Valeria: manual para no rendirse

Capítulo 39– “Clientes, competencia y la verdad incómoda de los descuentos”

El día empezó como todos los grandes días: con un mensaje de WhatsApp que parecía inofensivo pero escondía una bomba.

Hola, Valeria. Solo para avisarte que han abierto una nueva cafetería justo al final de la cuadra. Dan café de especialidad… y descuentos a madres.

Un abrazo, Carla.

Me quedé mirando el mensaje como si pudiera borrarlo con la fuerza de la negación.

Nueva cafetería. Café de especialidad. Descuentos. A madres.

—¡Nos copiaron! —le grité a la cafetera, que no reaccionó porque ya bastante hace sobreviviendo.

Fui hasta la vidriera. Y sí. Dos locales más allá, un toldo blanco nuevo, con letras doradas y gente entrando. Mamás con cochecitos. Hombres con laptops. Hasta un chico con bufanda y cara de crítico de cine.

Ese día no vinieron tantos clientes. Tal vez fue casualidad. O tal vez no.

—Hola tribu —saludé a los que sí vinieron. Pero la voz me salió menos “tribal” y más “con miedo al futuro”.

Después del mediodía, entró Julia, una clienta fiel, con su nena de cinco años.

—Valeria… quiero contarte algo —dijo, nerviosa—. Hoy fui al nuevo café. Solo por curiosidad. Te juro que no fue traición.

—¿Y…?

—No era lo mismo. Estaba todo limpio, bonito… pero frío. Las mamás no hablaban. No había abrazos. No había… vos. Ni Kafka. Ni Jimena. Ni cartel de “prohibido juzgar”.

Me abrazó. Yo sonreí. Pero por dentro, algo me dolía.

Al cerrar, revisé la caja. Fue el peor día en semanas. Me senté en la cocina, donde aún quedaba olor a pan casero, y saqué el libro rojo.

Manual de mamá para no rendirse – Lección 27

Hay dos caminos cuando alguien te copia:

Competir por precio.

Diferenciarte por valor.

El primero desgasta. El segundo construye.

Vos no vendés café. Vendés pertenencia.

No vendés pan. Vendés pausa.

No vendés espacio. Vendés tribu.

El que vende solo productos, lucha con precios.

El que ofrece sentido, juega en otra liga.

Preguntate qué ofrecés que no se puede copiar.

Hacelo visible. Hacelo fuerte.

No te distraigas en “vender más”.

Volvé a “recordar por qué empezaste”.

Esa noche, volví al grupo de WhatsApp tribal. No para quejarme. Para proponer algo.

Chicas, ¿y si organizamos un viernes temático cada semana?

Uno de cuentos. Uno de abuelas. Uno de canciones con niñas. Uno de juegos de mesa.

¡Hagamos del café un lugar que pase cosas! ¡Un lugar donde no se viene solo a consumir, sino a vivir algo!

En menos de 10 minutos, tenía seis propuestas, dos playlists y una mamá ofreciendo traer a su cuñado mimo.

Y ahí lo entendí. El otro local tenía descuentos. Pero nosotros teníamos raíces.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.