Valery.

Capítulo 9: Fresas y chocolate.

El lugar estaba iluminado estratégicamente con luces doradas que se reflejaban en las paredes color champagne. 

La mesera les ubicó en un lugar para dos. La luz y sus juegos de sombras le daban a Valery un toque siniestro haciendo que Royce se pusiera nervioso de nuevo. Y más aún cuando ella le extendió su mano para invitarle a sentarse. Sin querer ser descortés, pues, aunque fuera un monstruo era una chica, tomó su mano con palpable nerviosismo y se sentó. 

La joven que les anunció su nombre les tendió un par de menús con la carta de vinos y algunos platos por si deseaban cenar. Royce usó eso como excusa para soltar a Valery. Repasó la lista de bebidas rápidamente sin saber que pedir.
— Para mi una copa de vino tinto Syrah. Por favor.
— También para mí — añadió Roce deprisa—. Y un corte de jamón y queso.
La chica se despidió dejándolos solos en la mesa. 
— Así que, ¿También tomas vino? 
— Solo cuando la ocasión lo amerita. — Sonrió con un encogimiento de hombros—. Además, es un buen engaño mental — dijo con una sonrisa.
— Ah sí. Por el color — razonó. Ella asintió. 

De pronto Royce se sobresaltó disculpándose con Valery al levantarse de la mesa con su bolso en mano. 

A los minutos llegó la chica con el vino y el plato con el corte de jamón y queso. Observó el líquido dentro de su copa de un color rojo profundo y su aroma hacia recordar la fragancia de las violetas, tabaco y frutas con un toque ahumado.

"Con un par de ingredientes más, serías mi bebida favorita" pensó al acercarse la copa a los labios.

Al ver lo mucho que él tardaba, Valery creyó que se había marcado. Pensó que talvez fue demasiado para él y decidió detener todo. 

Una voz a su lado la sacó de la fantasía sangrienta que tenía en mente con aquel vino deslizándose por su garganta. Se trataba de un cocinero. Había llevado un carrito metálico con un cuenco lleno de algo cremoso color café. Lo colocó en el centro de la mesa advirtiéndole que ataba caliente. Y dejó sobre el carrito una bandeja metálica que estaba cubierta. 

Aquel hombre retiró la tapa dejando al descubierto fresas semi congeladas partidas por la mitad. Todos los trozos tenían un palillo de madera que los atravesaba.

Royce apareció agradeciendo a aquel hombre por su amabilidad y éste les deseó una buena velada. 

— Me pareció que así no te sentirías incómoda si solo yo comía en la mesa — dijo con un sonrojo que únicamente Valery notó. 
— Es muy considerado de tu parte Royce.
— Sabes, tengo unas pequeñas curiosidades — dijo después de un rato en que la conversación Ya había vuelto a fluir de forma natural—. Dime si te hace sentir incómoda y no respondas si no quieres — señaló con seriedad. 

Valery asintió dejando a un lado su copa de vino. 

— ¿Puedes salir de día? — Preguntó bajito inclinándose sobre la mesa. Valery sonrió.
—No. No puedo. Tengo la piel sensible — respondió con una risita.
—¿Qué haces durante todo el día?
— Dormir. Bueno es como dormir. Pero estoy más bien, inconsciente.
— Ya veo — decía tocándose el mentón—. Imagino que eres igual de delicada para otros... Gustos. 
— Por supuesto. Cuido mi dieta — añadió tomando otro trozo de fresa para sumergirlo en el chocolate derretido.
— Imagino que sí — dijo más por educación que por saber en realidad que responder. 
— Me refiero a que, con el tiempo, mucha comida está contaminada — explicó jugando con una fresa—. Así que prefiero ser más selectiva. Cuando se puede por supuesto. No siempre puedo darme el gusto de disfrutar de alimentación baja en grasa, calorías o desintoxicada de licor y nicotina. Pero al no haber más remedio — dijo con un encogimiento de hombros—. No deja de ser mi platillo favorito. 

Roce asintió sin comprender a totalidad lo que decía. Aunque en realidad no quería entenderlo. Prefería pensar que se trataba de una chica hablando de las ventajas y desventajas de las dietas orgánicas, la contaminación cruzada en los alimentos. Los beneficios de ser vegetarianos y lo difícil que era encontrar productos orgánicos de calidad.

Pero Royce no se sentía con fuerzas como para conoce todos los detalles de aquella dieta alimenticia. Su estómago revuelto se lo impedía. 

Valery notó su nerviosismo. Se había explayado mucho en algo que, para los mortales era repulsivo, grotesco y obviamente incómodo. 

— Lo siento Royce. No era mi intención — dijo con verdadera preocupación al verlo tan pálido—. Quizás sea mejor que caminemos un poco — sugirió. 

Royce asintió y salieron de ahí. 




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