Valeria: manual para no rendirse

Capítulo 48 – Café con aroma a libros, heridas y tribu

El café olía a pan tostado, lluvia vieja y tinta fresca. Valeria había llegado temprano, con la carpeta del club de lectura bajo el brazo y el corazón hecho un enjambre. Mateo estaba ya sentado junto a la ventana, hojeando un libro con la calma de quien sabe que todo lo importante sucede en las pausas.

—Tenés que leer esto —le dijo, extendiéndole un ejemplar arrugado de El hombre en busca de sentido. —Me salvó en una noche de máscaras rotas y facturas vencidas.

Valeria lo abrió por la página señalada y leyó en voz alta:

“Quien tiene un porqué puede soportar casi cualquier cómo.”

Sonrió.

—Eso va directo al libro rojo.

Mateo no respondió. Solo la miró como si verla leer fuera su programa favorito.

A las diez, las primeras madres llegaron para el lanzamiento del club de lectura. Carla había traído alfajores de maicena. Otra trajo un termo gigante con infusión de hibisco, que nadie se animó a probar hasta que Jimena dijo que sabía a "jugo de dragón elegante".

El autor invitado, Damián, era un escritor autopublicado que había traído su primer libro, "Cartas que nunca entregué". Contó que lo había escrito para entender por qué su madre se había ido cuando él tenía ocho años.

Una clienta que nunca hablaba lloró al escucharlo.

—Me acabás de regalar palabras para un duelo que no sabía que estaba cargando.

Todas compraron el libro. Y una de ellas le pidió a Valeria que hicieran "martes de autores vivos".

—Nosotras también lo estamos, y nos olvidamos.

Valeria asintió con los ojos llenos.

Pero no todo eran sorbos y revelaciones.

Una influencer local, con labios demasiado delineados y opiniones demasiado afiladas, subió una historia en Instagram:

"Pueden ir a leer al café nuevo de moda, pero recuerden que es un negocio, no una causa. No todo lo que se disfraza de comunidad es real."

El video llegó al grupo de WhatsApp en menos de una hora. Una clienta nueva, insegura, se acercó a Valeria.

—Disculpá... ¿Esto es un café o una secta con moño?

Valeria sonrió con ternura.

—Es un lugar donde si llorás, te traen servilleta. Y si te callás, te esperan. Eso no es una secta. Es tribu.

Esa noche, en su cuaderno rojo, Valeria escribió:

"No hay tribu sin confianza. Pero no hay confianza sin autenticidad. No puedo convencer a todas. Solo puedo ser verdadera."

En la esquina de juegos, Jimena enseñaba a una niña nueva a cuidar a las muñecas.

—Esta es Lola. No podés pintarle otra carita. Ella ya aprendió a vivir con la que tiene.

Ángela, que las observaba desde la barra, sintió que algo se le quebraba dentro. Se acercó y le acarició el pelo.

—Tenés razón, mi amor. A veces los adultos también se quieren pintar otra cara para olvidar, pero lo que nos salva es aceptarla.

Jimena sonrió como quien acaba de decir una gran verdad sin saberlo.

Libro rojo de Valeria

Lección 34: No todo el mundo tiene que entender tu tribu. Basta con que la vivan quienes la necesitan.

Hoy aprendí que no todos los cafés sirven para lo mismo. Algunos despiertan. Otros adormecen. El nuestro cura, no por el café, sino por las historias que se dicen aquí entre sorbos, entre pausas, entre páginas.

Como dijo la madre de Coraline en la película: "Yo te hago todo perfecto." Pero no se trata de perfección. Se trata de verdad.

Paso para no rendirse hoy:

  1. Elegí una frase de un libro que te salvó.

  2. Pegala en la puerta de la heladera.

  3. Leela cada vez que te quieras esconder.

Así empieza la biblioteca del alma.




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