últimas horas, le cuesta respirar, ya no puede respirar y eso me crea más ansiedad todavía por encontrar una salida.
Llevo varios días esquivando a Sheila, prefiero de momento no seguir con esta absurda relación que sé de sobra que no me va a llegar a ningún lado.
Salgo para fuera, necesito airearme un poco de todo.
Abraham está en la puerta del templo dando vueltas, esto parece un circo cada uno con sus cosas.
Sé las cuatro calles de memoria, es tanto así que podría ir con los ojos cerrados a cualquier lugar.
—¡Ayuda! —la voz de Abraham interrumpe por todo Utopía.
Voy corriendo en su ayuda, no sé lo que sucede pero aun así decido ir a ayudar.
Llego hasta donde se encuentra, trata de sujetar a Brayan, está desorientado y diciendo cosas sin ningún tipo de sentido.
—Dejarme ir al colegio, voy a llegar tarde.
Ha perdido completamente el juicio, está comportándose como si estuviese loco.
—Relájate —le digo al oído mientras trato de detenerlo para que no siga con su ida de olla.
—Me quiero ir, mi mama me echa de menos… —definitivamente no sabe lo que dice.
—Tenemos que encerrarlo, así no lo podemos tener fuera —dice Abraham mientras mira para todos lados.
—¡En el templo! —dice Hector que se acaba de acercar a nosotros, el resto de personas miran incrédulas nuestra posición.
Lo llevamos hasta una de las salas del templo, esta vez no hay trampas ni salas estrañas donde esconden información.
Llenamos la puerta de sillas para que no pueda escapar, Brayan simplemente dice cosas que no tienen sentido.
—Se le ha ido la cabeza, ¿que vamos hacer con él? —dice Abraham que parece bastante preocupado por la vida de su amigo.
—De momento no puede salir de aquí, y mientras tanto una persona debera de quedarse aquí vigilando.
—Lo que faltaba, más cosas para estar en alerta —dice Hector que parece bastante fastidiado por la nueva noticia.
Abraham no parece feliz por ello y le lanza una mirada mortal. De repente y sin decir palabra alguna se aparta de nuestra posición.
Nos quedamos Hector y yo solos en la puerta.
—¿Has podido encontrar lo que necesitabas? —le pregunto desesperadamente a Hector.
—No, había pedido un mechero, pero no me lo han traído.
—¿Un mechero para que? —le pregunto atónito.
—Quería quemar la puta estación de tren, si allí se localiza la única puerta que sabemos que hay salida allí es donde tenemos que ir —me espeta.
No se si su plan daría solución, no sabemos si detrás de esas puertas hay puertas de seguridad y si lo hay, la única puerta donde entra comida quedaría destruida y seguiriamos sin salida.
—Es una locura de plan —le explico pero sin querer ofenderlo.
—¿Se te ocurre algo mejor? —su tono cambia completamente. Se muestra más agresivo y enfadado.
—No se me ocurre algo mejor, pero tenemos que pensar en algo que no nos deje sin opciones de poder vivir muchos más días.
—Esta bien pero tu no tienes a tu cargo a más de veinticinco personas y una de ellas a punto de morirse por una enfermedad que desconocemos y a otra puta persona que está aquí encerrado porque se le acaba de ir la puta cabeza —ruega mientras señala la puerta en la que acabamos de encerrar a Brayan.
—Yo no tengo a cargo a más de veinticinco personas, tengo a cargo a todas las personas al igual que tu, y miro primero por ellas y si te digo que no es una buena idea es porque pienso que no es una buena idea —le aclara y Hector se va de mi lado, haciendo que me quede completamente solo.
¡Menudo cretino!