Valdermmat: Las piezas del rompecabezas

Capítulo 1 “El pueblo”

El aire golpeando mi rostro con delicadeza parece como pequeñas caricias, como si supiera que necesito ser consolada en estos momentos. El paisaje en frente de mis ojos y el pequeño cambio de clima me hace recordar que este no es mi hogar, y estoy muy lejos de él. Probablemente no regrese ya a él.

La música de la radio invade el silencio en el auto, rellenando vacíos y recuerdos que estamos dejando atrás.

Un suspiro abandona mis labios, acurrucándome más en mi asiento, notando ya él bulto de mi hermano a lado mío, con la boca entreabierta dejando ver un ligero hilo de baba. Decido ignorar eso, notando que una sonrisa divertida ya se había posado en mis labios. La idea de tomarle una foto vaga por mi mente pero el deseo de estar tan pacíficamente dormido como él hace que intente también hacerlo.

Vuelvo mi atención hacia mi ventana y la imágenes de mi anterior casa, habitación, y todos los recuerdos que viví ahí pasan por mis ojos sintiendo otra vez como un nudo en mi garganta vuelve aparecer. Siempre he sabido que la nostalgia y la tristeza es una de las peores combinaciones.

Habíamos decidido mudarnos, o bueno, mi padre decidió que me vendría bien otra perspectiva o otro tipo de aires como lo dice él. Conocer nuevas personas y relacionarme con nueva gente. Aunque en mi parte no lo veo tan necesario pero al menos hubiera decidido otro lugar que un pueblo donde casi nadie sabe de su existencia.

Mi madre me animo a darle una oportunidad, cosa que no tuve otra opción que aceptar, pues la decisión de la mudanza no estaba en mi.

—Odessa.

La voz de mi padre me saca de mis pensamientos, haciendo que levante la mirada y lo mire por el retrovisor.

—Mira a lo lejos, ya se nota el pueblo.

Muy a regañadientes vuelvo la mirada hacia afuera, notando como casas se van asomando, casas estilo coloniales que hasta parece que se quedó varadas en el tiempo. También una gran iglesia a lo lejos, con un estilo algo gótico se dislumbra, y un pequeño sentimiento de curiosidad crece en mi.

—Si te soy sincero me termino de atrapar su aspecto antiguo, es como devolverte en el tiempo. Hasta pareciera que estaría lleno de fantasmas, ¿no crees?

Sé que está sonriendo en estos momentos lo cual yo hago lo mismo.

—Es como si Jack el destripador te apareciera en algún momento.

El carro se llena de risas mías y de mis padres, acompañados de los suaves ronquidos de mi hermano a lado mío. Y por un momento creo que haber venido no será tan malo.

[. . .]

Bajo la última caja en el suelo de mi habitación, viendo como tengo demasiado trabajo en estos días para tener que desempacar. La maleta de mi ropa desentendida en mi cama, ya abierta y un poco desordenada gracias a que me cambié de ropa. El clima aquí es mucho más frío que de donde vengo, probablemente es porque el pueblo está en una pequeña montaña, en lo alto.

Ya hace horas que habíamos llegado, Armin se despertó todavía quejándose que no durmió nada cosa irónica pues durmió en todo el camino y gracias a mi buen humor me decidí en si tomarle foto, enseñándole que si durmió bastante y muy cómodo. Ahora todos están acomodando todo en su respectivos lugares junto con las personas de la mudanza, que las órdenes de mi madre se escuchan hasta arriba en mi habitación.

—¡Pon eso ahí! ¡Pero con mucho cuidado que es vidrio!

Niego divertida antes de agarrar otro de mis bolsos grandes, poniéndolo en mi ahora escritorio, sacando mi laptop y otras cosas que necesitaré. Me dispongo ya acomodar, porque sino me tocará dormir en el suelo y estoy segura que me dará una neumonía si lo hago gracias al frío que hace.

No sé ni cuánto tiempo estuve ordenando, pero al menos ya solo me quedaban dos cajas. Mi cama ya estaba ordenada, mi armario junto con mi ropa y zapatos igual, mi escritorio ya estaba impecable, así que como por premio decido lanzarme encima de mi cama. Igual, mi mamá no me regañara porque tenga mi habitación desordenada. Además, necesito un pequeño descansito o se me entumecerá la espalda de tanto agacharme y cargar cosas.

Una pequeña notificación cae en mi celular, pero prefiero ignorarlo. Creo que me decidí ya a dejar todo atrás, y tendré que borrar números de mis amigos en la preparatoria y tal vez me abra otro perfil. Como también tal vez en una horas no crea hacerlo, y será mi círculo vicioso.

Suelto un suave suspiro, sintiendo como mis ojos pesan y me permito dejarme llevar por el sueño, ya que se me lo merezco.

—¿Dessa?

Ay no.

Prefiero ignorarlo. Lo voy a ignorar. Suelto otro suspiro, acomodándome en mi cama, ya lista para quedarme completamente dormida cuando.

—Odessa, te estoy hablando.

—Armin, déjame si no quieres que te lance algo y te saque de mi habitación a patadas.

—Osh, aguafiestas. —dice, sentándose en la esquina de mi cama antes de recostarse encima de mis piernas.

—Armin. —suelto un gruñido, intentando no hacer una pataleta, aceptando mi destino y que no podré dormir. Aunque no sé porque me bajo un cansancio demasiado grande.

—¿Ya saliste? —pregunta, volteándose hacia mi, haciendo que mi mirada también se dirija hacia él. Noto su cabello rubio algo desordenado, y sus ojos grises gritando como si estuvieran escondiendo algo—. Todo es muy extraño, ¿sabes? No entiendo porque todos los patios de las casas tienen que dirigirse hacia el bosque. También la gente es extraña, nos miran raro, como si fuéramos unos intrusos.

Mi ceño se frunce con cada cosa que me dice mi hermano. Cuando llegamos no me percaté en eso, pues solo pensaba en entrar a la casa y encerrarme en mi habitación.

Una leve imagen de dos personas encerrarme en la entrada de afuera de los vecinos vuelve a mi mente. Un extraño escalofrío recorre en todo mi cuerpo, recordando la fría mirada de uno de ellos dos.

—Y los vecinos…

La voz de Armin hace que salga de mis pensamientos y vuelva a prestarle atención.

—¿Qué con ellos?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.