Valentina

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Me bajo del auto dando pequeños saltos de alegría a medida que avanzo, me he alejado un poco ya del auto y camino bastante rápido hacia la casa. 

  — Vale, cariño ten cuidado— me advierte mamá Hanna desde lejos, pero a mi parece no importarme, pues sigo corriendo por el pasto.

Me detengo casi sin aliento mirando la hermosa construcción blanca que esta frente a mi, imponente y majestuosa. Esta es distinta en todos los sentidos a la que teníamos antes. Ahora tiene dos pisos y un enorme jardín. Exploro los alrededores de esta, miro las ventanas y puertas que tiene, que son de metal brillante la mayoría de ellas. 

Espero a mis madres con total impaciencia, ansioso porque podamos entrar. Cuando la abren entro casi disparado y corro de un lado hacia otro mirando absolutamente todo. Aunque no tiene muebles aún, me distraigo con el papel tapiz de colores pastel que tienen las paredes, cada una tiene uno distinto. Como si fuese un extraño rompecabezas de colores. 

En el segundo piso hay una habitación bastante espaciosa, con un par de closets muy grandes. Y tal como les había pedido, está decorada con flores rosas y moradas. Esa es mi habitación. 

Frente a la mía esta otra, mucho más grande incluso que la mía, supongo que esa debe ser la de ellas. Cuando bajo me encuentro ahora con todas las cajas de nuestras cosas regadas por doquier. 

Pasamos casi toda la tarde y hasta que se oscurece acomodando todo en la casa. Algunos hombres fuertes que no conozco acomodaron los demás muebles que eran muy pesados, como las camas y otras cosas. Al final del día tengo mi habitación casi adecuada, tan sólo me queda acomodar mis muñecas y juguetes, pero me siento cómodo y feliz acá. Mamá Leah compra pizza como una recompensa para los tres, e incluso me dejan tomar algo de refresco por ser un día especial. 

Antes de irme a dormir ambas me leen un cuento como todas las noches, esta vez se trata sobre una princesa que tiene el cabello muy largo, tanto que su principe puede escalar a través de este para llegar hasta ella, en la torre más alta de un castillo. 

— ¿Puedo dejar crecer mi cabello como Rapunzel?— les pregunto mirando el largo que tiene mi cabello.

Ambas ríen y asienten mirándome después, pero se que realmente no me dejaran porque sería "incorrecto". Salen de mi cuarto dándome mi beso de buenas noches y yo me quedo mirando al techo, imaginando como sería ser una princesa, como la de todos esos cuentos que me leen, en espera de un principe encantado.  




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