La notificación seguía ahí.
Ese mensaje anónimo.
“Nos vemos pronto ;)”
Había algo en ese guiño que no era simpático. Era… arrogante. Imitativo. Peligrosamente pasivo-agresivo, como esas sonrisas de Mireia antes de decir algo devastador sobre tu labial.
Me quedé mirando la pantalla como si pudiera extraer la identidad del remitente solo por osmosis digital.
Jimena me interrumpió.
—¿Mamá, estás bien?
—Sí, amor. Estoy... decodificando enemigos invisibles. Vos andá a cambiarle el vestido a Sofía (la muñeca). El rojo no le favorece.
**
Esa noche, después de dejar a Jimena dormida, hice lo que cualquier mujer racional y moderna haría:
Abrí el grupo de WhatsApp “Café y Tribu”.
VALERIA:
Chicas, recibí un mensaje anónimo.
No sé si fue Mireia o alguien más, pero decía:
“Nos vemos pronto ;)”
Y hablaba de copiar los viernes temáticos.
¿Qué opinan?
Hubo un segundo de silencio digital. Luego:
CARLA:
😤 ¿QUÉEEE?
¡Qué falta de creatividad!
¿Querés que investigue? Yo conozco gente.
LORE:
Valeria, vos sos única. Que te copien es señal de que lo estás haciendo bien.
SANDRA:
¡Reforcemos el sentido! ¡Más alma! ¡Más comunidad!
Las ideas se copian. El espíritu no.
Me quedé leyendo esas respuestas una y otra vez.
**
A la mañana siguiente, organicé una junta improvisada con Carla y Mateo en la cocina del café.
Kafka también asistió. Su mirada juzgadora era parte fundamental del proceso.
—¿Y si no fue Mireia? —preguntó Mateo mientras revolvía café con una cuchara minúscula—. ¿Y si es alguien nuevo?
—¿Alguien que quiere entrar al juego sin tener idea del juego?
—Exacto —dijo Carla—. Como esas marcas que lanzan productos “con causa” sin tener ninguna causa real.
—Bueno —intervine—, entonces tenemos que hacer que lo nuestro sea inimitable.
—¿Cómo se hace eso?
Sonreí. Porque lo sabía.
**
📕 Manual de mamá para no rendirse – Lección 29
No compitas en la misma arena.
Creá una nueva.
Si alguien quiere copiarte, dejalo.
Pero mientras te alcanza, vos ya habrás cambiado de rumbo.
La fidelidad no se compra. Se construye con verdad, tiempo y conexión.
Por eso, tu tribu es tu mayor ventaja competitiva.
¿Querés proteger tu idea?
Convertila en una experiencia que solo vos podés dar.
Una que no esté en el menú. Una que esté en el alma.
**
Y entonces nació:
“Los Viernes con Sentido”.
No eran solo temáticos. Eran vivenciales. Sensoriales. Emocionales.
Un viernes se llamó “La taza que te salvó”, donde cada clienta debía contar una historia sobre un café que marcó su vida.
Otro viernes fue “Herencias invisibles”, y las madres trajeron objetos, fotos o cuentos de mujeres que las marcaron.
Incluso hicimos uno llamado “La receta que cura”, donde cada clienta trajo algo cocinado con una historia de fondo.
**
Y mientras nosotras evolucionábamos, llegó el rumor.
Un nuevo local en la avenida principal.
Con decoración parecida. Actividades parecidas. Logo muy parecido.
Y promociones... baratas. Agresivas.
Pero algo no encajaba. No tenían comunidad. Tenían descuentos. Pero no alma.
**
Un martes por la tarde, una clienta habitual llegó con gesto de confesión:
—Valeria... fui al otro local.
—¿Y?
—No era lo mismo. No me sentí en casa. Era... marketing disfrazado de cercanía.
Sonreí.
—Gracias por contármelo.
—Y además... vendían café frío con nombres en francés. ¿Quién quiere un "Glacé du matin" cuando puede tomarse un "te entiendo, amiga"?
Nos reímos.
**
Esa noche, Carla me abrazó antes de irse:
—Valeria, ¿te das cuenta de lo que hiciste?
—¿Qué hice?
—Construiste algo que no se puede copiar.
Y me fui a dormir pensando que sí. Tal vez tenía razón.
**
Pero justo cuando creí que todo se había calmado…
Recibí otro mensaje.
Esta vez por debajo de la puerta.
Una nota manuscrita.
“No es solo el café lo que voy a quitarte.
Preparate.”
El papel olía a perfume caro.
Y en la esquina... una mancha de labial rojo oscuro.
**
Esta vez no era un emoji.
Era una declaración de guerra.
Editado: 28.06.2025