El Salón de los Ancestros estaba colmado.
Por primera vez en siglos, los tres grandes linajes élficos —Thalor, Aendaryel y Elvareth— se reunían sin guerra de por medio. El aire era denso, no por magia, sino por lo que aún no se había dicho.
Vaelyra avanzó por el pasillo de piedra negra. Sin corona. Sin armas. Solo con su sombra detrás, proyectada por la luz blanca que entraba por el domo sagrado.
A su lado, Lyssaira.
Del otro extremo del salón, el Consejo la esperaba.
Doce elfos. Ancianos, incorruptibles, temidos.
Y, al centro, su padre: Tharion Aendaryel, el Alto Guardián.
—Vaelyra Aendaryel —tronó su voz, gélida como el invierno eterno de las cumbres—. Has sido llamada aquí para responder por tus crímenes contra los pueblos libres. Por tu traición a la Corona de Elenath. Por las muertes, las sombras y las alianzas oscuras.
Vaelyra no bajó la mirada. No se encogió.
—Sí. Fui culpable de todo eso.
Un murmullo recorrió la sala.
—¿Te atreves a confesar?
—Sí —repitió, firme—. Pero no como una súplica. Ni como un arrepentimiento que busca clemencia. Sino como una verdad que debía decirse. Fui moldeada por el abandono. Por la mentira. Por el odio que ustedes sembraron cuando me negaron a mi hermana.
Tharion frunció el ceño, pero Lyssaira avanzó.
—¡Yo soy esa hermana! Fui escondida, silenciada y arrancada del mundo para proteger una imagen de pureza que ustedes construyeron.
El Consejo guardó silencio. Algunos ancianos bajaron la mirada.
—¿Y qué propones, Vaelyra? —preguntó otra consejera—. ¿Redención? ¿Trono?
—Propongo el fin de las máscaras. Propongo que enfrentemos que nuestro pueblo no es perfecto, que nuestras decisiones tienen consecuencias.
Vaelyra caminó hasta el centro del círculo.
—Yo no quiero el trono. No vine a reclamar un poder que ya no me pertenece.
—¿Entonces qué deseas?
Ella respiró hondo.
—Que me juzguen todos. No solo ustedes, desde sus tronos de piedra. Quiero que el pueblo decida. Que los que vivieron mi oscuridad y también vieron mi luz, tengan voz.
El silencio fue roto por un anciano de túnica verde oscuro:
—Eso… nunca se ha hecho.
—Entonces comencemos a construir algo que nunca hemos tenido —dijo Vaelyra—: justicia verdadera.