Valery.

Capítulo 15: Plan B.

La única razón por la que Valery hacía aquello y le daba la ventaja de huir, era por qué necesitaba ser sincera en medio de todos los engaños.

 

Sincera con él, con ella y con sus amigos. Aunque con quién menos sincera estaba siendo era con ella misma. No quería aceptar que comenzaba a sentir algo por Royce o quizás ya lo sentía. Pero "el orden natural de las cosas" arremetía contra su mente recordándole que era imposible, que era ridículo.

 

Ésa fue la conclusión a la que llegó anoche mientras hablaba con sus amigos.

Reconocía que estaba cometiendo un error y que la única forma de terminar con ello era hacer las cosas como llevaban haciéndolo desde hace siglos. No había más misterio.

 

Luego que Valery hubo terminado aquella enorme confesión, desde sus sinceros deseos por matarlo cuando lo encontró en el callejón hasta la farsa por la que le había hecho pasar con tal de captar su atención, esperaba que Royce le odiara por utilizarlo así.

 

Royce permanecía callado intentando comprender todo aquello. No le era posible a totalidad pues ellos estaban en una relación un tanto difícil, una donde podías caer a un lado o al otro de la cuerda. Eran depredador y presa.

 

Pero su rostro de arrepentimiento le decían que Valery no lo engañó todo el tiempo. O al menos eso es lo que él quería creer.

 

— Será mejor que me vaya — habló levantándose del viejo sofá. Pero Royce se lo impidió sujetando su brazo.
— Lo importante es la intención — dijo. Valery no comprendió. ¿La intensión? Su intención había sido matarlo desde el principio ¿Cómo podía esa intensión ser un acto noble? —. ¿Por qué no te quedas? Me iré mañana.
— Para mañana podría ser tarde — dijo en un intento de hacerle comprender. Cuanto más lejos estuviera sería mejor. Para él.
— Entonces quédate. Mañana partiré en el tren de las 8. Cuando sea de noche ya estaré lejos. Y tú podrías ayudarme a despertar vivo — sugirió con una sonrisa.

 

"¿Cómo puede estar tan animado cuando hablamos de su propia vida? ¿Cómo puede confiar en que no seré yo quien termine matándolo? ¿Cómo pueden los humanos ser tan confiados?".

 

— Si, talvez sea mejor que partas de día — respondió resignada. Negó con la cabeza una vez más sin entenderlo. ¿Cómo podía confiar en ella así? La actitud de Royce no ayudaba a su determinación por matarlo.
—¿Qué ocurre? ¿No deseas quedarte? — preguntó acercándose más a ella.
— Si... Sí quiero — respondió alzando la vista. Eso no podía negarlo.

 

Sus ojos aún tenían destellos ensangrentados, podía ver su reflejo en las pupilas de Royce, pero en el fondo esperaba no causarle temor.

 

Para sorpresa de ambos, sus labios se unieron. ¿Para dar consuelo? ¿Para infundir confianza? Ninguno de los dos lo sabía. Únicamente eran conscientes de necesitarlo.

 

De pronto un beso suave y cálido poco a poco se fue tornando mucho más ávido y desesperado.

 

Aquella piel de porcelana llamaba a Royce para que la tocarla y darle el calor que necesitaba. Sus manos se encargaban de ello mientras la colocaba con cuidado sobre el sofá.

 

Ésto definitivamente no estaba en los planes de Valery, no era precisamente el plan B que ella tenía en mente. Sin embargo, era muy buena opción mientras ejecutaban dicho plan.

 

Cómo hielo y fuego luchaban por mantenerse vivos, relativamente. Ninguno se consumía ni llegaban a invadir por completo al otro. Navegaban en las aguas cálidas que el cuerpo caliente de Royce se encargaba de mecer a un ritmo suave como las olas del mar.

 

Cada centímetro de piel fría o caliente, quemaba mientras la velocidad, intensidad y profundidad cambiaba a distintos ritmos.

 

¿Acaso podías bajar al infierno y disfrutar de hundirte en sus llamas? Por qué si esto era estar maldito, Royce deseaba seguir ahí abrazado por sus demonios y poseyéndolo.

 

¿Acaso podías sentir fuego en el cielo, una vez más? ¿Era posible volver a sentir después de seiscientos años? Después de tener una existencia muerta y maldecida.

 

¿Era posible encontrar el camino a la gloria abrazada a la posesión de un alma mortal? Por qué si era así, ella necesitaba sentirse poseída. Aunque permaneciera en el limbo.

 

Las energías de un cuerpo mortal tenían su límite por muchos deseos que tuviese de continuar. De manera que Royce se dedicó a consentir entre caricias y mimos a esa compañía de ensueño.

 

— Deberías dormir — sugirió acariciando sobre su cabello castaño que le caía sobre la frente.
—¿Cómo podría dormir si te tengo así? — respondió repasando el contorno externo de sus pechos.
— Entonces, tendré que vestirme — dijo con una sonrisa.




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