Capítulo 16: El Veredicto

El día del juicio popular fue anunciado.
Se realizó en el Valle de Elion, donde los vientos cantaban verdades y las hojas no mentían.
Miles acudieron. No como súbditos. Como testigos.

Vaelyra se presentó sin coronas, con una túnica sencilla de tonos gris y violeta. A su lado, Lyssaira y Elandor, quien ya no llevaba armas, sino solo el peso de las decisiones pasadas.

Uno a uno, los testigos hablaron.

Una madre del sur lloró por su hijo perdido en las guerras de sombras.
Un guerrero de las montañas dijo que Vaelyra le había salvado la vida.
Una sanadora de los Bosques de Hiedra contó cómo, incluso en su época más oscura, la reina prohibió dañar a los niños.

Las voces eran diversas. Algunas llenas de ira. Otras de gratitud. Todas sinceras.

Cuando llegó el turno de Vaelyra, no leyó discursos. Solo habló con la verdad de quien no tiene nada más que perder.

—Soy Vaelyra Aendaryel. Reina caída. Sombra forjada.
Y aún así, sigo siendo hija de este pueblo.

Habló del dolor, del vacío de perder a su hermana, del exilio, del pacto con la magia oscura. No negó nada. No pidió perdón como una moneda de cambio.

Solo pidió memoria.

Y entonces… el pueblo votó.
No con gritos ni por aclamación.
Sino con cristales de luz colocados en urnas. Uno por cada alma.

Cuando el último cristal fue contado, el resultado fue claro:

Vaelyra no sería ejecutada.
Tampoco entronizada.
Sería nombrada Guardiana del Límite.

Un rol olvidado por siglos. A medio camino entre exilio y honor.
Encargada de proteger la frontera entre los reinos y las Tierras Quebradas, donde la magia aún sangra sin control.

Ella aceptó sin pestañear.

—Tal vez ese sea mi lugar —dijo—. Entre lo que una vez fui… y lo que aún puedo llegar a ser.

Elandor la acompañó hasta la salida del valle.
Lyssaira la abrazó por última vez con lágrimas y orgullo.

Y Vaelyra partió.
No como una reina.
No como una sombra.

Sino como una leyenda.