Capítulo 13: Entre la Luz y la Espina

El cuerno de guerra aún resonaba cuando Vaelyra se giró hacia la espesura.
Lyssaira, de pie a su lado, no entendía del todo qué estaba por desatarse. Pero sí sentía el temblor en los árboles, la respiración del bosque conteniéndose.

—¿Quién viene? —preguntó Lyssaira, con la voz baja.

—Un hombre que me amó… cuando aún quedaba algo de mí por amar.

Vaelyra se puso de pie. El viento movía su capa oscura como si fuera una extensión de sus emociones.
Vaerion descendió con rapidez entre las ramas. Traía noticias:

—Elandor ha cruzado el umbral. No está solo.

Vaelyra apretó la mandíbula.

—¿Cuántos?

—Una docena. Pero portan la Daga de Sellado.

El nombre mismo le provocó un escalofrío. Esa arma no mataba. Peor: sellaba la esencia, borraba la magia, convertía al objetivo en un cascarón sin alma. Fue creada por los antiguos como castigo para quienes rompían los juramentos sagrados.

—Van a intentar borrarme —murmuró.

Lyssaira la tomó del brazo, con una mezcla de temor y determinación.

—Pero tú ya no eres esa sombra, ¿verdad? Lo que vi en tus ojos… no era destrucción.

Vaelyra la miró por un largo segundo. Luego asintió.

—Tú me recuerdas quién fui. Pero ellos solo ven lo que me convertí.

Sin perder más tiempo, Vaelyra ordenó a las Hijas de la Tormenta que formaran un círculo de protección alrededor del claro. No para atacar. Para impedir que el conflicto alcanzara a su hermana.

Vaerion observaba con un matiz extraño en su rostro. Por primera vez desde que juró lealtad, parecía dudar.

—¿Te detendrás, Vaelyra?

Ella giró lentamente hacia él.

—Me protegeré. Pero no destruiré lo que amo.
—Entonces, esta vez… morirás.

Ella sonrió con tristeza.

—Tal vez eso sea justo.

A lo lejos, el primer resplandor de la Daga de Sellado encendió la maleza.