Vaelyra Reina de Sombras

Capítulo 3: El Exiliado

Los bosques de Nhal'Thoran no eran un lugar para caminantes. Árboles tan antiguos que sus raíces ocultaban ruinas de un imperio anterior a los elfos, bestias que hablaban con los ojos y sombras que susurraban en lenguas olvidadas. Pero allí, entre musgos eternos y brumas negras, Vaelyra encontró algo más cruel que el olvido: a sí misma.

Durante días vagó sin rumbo. Dormía bajo ramas encantadas, alimentándose de bayas y del viento que aún la obedecía con una devoción doliente. La magia, herida como su alma, se manifestaba con chispazos erráticos: a veces curativa, a veces destructiva. Sus sueños estaban poblados por promesas rotas, por el rostro de Elandor... y por un par de ojos dorados, intensos como la forja de una espada.

Cuando los lobos aparecieron, ella no se inmutó. Eran seis, de pelaje negro como la noche sin luna, con colmillos cubiertos de escarcha. Rodearon su campamento sin emitir sonido alguno. Vaelyra no alzó su arco. No tenía razones para defenderse de nada.

—¿Ya no luchas? —dijo una voz grave, arrastrada, como hierro raspando piedra—. ¿O es que por fin has aceptado que Elun’dor te ha arrojado como carne inútil?

Delante de ella, surgió él.

Vaerion Thalor.

El Exiliado. El traidor de la Primera Guerra de Sangre. El elfo oscuro que había desafiado el Trono Solar y casi lo destruye con un ejército de bestias y nigromantes.

Había pasado más de un siglo desde su destierro, y sin embargo, seguía imponente. Su piel era ceniza, sus ojos como brasas atrapadas. Una cicatriz le cruzaba la mandíbula como una firma del odio.

Vaelyra se puso en pie, no por amenaza, sino por orgullo.

—¿Vienes a matarme? Sería un final coherente —dijo ella, con voz rasposa.

Vaerion se rió, una carcajada seca.

—Matarte sería un desperdicio. Tú ya estás muerta. Solo que no lo has entendido aún.

Ella alzó la mano, la magia crepitó con un destello dorado... y se deshizo como arena. La frustración la golpeó como un puño. Él la observó en silencio, y en sus ojos no hubo burla, sino algo peor: compasión.

—Ellos me traicionaron también —añadió él, acercándose—. El consejo. El rey. El pueblo. No importa cuántas veces los salves. Siempre encontrarán una razón para llamarte monstruo cuando ya no los sirvas.

Vaelyra cerró los ojos. Sus dedos temblaron.

—¿Qué quieres de mí?

Vaerion dio un paso más, tan cerca que el aire entre ellos cambió de densidad.

—Que veas lo que podrías ser... si dejaras de arrodillarte ante los que te escupieron.

Ella lo miró entonces, de verdad. No como el monstruo del que hablaban las leyendas, sino como un reflejo. Destrozado. Marginado. Feroz.

Y por primera vez, sintió algo parecido a pertenencia.



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En el texto hay: traicion, elfos oscuros, romance elfos

Editado: 23.05.2025

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