Uwan, La Hora Del Diablo

Parte 3: ¡Corran!

GhjbjjDespués de aquel alarido desgarrador salido de lo más profundo y visceral de la garganta de Azami, todo alrededor de Chiyoda volvió a permanecer en un incisivo y erizante silencio, aunque mucho más agresivo y aterrador.

Los soldados del primer escuadrón de Tokio, al percibir aquella extraña e inquietante atmósfera, se presentaron frente a Azami, intentando en primera instancia calmar sus frágiles expresiones para así conseguir de alguna manera respuestas en sus perturbados ojos oscuros.

Esa noche, los árboles del bosque se comportaron como nunca antes de manera inquietante e inusual, algo había al interior que propiciaba en las tropas el murmullo y sobresalto de sus corazones, en sus escondidos y blindados uniformes, como el eco de sus pulsaciones salidos de sus oídos haciendo eco dentro sus cascos. Azami solo lloraba de forma terrible y descontrolada, sumando desconcierto y temor en quienes ya aventuraban aquella jauría de horrores

—¡Señor, qué clase de ruido es ése que proviene del bosque! —exclamó un joven soldado, exaltado tras escuchar un número indeterminado de "cosas" arrastrándose, entre ramas y hojas secas, desde el interior del bosque donde comenzaban a escribirse aquellos cuentos que eran reales para los sentidos de Azami y el escalofrío en los jóvenes soldados. De pronto, un ruido semejante a ramas o palos quebrándose simultáneamente, como si fuesen golpeados de forma violenta, hizo comprender o peor aún, puso en el pensamiento susceptible de muchos soldados, la similitud de aquel sonido como el de muchos huesos, desplazándose sobre la tierra, a ligera velocidad.

—¡Rápido! ¡Lleven a la niña a la tienda de campaña, que la vea una enfermera! En tanto nosotros formaremos seis cuadrillas; dos rodeado la casa de la pequeña, y una ingresará conmigo al inmueble, el resto permanecera en los extremos de Chiyoda ante cualquier evento posterior que se genere a nuestro ingreso. Creo, señores, que llegó el momento de demostrar de qué estamos hechos. Llegó la hora de ir de cacería —manifestó el oficial Mayor a su tropa de soldados, pertenecientes al ejército de Ryoichi Oriki, jefe de la Fuerza Terrestre de Autodefensa de Japón 陸上自衛隊 (Rikujō Jieitai).

La luna repentinamente pareció pintar de rojo los cielos de Chiyoda. Azami, al ver ésto a tras luz de la tienda de campaña militar, sabía que su coloración solo podía deberse a lo que vivía oyendo desde hace mucho en boca de los pobladores y de su propia familia, La leyenda de los Uwan, o también llamada hora del diablo; espíritus sin forma, aparentemente inofensivos pero que, por alguna razón, ahora habian adoptado otras formas, conductas, y necesidades a costa de vidas humanas.

Mientras pensaba en ello, sentada en una camilla a la espera de ser revisada y chequeada por la enfermera que se hallaba al interior, Azami comenzó a notar un extraño comportamiento en la joven enfermera que revisaba, desde su asiento, unos documentos o archivos médicos los cuales rayaba con círculos en espiral de manera brusca y rápida, al tiempo que balbuceaba palabras ininteligibles. Azami, tras ver ésto, e intentando sacar sigilosamente la pequeña sonda de su brazo izquierdo la cual fue puesta por la enfermera una vez que ingresó, vio con horror como la joven de atuendo militar, comenzó repentinamente a convulsionar desde su asiento para luego desencajar y quebrar, literalmente su cuello, haciéndolo ver como si fuese una extensión independiente a su torso. Y así fue. Con escalofriante reacción, la cabeza de la enfermera se desprendió de su cuello, llevándose consigo su espina dorsal la cual asemejaba a un gigantesco cienpies, pero de un aspecto mucho más aterrador y electrizante.

Azami al notar que "aquella cosa" se deslizó por el respaldo de la silla en dirección a ella, sin pensarlo, arrancó de bruces la sonda que la ataba a la unidad de cuidados y corrió descalza fuera de la tienda, gritando por ayuda. No obstante, el infierno era aún mayor que al interior de la tienda.

Saliendo del bosque, un número indeterminado de partes mutiladas de seres humanos; como extremidades, órganos internos, como así también de seres animales en igual condición, comenzaron a arrastrarse como si tuvieran vida y conciencia propia. Era lo más perturbador y paralizante que Azami había visto, después de lo vivido en el interior de su casa, como también en la reciente tienda de campaña.

Cada "nuevo ser" con escalofriante autonomía, parecía saber dónde dirigirse y qué hacer. Fue entonces cuando Azami vio salir corriendo de su casa a su padre y a su madre, detrás del escuadrón principal, y escudados por un sin número de disparos efectuados por éstos, a ese algo que parecía moverse arbitraria y velozmente al interior de la casa. Pese a todo, Azami, como sus padres, y algunos soldados, vieron horrorizados, y sin poder hacer mucho, cómo desde una de las ventanas, una gruesa cuerda de carne intestinal envolvía las piernas de un soldado, levantándolo por los aires y arrastrandolo hasta al interior donde solo la imaginación podía dimensionar lo que aquella criatura le hacía por la dimensión de sus indescriptibles gritos de dolor y miedo. Fue a los pocos segundos de aquel cuadro dantesco, que el resto de la cuadrilla, como los padres de Azami, vieron las cosas que emergían detrás de los árboles como cuadrúpedos e insectos viscerales. El oficial Mayor, a través de su radio portátil, pidió -decretando código rojo-, que el resto de las cuadrillas se reunieran cuanto antes en el centro mismo de Chiyoda. Los soldados, al hacer eco con sus pasos y el metal de sus metrallas, no pudieron opacar el horror que se cernía dentro y en los alrededores del pueblo

—¡Pero qué clase de maldición es ésta! ¡Cómo es posible ésto! —exclamó un soldado que desde el momento de su ingreso no dejó de apuntar con su metralla a aquellas criaturas o mejor dichos, aquellas partes humanas y animales con vida propia, agresivo y demoníaca.



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En el texto hay: leyendas, terror puro, paranormal suspenso

Editado: 04.10.2020

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