La mesa del notario estaba llena de tazas vacías, carpetas gruesas, y una galleta mordida que nadie admitía haber dejado ahí.
Yo tenía el corazón en la garganta y la cartera llena de papeles arrugados, sueños a medio hornear, y el dinero del enganche que había reunido vendiendo labiales, renunciando a los domingos, y con la cuota mágica de Andrés recién transferida (¡milagros de la justicia moderna!).
Al otro lado de la mesa, dos mujeres jóvenes, hermanas, jugaban con las puntas de sus pañuelos negros. No hablaban mucho. Aún estaban de duelo. No por el negocio, sino por su madre: Teresa. La misma que había escrito esa carta que todavía dormía en mi cuaderno como si fuera un talismán.
—Le avisamos, señora Valeria —dijo una de ellas, Ana—. Este lugar no da dinero desde hace años.
—Creemos que es un error que lo quiera comprar —agregó la otra, Clara—. Pero... nos conmovió su historia. Mi madre decía que este local “tenía alma”. Si usted cree que aún la tiene… se lo vendemos.
—Con una condición —dijo Ana—. Mantenga el nombre. No cambie la esencia.
Miré el cartel descolorido que colgaba en la pared de enfrente:
CAFÉ Y TRIBU – “Donde ser madre no necesita permiso”
Y supe que no podía ni debía cambiarlo.
Yo no quería abrir mi negocio.
Quería continuar el de todas.
Con nuevas manos, nuevas recetas, y las mismas grietas en las paredes.
Las grietas, después de todo, eran las que dejaban entrar la luz.
Firmé.
El papel crujió bajo mi mano como una página recién arrancada del miedo.
Pagaba un enganche mínimo.
Me daban dos años de gracia para demostrar que podía hacerlo funcionar.
Si en ese tiempo lo lograba, el local era mío.
Si no, el contrato se deshacía y yo me quedaba con las deudas... y una lección.
Afuera, Carla y Mateo me esperaban con un termo y una cartulina que decía “EMPRENDER TAMBIÉN ES AMOR”.
Jimena saltaba entre charcos con botas que no combinaban, pero le daban poder de salto cuádruple.
Yo respiré.
Por primera vez no como quien escapa.
Sino como quien se queda.
Esa noche, en casa, abrí mi cuaderno rojo.
Pero no para escribir una entrada cualquiera.
Esta vez, decidí abrir una nueva sección.
Una que merecía otro título.
MANUAL DE MAMÁ PARA NO RENDIRSE
(Guía incompleta, honesta, contradictoria y profundamente inútil... hasta que te salva la vida)
Paso 1: Llorá. En la ducha, en el baño, o en el pasillo entre medias sucias. Pero llorá.
Paso 2: Lavate la cara. O al menos cambiate el buzo.
Paso 3: Anotá todo lo que no podés pagar. Todo. Sin maquillaje.
Paso 4: Ahora anotá lo que sí podés crear. No subestimes el valor de una taza caliente y una oreja sincera.
Paso 5: Firmá. Aunque te tiemble la mano. Aunque tengas miedo. Aunque el banco no te crea.
Vos creete.
Aprendizaje del día:
✏️ Emprender no es saber. Es decidir seguir aprendiendo, incluso con miedo, y aún así avanzar.
Firmé un contrato.
Pero el verdadero compromiso fue conmigo.
El café ya no es solo una idea. Es un lugar. Un plan. Un nosotros.
Editado: 28.06.2025