Valeria: manual para no rendirse

Capítulo 45: Dos casi papás y una verdad que arde

Valeria no había leído el cuaderno de Jimena a propósito. No por falta de curiosidad —vamos, nadie con una hija de siete años es completamente inmune a los secretos con crayolas—, sino porque había hecho un pacto silencioso consigo misma: respetar el mundo privado de su hija. Hasta que Jimena misma lo dejó abierto, con letra torcida y dibujos de palitos en forma de abrazo:

"Hoy vinieron mis dos casi papás. Y todos estuvimos bien."

El corazón de Valeria se detuvo un segundo, y luego hizo lo único que sabe hacer desde que es madre: seguir latiendo aunque duela.

“¿Dos casi papás?”

El primero era obvio: Mateo, con sus libros, su café, su risa tranquila y esa forma de mirar que dice: “Estoy aquí, aunque no sepa a dónde va esto”.

El segundo... bueno. Ese era el plot twist del siglo. Andrés.

Andrés. Que había vuelto. Que no venía por ella. Que venía por Jimena. Que la miraba como quien mira una historia que no termina de leer, y que ahora quiere volver al capítulo uno fingiendo que no abandonó el libro.

Valeria cerró el cuaderno. No lloró. No gritó. Solo preparó una taza de té que no se bebió y pensó: Esto se está poniendo interesante. Y no en el buen sentido.

Esa noche, Mateo llegó sin anunciarse. Kafka entró primero, con cara de detective resignado. Jimena le abrió la puerta como si estuviera esperando a Santa Claus.

—¿Te puedo contar un secreto? —le dijo a Mateo, tironeándole del brazo.

—Claro. Los mejores secretos son los que se dicen en voz baja.

—Mamá no sabe que tú y el otro son mis casi papás.

Mateo levantó una ceja. Luego sonrió, pero de esos que duelen un poquito.

—¿Y tú cómo te sientes con eso?

—Siento que tengo suerte.

Mateo la abrazó. Y Valeria, desde la cocina, los observó. Se tragó la ternura y salió al encuentro.

—Mateo —dijo, con voz firme y corazón tambaleante—, tenemos que hablar.

Jimena hizo un puchero de telenovela.

—¿Van a discutir sobre quién se queda conmigo los fines de semana?

—No, mi amor. —Valeria se agachó a su altura—. Vamos a hablar sobre cómo cuidar mejor tu corazón.

Mateo se quedó en la sala. Kafka dormía sobre su zapato.

—No estoy aquí para reemplazar a nadie —dijo, sin rodeos—, pero tampoco pienso retroceder.

Valeria lo miró largo rato. Luego asintió.

—Y yo... no estoy segura de que él sepa qué está haciendo. Pero tengo que averiguarlo.

La conversación con Andrés fue distinta.

Se encontraron en un parque, lejos del café, de la tribu, de todo.

Él estaba nervioso. Como quien intenta volver a entrar a una casa que ya no le pertenece.

—No estoy aquí por vos —dijo—. No quiero que malinterpretes nada.

—No te preocupes —respondió Valeria—. Ya no tengo energía para malinterpretar.

Silencio.

—Quiero ser parte de la vida de Jimena. No como salvador. Ni como héroe arrepentido. Solo... como su papá.

Valeria tragó saliva. Pensó en las noches solas. En los pañales. En los dibujos que decían “mi familia” con solo dos figuras. Y luego pensó en lo que Jimena se merece ahora.

—Vas a tener que ganártelo. Día tras día. No por mí. Por ella.

Andrés asintió.

—Eso lo sé. Y estoy listo.

Esa noche, Valeria volvió a escribir en el Libro Rojo:

Lección 32.

Cuando hay dos hombres en escena, no siempre hay que elegir. A veces, lo importante es que la niña elija con quién se siente vista. El corazón no es una balanza. Es un puente.

Y el amor —el real— no es el que promete volver. Es el que se queda cuando no hay aplausos.

Si tu pasado aparece tocando la puerta, que no te tome con las manos vacías. Que te encuentre construyendo algo donde antes hubo solo ruinas.

Porque estás más fuerte. Porque ya no negocias lo esencial. Porque ahora sabes: tu valor no está en ser elegida, sino en elegirte a ti misma.

Valeria cerró el libro.

Se fue a acostar.

Y antes de apagar la luz, miró el techo con una sonrisa cansada.

Jimena, desde su habitación, murmuró:

—Mamá... ¿puedo tener dos casi papás para siempre?

—Podés tener todos los que te quieran bien.

Y ella durmió tranquila.

Porque aunque el pasado regrese y el presente se complique, el futuro se construye con amor y con coraje.




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