Ya no tengo el control del tiempo, ya no sé cuantos días o meses llevo aquí encerrado. He perdido cualquier relación con el exterior y casi sin reconocerlo cualquier expectativa por salir de aquí. He perdido a una de las mejores personas que he conocido en toda mi vida.
“George”, si consigo salir de aquí te prometo que honraré tu muerte.
Necesito hacerlo, por él y por todos aquellos que mantienen la esperanza de hacerlo.
Me asomo a la ventana y observo como el sol empieza a salir por el horizonte lentamente. Espero que hoy sea un buen día. Creo que voy a salir a comprobar cuánta comida de reserva queda para que al menos saque las cuentas de lo que nos queda.
Salgo para fuera, el cielo comienza poco a poco a encapotarse. Llego hasta el templo, allí se encuentra Hector deambulando por todos los pasillos.
—¿Qué se te pasa por la cabeza? —le pregunto.
—El tiempo, eso es lo que me pasa. Se nos agota el tiempo y seguimos sin saber nada. Ayer llegó otra vez menos comida. Tan solo queda para comer para cuatro días. ¿Que crees que pasara si la gente se entera de que queda tan poca comida? —responde con la cruda realidad.
Me quedo pensativo, se perfectamente lo difícil que están las cosas ahora mismo. Pero escucharlos de los labios de Hector me hace temer casi lo peor.
Le respondo con el silencio más incómodo que se puede tener.
—Mira, vámonos a desayunar y que tenga que ser lo que sea.
Llegamos hasta el salón, la gente comienza a sentarse cada uno en su sitio. No parecen tener el mejor aspecto posible, cada día que ha ido pasando ha pesado en nuestra imagen y me atrevería a decir que en nuestra salud.
No me quiero mirar al espejo porque sé a ciencia exacta que estoy incluso peor que ellos.
Todos se sientan en sus sitios, incluidos Abraham y Brayan que llevan varios días en silencio, no se si les falta fuerza por la escasa comida o están guardando fuerzas o incluso si están planeando algo pero no me gusta nada que estén así.
Todos están en su sitio pero queda una silla vacía, es la de George, aun lo recuerdo, su forma tranquila y transparente de ser, desde que se fue esto ya no es lo mismo.
Giro la cabeza noventa grados y me doy cuenta de que falta alguien más, otra silla al final del todo también está vacía.
—“¿Pero quién es?” —me pregunto a mi mismo mientras voy mirando uno a uno y voy descartando gente. En apenas un par de segundos me doy cuenta que la persona que falta es Sheila.
—“Pero porque no ha venido a comer?”.
Seguro que sigue enfadada conmigo, seguro que voy y se encuentra en la cama sin ganas de nada.
Prefiero no ir yo porque no se como puede reaccionar, prefiero a alguien que no tenga nada que ver con nuestra extraña historia de amor.
—Hector, necesito que me hagas un favor —le ruego.
—Dime —me devuelve la afirmación.
—Necesito que vayas a buscar a Sheila, lleva todo el día sin salir de casa y tiene que comer, ya sabes lo escasos que vamos de comida.
—Está bien, me paso enseguida a ver si quiere que le lleve la comida —dice mientras se da media vuelta y sale por la puerta.
Prefiero no pensar en ello y comenzar a comer, voy a comer lo justo y me voy a guardar lo que sobre por si más adelante lo necesito.
Todo el mundo está en silencio, Fanny se levanta y viene directa a mí.
—¿Sabes dónde está Hector? —me pregunta Fanny impaciente de una respuesta.
—Si, ha ido a ver si estaba bien Sheila —le respondo con firmeza pero sin darme cuenta del nombre que he dicho.
—¿Y porque ha tenido que ir él a ver a esa guarra? —su tono cambia a algo más celoso, no parece agradarle que mencione ese nombre.
—Bueno, no sabia si quería verme y le pedi a Hector que fuese a ver como esta —trato de explicarle pero en su mirada no se muestra la misma complicidad que tengo yo con Hector.
—Claro y él ha ido encantado —me fulmina con la mirada como si fuera yo Hector.
No llego a observar el fuego pero de dentro de ella ahora mismo sale un calor intenso que llega a caldear la sala entera.
Decido separarme un poco de ella porque no he tenido mucho trato con ella últimamente y no se muy bien cómo puede llegar a reaccionar.
—Mira, por allí viene, más le valía porque sino esta noche dormía en la cabaña.
El problema es que como la he visto de enfadada se que es verdad.
Hector llega hasta nuestra posición pero en su cara no parece traerla para contar chistes, no se si porque se huele lo de Fanny o por algo más.
Está completamente pálido, tiembla más que un flan y de su boca no salen más que letras desordenadas sin llegar a completar ni tan siquiera una palabra.
—¿Que pasa? —trato de sacarle de su trance pero no consigo que reaccione.
Cae rotundamente y queda de rodillas en la puerta del templo ante la atenta mirada de todo el mundo.
Sus ojos están cada vez más y más vidriosos, empiezan a caerle las lágrimas por el costado de la cara.
Fanny se da cuenta de ello y se acerca rápidamente a sus pies.
¿Que ha ocurrido cariño?
Abraham y Brayan son conscientes de eso y se acercan rápidamente.
—¿Hector se puede saber que te pasa? —dicen los dos al unísono y con cara de preocupación.
—Es… es… —parece salir de su bloqueo.
—¿Sheila? —le ruego una rápida respuesta a la rápida pregunta pero no dejo que llegue a responder, salgo directamente a la casa de Sheila.