Valeria: manual para no rendirse

Capitulo 10: El cuento de Lola.

Jimena estaba sentada en la alfombra con sus muñecas, tres marcadores permanentes y una mirada que decía “soy bien portada cuando me miran”.

—Mamá —dijo—, ¿puedo pintarle pecas a Lola?

—Siempre y cuando sepas que después no podrás borrarlas. Ni las pecas ni las decisiones. Además, —añadió Valeria —¿Y qué pasa si Lola no quiere tener pecas?

—Tienes razón, mamá—dijo con tono comprensivo.

Me senté junto a ella y, sin saber por qué, comencé a contarle un cuento. Uno que no había contado nunca en voz alta. Uno que escribí hace mucho tiempo, cuando mi corazón era pequeño y mis penas muy pesadas.

Este es el cuento que escribí cuando sentía que todo se rompía. No es un gran cuento. Pero es todo lo que pude ofrecerle al amor cuando me dolía.

Cuento: “La muñeca Lola”
(escrito por Valeria, leído a Jimena)

Había una vez una muñeca llamada Lola que vivía muy feliz en una casa con Martín y Carolina, una pareja muy dulce que se quería muchísimo.

Ellos siempre habían soñado con tener hijos, pero después de intentarlo muchas veces, supieron que no podrían tenerlos. Aunque querían mucho a la muñeca Lola —que era como una hija para ellos y con quien pasaban horas jugando y riendo—, en el fondo de su corazón seguían deseando ser padres de un niño o niña de verdad.

Con el tiempo, pensaron que tal vez, si se separaban, cada uno podría encontrar una nueva pareja que ya tuviera hijos, y así podrían formar la familia que tanto anhelaban.

Pero surgió un problema: ¡los dos querían quedarse con Lola! Ninguno se imaginaba la vida sin ella. La muñeca había estado con ellos en muchos momentos especiales y era como el recuerdo vivo de todo su amor. Intentaron ponerse de acuerdo, pero no lograban decidir quién se quedaría con ella.

Como no encontraban solución, decidieron acudir a un juez para que los ayudara. Pero al llegar al juzgado, el juez —muy amable— les explicó que una muñeca no era algo por lo que se pudiera pelear en un juicio. Martín y Carolina se sintieron un poco tristes y frustrados.

Mientras esperaban, escucharon otro caso que se estaba tratando ahí mismo. Era la historia de unos papás que no querían quedarse con su bebé recién nacida. El papá decía que no era su hija, y la mamá pensaba en darla en adopción porque no tenía dinero y su esposo la había abandonado.

El juez, que era muy sabio, tuvo una idea especial. Llamó a los papás de la bebé y, con mucho tacto, les propuso que consideraran darla en adopción a Martín y Carolina. Al escuchar esto, ellos sintieron que esa era la oportunidad que tanto habían esperado.

No se trataba de olvidar a Lola, a quien siempre amarían, sino de abrir su corazón para darle amor a una niña real y convertirse, por fin, en los papás que tanto soñaron ser.

Con el corazón lleno de alegría, aceptaron con gratitud. Desde ese día, la muñeca Lola ya no fue un problema entre ellos. Comprendieron que la querían mucho porque representaba los momentos felices vividos juntos, pero ahora comenzaban una nueva etapa: ser una familia de verdad.

La muñeca Lola se convirtió en el primer juguete de la bebé, y ¡en menos de una semana ya estaba toda pintada con plumones! Martín y Carolina se reían al verla, felices de ser papás por fin.

Si Lola fuera una niña de verdad, estaría feliz y un poquito triste a la vez. Feliz porque, sin decir una palabra, ayudó a que Martín y Carolina encontraran el camino para ser padres, y feliz también porque una bebé tenía ahora una familia llena de amor. Pero un poquito triste, porque sabía que pronto llegarían más muñecas y quizás, con el tiempo, ella sería dejada a un lado.

Aun así, Lola sabía que había cumplido su misión: unir corazones y dar paso a una nueva historia de amor.

Jimena escuchó todo sin moverse. Solo al final, dijo:

—Entonces…

Yo también puedo ser como Lola.

Le sonreí. Porque sabía exactamente lo que quería decir.

A veces somos el pegamento entre corazones rotos. A veces somos el puente hacia algo nuevo. Pero también, a veces somos el primer juguete, el primer refugio. Como Lola. Como nosotras.

¿Alguna vez has querido empezar algo... pero sin tener ni idea de dónde? El siguiente capítulo es para ti. No es una historia de éxito garantizado. Es una historia de valentía. Decide que, aunque no tengas experiencia, tienes corazón. Y eso, muchas veces, es suficiente para dar el primer paso.

No necesitas tenerlo todo resuelto para comenzar. Valeria decide que ya no quiere solo soñar con su cafetería-librería ideal. Quiere construirla. Aunque no tenga dinero. Ni experiencia. Ni siquiera un contador (pero eso se arreglará).

Leelo. Vas a sentirte capaz. Inspirado. Listo para empezar.




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